16 abril 2024

El dispositivo de tierra para la Vela Latina Canaria y su supervivencia

 


Hacía muchísimo tiempo que no veía a los botes de Vela Latina Canaria movilizándose como lo están haciendo, todos a una, revindicando el dispositivo de tierra para poder ver las regatas de botes con todas las garantías de seguridad posibles.

La importancia de contar con un dispositivo de tierra para las regatas de Vela Latina Canaria no puede ser subestimada, ya que, sin él, el futuro de este deporte se ve amenazado. Los aficionados son el corazón y el alma de cualquier deporte, y privarlos de la oportunidad de presenciar las regatas en condiciones seguras y óptimas equivaldría a socavar la esencia misma de la competición.

Imagina un estadio de fútbol sin seguidores animando desde las gradas, o un pabellón de baloncesto sin el fervor de la afición. Sería un escenario desolador, privado de la emoción y la pasión que los espectadores aportan al deporte. Del mismo modo, prohibir el acceso a las regatas de Vela Latina Canaria sería un contrasentido absoluto, un golpe devastador para la integridad y la vitalidad de este deporte arraigado en la cultura y la historia de Las Palmas de Gran Canaria.

Los aficionados no solo son testigos entusiastas de las regatas, sino que también forman parte activa de la atmósfera festiva y participativa que rodea a este evento. Su presencia contribuye a crear un sentido de comunidad y pertenencia entre los participantes y la población local, fortaleciendo los lazos sociales y promoviendo el orgullo por las tradiciones canarias.

Por lo tanto, la falta de un dispositivo de tierra adecuado no solo pone en peligro la viabilidad de las regatas, sino que también amenaza con extinguir la llama de la pasión y el entusiasmo que alimenta a la Vela Latina Canaria. Es fundamental que las autoridades reconozcan la importancia de este deporte y tomen medidas concretas para garantizar su supervivencia y crecimiento a largo plazo.

Es evidente para mí, así como para todos los residentes de nuestra ciudad, que la solución a este problema es de naturaleza política. Durante varios años, aunque con algunas dificultades y retrasos, hemos logrado contar con un dispositivo de tierra que ha garantizado la seguridad y el disfrute de las regatas de Vela Latina Canaria. Sin embargo, según las declaraciones del presidente de la Federación de Vela Latina Canaria de Botes a Radio Nacional, parece que la concejalía de Movilidad está obstaculizando su implementación en esta ocasión.

Quizás sea necesario recordarle a la concejalía, actualmente en manos de Nueva Canarias, que la Vela Latina Canaria fue reconocida como Bien de Interés Cultural hace algunos años. Este reconocimiento no fue otorgado por capricho, sino debido a la profunda raíz histórica y cultural de este deporte en nuestra ciudad. La Vela Latina Canaria tiene una trayectoria que se remonta al siglo XIX, con su primera competición datada a mediados de ese siglo y la primera regata oficial organizada por el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en 1876.

Resulta irónico que, a pesar de la retórica frecuente sobre la «canariaedad» por parte de ciertos partidos políticos, como Nueva Canarias, parecen olvidar rápidamente la importancia y la relevancia de la Vela Latina Canaria en nuestra cultura y sociedad. Este deporte no es solo una actividad recreativa, sino una manifestación arraigada en la idiosincrasia de nuestro pueblo, con profundos vínculos con nuestra historia y tradiciones.

Por lo tanto, es crucial que la administración municipal reconozca y respalde adecuadamente la Vela Latina Canaria, no solo en palabras, sino también en acciones concretas. Garantizar la disponibilidad del dispositivo de tierra necesario para las regatas no solo protege este patrimonio cultural, sino que también promueve la cohesión social y el orgullo local en nuestra identidad canaria. 

Es imperativo que la alcaldesa, Carolina Darías, asuma un papel de liderazgo en este asunto y exija a su equipo municipal que priorice la resolución de este problema. La alcaldesa, en su calidad de máxima autoridad, tiene la responsabilidad de garantizar que se respeten y promuevan las expresiones culturales autóctonas como la Vela Latina Canaria. Asimismo, es fundamental que se establezca un diálogo constructivo entre todas las partes involucradas, buscando soluciones que satisfagan las necesidades tanto de los deportistas como de los espectadores. No hay otro camino.


08 abril 2024

Discurso en la presentación del VI Minerva. 90 aniversario del Minerva.


 

Estimadas autoridades, queridos amigos y amantes de la Vela Latina Canaria,

Es un honor estar reunidos hoy para celebrar un momento verdaderamente extraordinario: el 90 aniversario del Minerva. Noventa años de historia que han forjado un legado de pasión, esfuerzo y dedicación a nuestro amado deporte, la Vela Latina Canaria.

Desde esa histórica fecha, en 1934, el Minerva ha navegado por las aguas de la bahía de Las Palmas de Gran Canaria con determinación y pasión, cosechando innumerables éxitos que han dejado una marca imborrable en la historia de la Vela Latina Canaria.

Desde que surcó los mares de la bahía, el Minerva demostró una bolina excepcional y un espíritu de competencia inquebrantable. No pasó mucho tiempo antes de que se destacara como un verdadero gigante en el mundo de los botes, acumulando trofeos y reconocimientos en cada regata y campeonato en el que participaba.

Entre esos logros destacados, se encuentra el honor de haber ganado el primer campeonato oficial celebrado en 1934. Este hito no solo consagró al Minerva como un líder indiscutible en la escena de la Vela Latina Canaria de aquella época, sino que también sentó las bases para décadas de dominio y excelencia en el deporte.

La historia del Minerva es mucho más que una lista de logros deportivos. Es una historia de pasión, dedicación y resiliencia, una historia que continúa siendo escrita cada vez que el Minerva caza su vela en busca de la mejor bolina que lo lleven a alcanzar nuevas victorias.

Ciertamente, el camino del Minerva no ha estado exento de dificultades. A lo largo de estos 90 años, el Minerva ha enfrentado desafíos y momentos difíciles que han puesto a prueba su temple y determinación.

Un ejemplo de su tenacidad se evidenció después de la Guerra Civil. En un contexto complejo, el Minerva se mantuvo firme en su compromiso con la Vela Latina Canaria, siendo uno de los pocos botes que continuaron compitiendo. El Minerva conservó su esencia, resguardando su legado y aguardando pacientemente el resurgimiento de la vela latina, como una semilla que está a la espera de tiempos mejores y propicios.

Esa paciencia se vio recompensada en la década de 1960 porque junto a los históricos botes Porteño y Morales, el Minerva lideró el resurgimiento de la Vela Latina Canaria, impulsando una nueva era de pasión y competición.

En este 90 aniversario, cada individuo ha sido parte de nuestra historia, desde los soñadores fundadores hasta los dedicados presidentes, los entregados tripulantes, los hábiles patrones y los fieles aficionados, han dejado una marca imborrable en el tejido mismo de nuestra institución. Son los cimientos sobre los cuales se erige nuestra gran familia, el Minerva.

Es gracias al tiempo, el esfuerzo y el amor desinteresado de cada uno de estos individuos que hemos alcanzado este hito significativo de 90 años de historia. Su dedicación incansable y su compromiso son el verdadero motor que impulsa al Minerva hacia adelante, hacia un futuro lleno de nuevas hazañas y logros por alcanzar.

En este día tan especial, es un honor recordar y honrar a uno de nuestros pilares más destacados: Manuel Cabrera, un verdadero ícono de la Vela Latina Canaria, conocido cariñosamente como "La Fiera". Su legado perdura en la historia del Minerva y sigue siendo una fuente inagotable de inspiración para todos nosotros.

Su espíritu indomable y su pasión por nuestro deporte fueron contagiosos, infundiendo energía y determinación no solo a nuestro club, ya que se prestó a colaborar con cualquier bote que se lo pedía, sin importarle que al día siguiente tuvieran que enfrentarse.

Hoy, al celebrar 90 años de historia, también miramos hacia el futuro con esperanza y entusiasmo. El Minerva continuará navegando por las aguas de la bahía de Las Palmas de Gran Canaria, defendiendo su legado y transmitiendo su pasión por la Vela Latina Canaria a las generaciones venideras.

¡Que sigamos navegando, buscando la mejor bolina y siempre con el espíritu del Minerva!

Muchas gracias.


30 marzo 2024

La cartera. Soraya Santana


Parecía a todas luces que el universo se había confabulado para que ese sábado no diera mi caminata matutina como de costumbre. La verdad es que tal y como sucedieron los acontecimientos me hubiera perdido algo de vital importancia…

Me levanté mas tarde de lo habitual porque el despertador no sonó, estaba conectado, programado con la hora de siempre, la batería cargada pero simplemente no sonó. Seguramente esa fue la primera señal para que no saliera de casa esa mañana, pero yo estaba empeñado en hacerlo.  

Hice un desayuno frugal porque ya no eran horas para otra cosa y me dirigí al garaje. La idea era bajar en coche hasta el puerto y caminar en llano por el Paseo de los Poetas, pero el coche no quiso ponerse en marcha, después de intentarlo tres veces desistí. Será la batería en el mejor de los casos, pensé, ya hablaré con el mecánico. Pero no se me ocurrió pensar que ahí había otra señal

Yo seguía empeñado en salir, así que ante este repentino abandono de mi “bólido” no quedó mas opción que bajar desde el Valle hacia las callejuelas del pueblo, me tocaría saludar aquí y allá inevitablemente, pasar por delante de la iglesia y desde ahí llegar a la playa por fin. No me importaba, no sabía en ese momento porqué, pero sabía que el paseo valdría la pena.    

Salí de casa y comencé a bajar las escalinatas que comunican mi urbanización con la carretera general. Reconozco que a esas alturas del día ya empezaba a preguntarme si podía pasarme algo más…y ¡¡claro que sí podía!! Al llegar al último escalón, absorto como estaba en mis pensamientos, no me fije en que   había un objeto en el centro y lo pisé de lleno, poco faltó para hacerme tropezar. Era una cartera de hombre, en su día debió ser marrón, pero estaba sucia y desteñida, a saber, cuánto tiempo llevaría allí tirada…

Me llamó la atención un papel doblado varias veces sobre sí mismo que sobresalía por una de las esquinas. Abrí la cartera, no contenía dinero ni documentación alguna, solo el papel doblado. Lo saqué con cuidado y al hacerlo salió también una tarjeta plastificada. En ella figuraban dos nombres y una dirección: Lucas Jiménez – Lucía García. C/ Malpaís nº 26. La volví a guardar y me centré en el papel doblado. Con sumo cuidado lo fui desplegando, se veía frágil y quebradizo. Debía haberse mojado porque la tinta estaba desteñida en algunas zonas, pero aún era legible. Estaba fechada justo un mes antes y la firmaba Lucas, el mismo de la tarjeta, me supuse.  Mi curiosidad alcanzaba ya sus mayores límites así que por fin empecé a leer:  

“Querido desconocido, si estas leyendo esta carta es porque has encontrado mi cartera. Habrás encontrado también la tarjeta con mi dirección y la de Lucía. Te ruego que la busques y se la entregues. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me fui pero, sea el que sea, Lucía debe leerla. Confío en tu buena fe y espero que hagas llegar estas palabras a su destino…”  

Continué leyendo y, aunque me invadía la sensación de estar entrando en la vida privada de alguien sin permiso, mi curiosidad podía más, tenía que saber de qué se trataba todo aquello.

“…Mi querida Lucía: Perdóname por meterte a ti también en este embrollo. Me decías que dejara de fisgonear donde nadie me llamaba, que viviera mi jubilación tranquila y sin meterme en problemas, pero no te hice caso y ahora me veo vigilado y sospecho que perseguido. Voy a marcharme por un tiempo porque tal es el lío que temo por mi vida. No te preocupes. Saldré de esta, ya sabes como soy, pero necesito que hagas algo. Sobre la persona que te lleva mi cartera y esta carta, no sé si será de fiar, mi niña tú tienes buen ojo para esas cosas, así que ya decidirás si quieres contarle todo o solo darle las gracias y despedirlo. “

—Sonreí…vaya con el jubilado, no se andaba con chiquitas…-. Continué leyendo:

“Te he dejado el resto de mi mensaje en la maleta que usé para ir a Lanzarote la última vez, ya sabes dónde está. Por favor, sigue al pie de la letra mis instrucciones. Confío en tí. Lucas.”  

Ya en esta tesitura y ante tanto misterio no pude hacer otra cosa que in en busca de Lucía ¿En qué tremendo lío se podía haber metido Lucas para que su vida peligrara?  No me podía quedar con las ganas de saberlo así que hacia allá me dirigí. 

La calle Malpaís era muy conocida porque allí estaba ubicado el local de ensayo de la popular Banda Guayedra y en días importantes, como los de la Rama, se montaban los mejores tenderetes del pueblo.

Llegué al número veintiséis y toqué al timbre. Era una casa terrera, antigua, pero en buen estado, los geranios de colores en las ventanas y los visillos de encaje la hacían parecer sacada de una telenovela de los años sesenta.

Para mi sorpresa abrió la puerta una chica joven, de no más de veinte años, en lugar de la abuelita jubilada que yo esperaba. Mas tarde ella misma me contaría que no era la esposa de Lucas sino la chica que cuidaba de él desde hace varios años y que se había convertido, con el paso del tiempo, en su única familia. 

Intentando disimular mi sorpresa como pude, expliqué casi tartamudeando el motivo de mi visita. Sus ojos azules me miraban incrédulos. Le entregué la cartera y el pliego de papel con la carta de Lucas y esperé su respuesta.   Pero nada más leer las primeras líneas la emoción pudo más. Hice ademan de retroceder unos pasos para marcharme, pero se agarró de mi brazo y, entre lágrimas, me pidió por favor que me quedara. Por supuesto acepté.

Entramos en la casa y nos acomodamos en un sillón de mimbre, estábamos en una especie de patio interior lleno de helechas que colgaban del techo y fotografías antiguas decorando las blancas paredes. Se escuchaba al fondo del pasillo el canto de los pájaros. Y en ese escenario Lucía leyó en voz alta las palabras que Lucas le había dirigido. 

En uno de los laterales del patio había una única habitación y hacia allí nos dirigimos. Dentro solo la cama, una mesa de noche y un baúl antiguo. Me quedé en la puerta mientras ella se dirigía a la cama y sacaba de debajo una maleta igual de antigua que el baúl.  En su interior aparecieron varias pequeñas bolsas con lo que parecían ser muestras, jirones de ropa, dos vasos pequeños e incluso unas colillas. También había un sobre amarillo grande y una pequeña grabadora.  Del sobre sacamos varios documentos y un montón de fotografías de la calle, de los coches y de personas que ni Lucia ni yo habíamos visto nunca por el pueblo. La grabadora llevaba detrás una pegatina que decía “Enciéndeme y escucha”. Nos miramos asombrados… “…¡¡Pero qué peliculero es este hombre...!!” se le escapó a ella.  

Y eso hicimos, escuchar… El audio iba desgranando toda la aventura de Lucas desde que hace unos meses había descubierto, dos casas más allá, lo que él llamó “movimientos sospechosos” de día y de noche, chicas que entraban y salían, gente desconocida, voces a altas horas de la madrugada, coches de lujo que transitaban la calle a horas impropias… En fin, toda una retahíla de detalles que le hacían pensar que nada bueno estaba pasando allí. Se había decidido a recopilar fotografías de todo lo que pudo ver, las pruebas de que, según el, por allí se movía algo gordo y, desde luego, cualquier cosa menos honrada.

Nos costó un buen rato digerir la historia y los dos estuvimos de acuerdo en que lo mejor era llevar todo aquello a la Guardia Civil en Gáldar y poner una denuncia por la desaparición de Lucas, quien sabe si le había dado tiempo de desaparecer o los vecinos le descubrieron, se anticiparon y lo hicieron desaparecer antes.

En el cuartelillo estuvimos casi todo el día, declaración va, declaración viene. Ya bien entrada la tarde, agotados y muertos de hambre, nos volvimos para Agaete. De todo aquel material los picoletos sacaron muy buen provecho. Nos informaron pasados unos meses que se estaba montando una red de trata de personas en el pueblo y que, gracias a Lucas y sus pesquisas, habían podido paralizarla. Como siempre los cabecillas habían escapado pero el norte de la isla se había librado de unos cuantos malandrines y gente de mal vivir.   Del pobre Lucas seguimos sin saber nada, no hay ningún indicio de su muerte, pero tampoco de que siga con vida. Lucía y yo confiamos, algo nos dice que anda por esos mundos de Dios colaborando a resolver misterios y evitar delitos. 

Lucía y yo no nos hemos separado desde el día en que encontré la cartera. Las cosas del destino son así…. Y la vida te da sorpresas como las de ese día. Pero esa es ya otra historia. 


La cartera. Relato de Carmen Cabral


Mis mañanas siempre comienzan a cámara lenta, desperezarme lleva su tiempo, meterme en la ducha y prepararme, algo más. En realidad, el engranaje de mi cerebro no empieza a funcionar hasta el momento en que recibe el chute de cafeína que lo conecta al mundo real.

Una vez en el trabajo, las siete horas siguientes, transcurren en modo automático hasta que me permito un “kit kat” de 10 o 15 kms de carrera. Es ponerme la ropa de deporte, abrocharme las zapatillas, ajustarme los auriculares, enchufarme a la “playlist” de rock y me convierto en otra persona llena de energía que trota y corre por la Avenida Marítima hasta que se hace de noche.

Es noviembre, oscurece pronto, hace algo de fresco, pero con el corta vientos que llevo debajo de la sudadera, ni me entero. A la altura del Cuartel de la Guardia Civil, cruzo desde el Lady Harimaguada hacia San Cristóbal y me adentro en Vegueta. A esas horas, las calles están casi desiertas, aminoro el paso y disfruto de la tranquilidad y el silencio que destila el Barrio con más solera de la Ciudad. Bajo desde la Calle Colón hasta el Teatro Guiniguada.  Estoy enamorada del Edificio “Valse Canariote” que hace esquina entre la Calle Pelota y Mesa de León, de corte modernista y de una belleza que no puedo explicar. Son sus metales, las puertas y contraventanas pintadas en rojo, sus balcones acristalados o esas ménsulas apoyadas en piedra de la Cantería de Arucas las que me conquistan.

Mientras subo por las escaleras que me llevan a la Carretera de Tafira, me encuentro una cartera en uno de los escalones, abierta, sin nada destacable. Mi primer pensamiento me lleva a un posible ladronzuelo que se la haya birlado a un “guiri” y luego se deshizo de ella allí, o bien a alguna desgraciada pérdida personal. Miro en derredor, son casi las once de la noche, allí no hay nadie, los locales cercanos están recogiendo o cerrando, apenas pasan coches o guaguas. La recojo, no sin antes volver a mirar a derecha e izquierda, delante o detrás… ¡Nadie! 

Cruzo por lo que antes era el Barranco en dirección al Teatro Pérez Galdós, y con la prudencia y el respeto que produce registrar posesiones ajenas busco entre el contenido algún papel o documento que me indique algún indicio de la identidad del propietario. Papeles sin más, “tickets” térmicos imperceptibles por el paso del tiempo, un viejo resguardo de algún espectáculo pasado y 1.340 € en efectivo. Es una cartera usada, debe ser polipiel porque está bastante desgastada por el uso y por la forma cóncava que le otorga un largo viaje entre el bolsillo trasero de un pantalón y la curva de una nalga. 

Tras el reconocimiento inicial al billetero y al inventario de sus posesiones empiezo a sentir taquicardia, pero bueno… ¿qué me pasa? De repente, mi subconsciente empieza a librar una batalla inesperada, una batalla que no he buscado de manera intencionada, la lucha moral entre el bien y el mal, el “non plus ultra” de la conciencia. 

Me llevan los demonios mientras me dirijo de vuelta a casa, como si alguien, siguiese de cerca mis apresurados pasos. Cuando me acomodo en el sofá, no dejo de abrir y cerrar la cartera. Cuento una y otra vez el dinero, hasta verifico si los billetes pueden ser o no falsos. Una “paga extra”, me digo para motivarme, una pequeña bonificación inesperada… se convertiría en un fin de semana en Madrid, ¡ya me apetece!, ese reloj para hacer deporte que tanto me gusta o renovar el móvil… ¡Dios, menuda mierda!, ¿y si…? ¿y si…?  Estas palabras pueden resultar inocentes por separado, pero si las juntas no van a dejar de atormentarte. ¿Y si es el sueldo de una familia, la paga de pensionista, el dinero para un imprevisto? ¿y si…?

¡Joder! Menuda noche me espera: “La noche es oscura y alberga horrores” como dirían en “Juego de Tronos”.

Lo que me suponía, no he podido pegar ojo, he intentado sin éxito justificar mis intenciones primarias que están reñidas con la honestidad y la coherencia. Este dinero no tiene dueño, ni la policía podría hacer otra cosa diferente a la que yo tengo en la cabeza. No sé que caerá antes, mi argumento o mi dignidad… ¿Cuál es el riesgo de ser o no ser como los demás? El riesgo de atreverse a obtener una satisfacción instantánea, es de primero de antropología o de psicología, _ ¡qué coño sé yo! _ pero, ¿qué hay de la adrenalina, las endorfinas y todas esas mierdas que alimentan nuestras emociones?

Inicio con indiferencia mi rutina diaria, hoy si cabe, es mucho más ralentizada que la de ayer, las circunstancias no ayudan. Salgo mucho más temprano que de costumbre y primero me dirijo al cajero de mi Banco que aún sigue cerrado. Hago un ingreso de 1.300 €. Me reservo los 40 € restante para regalarme un desayuno en condiciones, en casa no he podido ni tomar el café. ¡La decisión ha sido tomada! A veces, lo malo es bueno si esa decisión no es egoísta. Estas cosas suceden a diario y no se acaba el mundo porque el dinero va y viene y… me lo sigo repitiendo de camino a la Cafetería. ¡Para ya puñetas!, hoy tengo cosas más importantes en las que pensar.

Me siento en una Terraza de la playa de Las Canteras, pido un zumo de naranja natural, un bocadillo de pata con queso tierno. Tengo ganas, necesidad de azúcar, así que me voy a comer una porción de tarta de limón, el café y una botella de agua Firgas con gas.

Mientras hago acopio de tan opíparo menú, he activado mi móvil y abro la “app” de mi Banco. Doy el último sorbo al café para que no se enfríe y me dispongo a realizar un “Bizum”. Debo corroborar los datos que por seguridad me solicita la Entidad. ¿Importe?: 1.300 € ¿Destinatario?...

Una ONG en alguna parte recibe una donación anónima procedente de una cartera sin dueño a quién esa aportación no le va a generar desgravación fiscal, ni siquiera algún reconocimiento moral.

Así debía ser, exactamente como había pensado que haría.

 El día había empezado a cámara lenta, pero definitivamente, este si que va a ser un buen día.


Carmen Cabral




25 marzo 2024

Taller de Escritura Permanente




¡Cupo de inscritos completo!


En la segunda quincena del mes de abril, comenzaré a impartir un taller de escritura, denominado «Taller de Escritura Permanente que tendrá lugar en las siguientes fechas:

15 y 29 de abril de 2024.

6 y 20 de mayo de 2024.

3 y el 17 de junio de 2024.

8 y el 22 de julio de 2024. 

9 y 23 de septiembre de 2024.

7 y 21 de octubre de 2024.

11 y 25 de noviembre de 2024.


Lugar: Biblioteca Insular.  Aula de Apoyo 2 (planta-1).  Remedios, 7,  Las Palmas GC

Horario: de 18.00 a 20.00 horas.

Imparte: Moisés Morán Vega

Formulario de inscripción:

¡Cupo de inscritos completo!

Los bloques de taller serán:

  1. La estructura narrativa.
  2. El narrador.
  3. Los personajes.
  4. El diálogo.
  5. El tiempo narrativo.
  6. El espacio narrativo.
  7. Construyendo un relato.
  8. Planificación del relato.

15 marzo 2024

La esperanza está más allá del horizonte


La esperanza es una compañera fiel en los momentos más oscuros de la vida. A veces, se oculta detrás de las nubes de la incertidumbre, pero nunca desaparece por completo y cuando menos te lo esperas, aparece para rescatarte. 

Así era como me sentía cuando emprendí un viaje en alta mar con un grupo de compañeros en busca de un futuro mejor para mí y para mi familia. Llevábamos nuestras ilusiones en la mochila, pero conforme avanzábamos, en nos perdimos en la inmensidad del océano, las olas se encargaban de arrebatarlas una a una.

El mar, inmenso e imponente, parecía quitarnos nuestras esperanzas con cada embate de sus olas. No obstante, manteníamos la fe de que alcanzaríamos nuestro destino. Pero cuando el motor de nuestra embarcación se detuvo en medio de la nada, un escalofrío recorrió mi espalda. Nos encontrábamos atrapados en un vasto océano, sin rumbo ni esperanza.

Con el paso de los días, nuestra situación se volvía más desesperada. El agua y la comida se agotaban rápidamente, dejándonos solo con de nuestro instinto de supervivencia. Recuerdo cómo, en un acto desesperado, me vi obligado a beber agua de mar, recordando un antiguo consejo sobre su supuesta capacidad para mantenernos con vida. Cada sorbo era como un trago de desesperación, pero sabía que era nuestra única oportunidad de sobrevivir.

Mis compañeros de viaje me miraban con resignación y algo de envidia, esperando el fatídico desenlace que parecía inevitable. Sin embargo, contra todo pronóstico, mi cuerpo resistió y se adaptó a cada sorbo de agua salada que yo ingería. Cada día que pasaba, cada atardecer que veíamos desvanecerse en el horizonte, era un pequeño triunfo sobre la muerte que nos acechaba en cada ola.

Fue en esos momentos de desesperación cuando descubrimos el verdadero poder de la esperanza. Aunque pareciera que mi acción estaba condenada al fracaso, nos aferrábamos a la creencia de que aún quedaba algo por lo que luchar. Y así, en medio de la inmensidad del océano, encontramos un hilo de fe que nos impulsó a seguir adelante.

A partir de un determinado momento, mis compañeros de viaje también comenzaron a beber agua de mar a sorbitos, ya convencidos que nos haría mal, si la bebían en pequeñas dosis como yo la estaba bebiendo. Yo era la prueba vivienda de que nada nos iba a pasar; llevaba cuatro días bebiendo agua de mar.

Después de dos semanas de estar a la deriva, nuestras mentes se volvieron más agudas y nuestros cuerpos más resistentes. Aprendimos a aprovechar cada recurso que la naturaleza nos ofrecía, pescábamos, no sin dificultad, pero lo hacíamos, y seguimos nuestro rumbo, llevados por las corrientes marinas y guiados las estrellas que nos acompañaban en nuestro camino durante la noche. Cada día era una nueva prueba, pero también una oportunidad para demostrar nuestra fortaleza y determinación.

A medida que pasaban las semanas, nuestras reservas de esperanza se renovaban. Habíamos sobrevivido a tormentas furiosas y noches heladas, a la sed y al hambre que amenazaban con consumirnos casi por completo. Y aunque no sabíamos si alguien nos rescataría, sabíamos que éramos capaces de enfrentar cualquier desafío que el océano nos pusiera por delante, pero no era una tarea fácil.

Finalmente, tras lo que parecieron meses de travesía interminable, divisamos tierra firme en el horizonte. Fue un momento de éxtasis indescriptible, un renacimiento después de la oscuridad. Nos aferramos unos a otros con lágrimas en los ojos, sabiendo que habíamos vencido a la adversidad y que la esperanza, esa llama eterna que arde en lo más profundo de nuestro ser, nos había guiado hasta ese momento y agradecí, en silencio, todo lo que había leído sobre el agua de mar que, al final y a la postre, nos había salvado la vida a sorbitos.

En retrospectiva, aquel viaje en alta mar se convirtió en mucho más que una simple travesía. Fue una lección de supervivencia, de resiliencia y, sobre todo, de fe en algo más grande que nosotros mismos. Porque, como aprendimos en medio de la inmensidad del océano, la esperanza es lo último que se pierde, incluso cuando todo parece perdido.


08 marzo 2024

El tren de Gran Canaria: una infraestructura innecesaria


 El Tren de Gran Canaria ha sido un tema de debate y expectación durante varios años. Aunque aún no se ha materializado, se han realizado estudios y se han propuesto diferentes planes para conectar la capital de Gran Canaria con el sur de la isla, específicamente Maspalomas. En esta entrada, exploraremos los aspectos clave relacionados con este proyecto ferroviario.

Presupuesto y Financiación

Inversión Significativa: el presupuesto estimado para la construcción de toda la infraestructura del tren asciende a cerca de 1.500 millones de euros, que según muchos expertos mantienen que esa cantidad se superá con creces. Tenemos un ejemplo claro con la Metroguagua en Las Palmas de Gran Canaria.

Fuentes de Financiación: el Cabildo de Gran Canaria confía en financiar el 85% de los 1.500 millones de euros necesarios para hacer realidad el proyecto mediante el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). El 15% restante se cubriría con una combinación de financiación estatal, autonómica, insular y privada.

Historia y Desarrollo

En 2009, se constituyó la empresa Ferrocarriles de Gran Canaria dentro de la Autoridad Única de Transporte de Gran Canaria con el objetivo de diseñar el sistema ferroviario en la isla y materializar las infraestructuras necesarias para su implantación.

Durante el mandato anterior en el Cabildo, se llevaron a cabo diferentes actuaciones relacionadas con el desarrollo del tren en el corredor sur de la isla. Sin embargo, aún no se ha determinado la fuente de financiación definitiva para su construcción.

Opiniones Divergentes

Fortalecimiento del transporte en guagua: se sugiere modernizar y expandir el sistema de transporte en guagua, argumentando su mayor flexibilidad y adaptabilidad, aumentando el número de servicios con los pueblos de Gran Canaria y el aumento de las frecuencias de las líneas más utilizadas.

Mejora de la infraestructura vial: se propone invertir en la transformación de carreteras para establer carriles esclusivos para las guaguas en vías de alta intensidad.

Impacto Ambiental: se considera que el tren podría afectar negativamente al medio ambiente, especialmente si no se toman medidas adecuadas para minimizar su huella ecológica, como plantea Ben Magec que defiende que el tren de Gran Canaria no es la solución a los problemas de movilidad, además plantea el estudio realizado hasta la fecha muestra que se trata de un proyecto que no es rentable ni para la sociedad ni para el futuro operador del tren.

Viabilidad y Beneficios: tambien se cuestiona si habrá suficiente demanda para justificar la inversión masiva en el tren. Los defensores del proyecto argumentan que podría impulsar el turismo y la economía local al mejorar la conectividad y la movilidad.

Conclusión

El tren de Gran Canaria sigue siendo un proyecto en desarrollo, y su viabilidad y construcción a medio y largo plazo están sujetas a consideraciones financieras y políticas. La decisión final debe considerar cuidadosamente estos factores y equilibrar las necesidades de la población con los recursos disponibles e invertir en infraestructuras más necesarias como las sanitarias o las educativas.


27 febrero 2024

Pregón por el día de La Isleta

 


Desde que tengo uso de razón, el barrio de La Isleta siempre ha estado presente en mi vida, en momentos felices, pero también en los tristes.

La Isleta ha tejido su presencia en mi desde la infancia. Mi abuela materna, Antonia, buscando nuevos horizontes, se estableció en el Grupo del Carmen en la década de los cincuenta. Ese conjunto de casas, ubicado a la entrada del Confital, se convirtió en un punto de encuentro familiar. Allí, junto a mi abuela, se reunían sus hijas, entre ellas mi madre, forjando un vínculo inseparable con el barrio.

El primer recuerdo que tengo de La Isleta es un recuerdo triste, muy triste. No fue otro que la muerte de mi padre, allá por el año 1971, cuando yo contaba con apenas seis años y mi tío Daniel nos trajo a mis hermanos y mí a casa de mi abuela.

A pesar de la tristeza que teñía aquel día, un destello de luz se abrió paso cuando mi tío sugirió bajar al Confital. Desde arriba veía, con claridad, la multitud de chabolas que se repartían por toda su costa, pero, a pocos pasos, había un entorno único. Encontré una nueva perspectiva que, de alguna manera, alivió el peso de la pena. La marea baja me brindó la oportunidad de explorar y examinar cada charco que se cruzaba en mi camino, transformando un día gris en una experiencia llena de fascinación. El sonido del mar y ese aroma tan particular, actuaron como un bálsamo natural, mientras que los gueldes, los cabozos, las fulas, las vacas de mar, los camarones y algún que otro pulpo, se convirtieron en protagonistas de aquel día. Cada rincón del Confital se transformó en un universo por descubrir, y la interacción con la vida marina aportó una dosis de distracción, asombro y renovada curiosidad. Incluso hoy, caminar por las piedras y charcos del Confital, me transporta a ese refugio, donde la brisa marina y el sonido de las olas me regalan una profunda sensación de calma.

Las repercusiones de la muerte de mi padre, que transformarían mi vida para siempre, aún se escondían en el horizonte que todavía estaba por descubrir, que estaría lleno de desafíos y aprendizajes que marcarían mi crecimiento y evolución a lo largo del tiempo.

A partir de aquel momento, mi relación con La Isleta tomó un nuevo rumbo. Los sábados se convirtieron en días especiales, ya que mi tío Juan venía a buscarme al barrio de Escaleritas para ir a casa de mi abuela.

El viaje desde Escaleritas hasta La Isleta se volvió un trayecto anhelado, porque yo, después de pasarme cinco días internado en la Casa del Niño, contaba los días para que llegara el sábado e irme para La Isleta. Íbamos en la antigua línea 3, y nuestra última parada era el Mercado del Puerto, un lugar lleno de vida y actividad desde primera hora de la mañana. Desde allí, emprendíamos el ascenso por la calle Faro, haciendo paradas estratégicas en algunos bares. En cada bar, mi tío pedía un pisquito de agua Firgas para mí y mientras yo disfrutaba de un buen vaso de agua, él se tomaba un pizco de ron carta blanca, que le sacaba una sonrisilla socarrona y que se le mantenía a lo largo del día.

Subíamos hasta casi el final de la calle Faro y bajábamos hacia el cine Litoral y luego subíamos por la maltrecha carretera que nos llevaba a nuestro destino, que no era otro, que la casa de mi abuela Antonia en el grupo del Carmen.

La casa de mi abuela, ubicada en el primer piso, es un recuerdo que atesoro con un cariño muy especial. Lo más destacado era, sin duda, el pequeño patio que, a mis ojos de niño, me parecía inmensamente grande, pero no lo era tanto, pero que estaba lleno de vida. Palomas, gallinas, y en ocasiones, algún conejo o pato, que se movían con libertad entre la diversa flora que allí florecía. Mi abuela había convertido los botes de pintura reciclados y bloques de picón en improvisados maceteros, donde cultivaba una amplia variedad de hierbas aromáticas, hierba-huerto, romero, perejil y orégano.

Grabadas en mi memoria están las mañanas en casa de mi abuela, que se distinguían por un aroma singular. En la penumbra, previa al amanecer, cuando el día aún se resistía a despertar, un perfume único impregnaba la casa: el inconfundible olor a mar que llegaba del Confital. Esa fragancia marina se entrelazaba con el reconfortante aroma a café colado, un ritual matutino que mi abuela, infatigable y llena de vitalidad, ejecutaba con esmero cada día.

Aquellas mañanas o tardes, dependiendo del vaivén de la marea, se quedaron grabadas en mi memoria con una nitidez asombrosa. La anticipación de esperar a que la marea estuviera baja era un ritual compartido, una puerta abierta a la aventura de «pulpiar» o mariscar en el Confital. Fue allí donde aprendí la técnica para coger pulpos, armado con una fija, un bichero y un paño blanco.

Mi tío y yo recorríamos todos los charcos cuando bajaba la marea, atentos a cualquier indicio de movimiento. Cada charco se convertía en un pequeño universo por explorar, con la esperanza de encontrar a algún intrépido pulpo dispuesto a defender su escondite. La danza del paño blanco, se convertía en un juego intrigante, donde la astucia del pulpo y mi habilidad para atraerlo se entrelazaban.

Aquellos años no fueron solo una etapa más en mi vida, sino una profunda lección que me acompañó en mi camino. La esencia de aquellos fines de semana perdura en mi memoria, recordándome la importancia de valorar los pequeños placeres, la conexión con la familia y la belleza de sumergirme en la naturaleza, una constante que siempre ha estado presente en mi vida.

Sin embargo, a medida que me adentraba en la adolescencia, una etapa que coincidió, tristemente, con la muerte de mi abuela en 1981, mi conexión con La Isleta experimentó un cambio significativo. A partir de ese momento dejé de frecuentar el barrio de manera regular, aunque aún hacía visitas esporádicas a mi tío Juan.

Pero el destino me tenía reservada una sorpresa. Me enamoré de una mujer del barrio, mi actual esposa, Irmina, y tras diez años de relación, nuestra historia de amor se consolidó con el matrimonio. Esto me llevó a mudarme a la calle Faro, marcando un nuevo capítulo en mi vínculo con La Isleta, un lugar cargado de recuerdos y significados.

La primera mañana en la calle Faro, me desperté antes del alba. Al abrir la ventana, una oleada de aromas me envolvió: el reconfortante olor a café y la fragancia marina. De inmediato, aquellos recuerdos de la infancia se precipitaron sobre mí. Había vuelto a La Isleta.

Ahora, de regreso al barrio, mi perspectiva ha cambiado. La experiencia y los años vividos me permiten verla con nuevos ojos. Y sí, todo ha cambiado, mucho más de lo que imaginaba.



En el presente, nos encontramos frente a diversos desafíos que afectan a nuestro barrio de manera significativa. La gentrificación avanza rápidamente, adueñándose del entorno de manera agigantada. La inseguridad se manifiesta en algunas zonas del barrio, escasean las zonas verdes y peatonales. La movilidad, la limpieza, el ruido y la falta de espacios para la cultura y las asociaciones son temas apremiantes. No obstante, a pesar de estos obstáculos, el barrio alberga inmensas oportunidades que debemos aprovechar y por las cuales debemos luchar.

Un aspecto clave es la gentrificación, que no solo representa un desafío, sino también una oportunidad para promover un desarrollo inclusivo y sostenible. Podríamos considerar estrategias para equilibrar el crecimiento, preservando la identidad y diversidad del barrio. La participación activa de la comunidad es esencial para garantizar que cualquier cambio refleje, verdaderamente, las necesidades y aspiraciones de los residentes.

La seguridad también debe abordarse de manera integral, trabajando en estrecha colaboración con las autoridades locales, para implementar medidas que promuevan un entorno seguro e integrador.

Además, la creación de más espacios verdes y peatonales no solo contribuiría a mejorar la calidad de vida, sino que también podría mitigar problemas de movilidad y ruido.

Respecto a la gestión de locales y espacios públicos, la comunidad podría impulsar iniciativas para asumir la responsabilidad de dichos lugares, fomentando su uso para actividades culturales y eventos comunitarios. La recuperación de espacios históricos, como el Canarias 50 o el edificio RACSA, podrían convertirse en proyectos emblemáticos que fortalezcan el sentido de pertenencia y la conexión entre los residentes.

En cuanto a la movilidad, es crucial abogar por un sistema que garantice seguridad y accesibilidad para todos. Esto podría incluir la implementación de ciclovías, la mejora del transporte público y la creación de áreas peatonales amigables.

Por último, la colaboración con el ayuntamiento es esencial. Trabajar en conjunto para mejorar los servicios públicos, asegurando que estén a la altura de las necesidades de la comunidad, contribuirá a construir un barrio más vibrante y próspero.

Es el momento de convertir los desafíos, en oportunidades y trabajar de manera conjunta por un futuro mejor para La Isleta. Un barrio donde la calidad de vida sea una prioridad, la participación ciudadana sea un pilar fundamental y el desarrollo sostenible sea un objetivo compartido por todos. La colaboración entre vecinos, autoridades y entidades privadas será la clave para forjar un futuro vibrante y próspero.


Muchas gracias.

¡Viva La Isleta!


23 febrero 2024

Un palo en la rueda de la Vela Latina Canaria

 


Esta noche me enteré de una triste noticia para la Vela Latina Canaria de Botes y la noticia era que el presidente de esta federación, Bernardo Salom, les comunicó a dos miembros activos del Comité de Regatas que no les iba a renovar la licencia para esta temporada. Estos dos miembros del comité no son unos que pasaban por allí, son Fernando Cambres y Rosana Brehcist, dos profesionales como la copa de un pino y que llevan muchísimos años vinculados a los botes y entregados, de cuerpo y alma, al Comité de Regatas.

Desconozco las razones por las cuales el presidente de la Federación ha tomado esa decisión, pero, sean las que sean, no las comparto ni las compartiré porque quitarte a dos profesionales de la talla de Fernando y Rosana es un error ya no solo de cálculo sino de estrategia de futuro.

Cuando ostentas la presidencia de un ente como la Federación de Vela Latina Canaria de Botes tienes que estar por encima de muchas cosas, tener cintura y mandíbula para aguantar las críticas constructivas, vengan de donde vengan, y si estas vienen de Fernando o Rosana, yo me las tomaría en serio, porque cuando hablan de seguridad en el campo de regatas o de las instrucciones de regatas saben de lo que están hablando.

Yo pensaba que el Comité de Regatas era un ente independiente, vinculado a la federación, pero independiente, pero resulta que no lo es y eso es un asunto que nos debe preocupar a los que participamos de alguna o de otra manera en este deporte.

No renovar la licencia a Fernando y Rosana es otro elemento que me hace pensar que nuestro deporte no pasa por su mejor momento, que algo huele a podrido en Dinamarca, pero como dicen muchos: tenemos lo que nos merecemos.

Personalmente, siento mucho la perdida de estos dos profesionales que me enseñaron muchísimo cuando fui miembro de Comité de Regatas, y me llevé de ellos consejos y experiencias que no olvidaré, que me hicieron ver el mundo de los botes desde otra perspectiva y que me hizo crecer como botero.

Solo espero que se recapacite y que el presidente se quite el palo que ha metido en su rueda.

07 enero 2024

En un banco del parque


En la quietud de tus días, aguardabas la compañía serena de Molly, tu fiel perra, y hallabas consuelo en los fragmentos de alegría que tu vida rutinaria te entregaba. Un paseo, una lectura, el canto de un pájaro y los dibujos irreverentes de las nubes. Sin embargo, el amor te sorprendió como una brisa inesperada cuando, en un banco del parque, la encontraste, inmersa en la magia de las palabras.

Tu corazón latió con fuerza cuando la viste y un escalofrío recorrió tu espalda al decidirte a sentarte a su lado. Sin palabras, compartieron ese instante, una mirada indiscreta, un suspiro, una sonrisa y un adios en el silencio tejido entre ambos como un hilo invisible, pero profundo. Al amanecer del día siguiente, regresaste al mismo rincón y, sin necesidad de expresar lo innombrable, compartiste nuevamente ese espacio silente.

Así transcurrieron los años, en complicidad callada, sin ir más alla de saludo silencioso, de la sonrisa complice y del hasta mañana. En el banco compartido, encontraste un refugio donde las palabras eran innecesarias. La presencia mutua, el simple hecho de estar allí, resonaba con una sinfonía de entendimiento que solo el corazón podía componer.

Cada día era una nueva página en el libro de su historia, una historia escrita en la tinta invisible de los gestos y las miradas. Los pequeños momentos se convertían en tesoros compartidos, fragmentos de felicidad que se acumulaban en el cofre de su conexión silenciosa.

Aprendiste que el amor, a veces, se esconde en el espacio entre las palabras, en la comunión de almas que se entienden sin necesidad de explicación. En la serenidad de esos años juntos, descubriste que la verdadera dicha reside en esos pequeños momentos que, aunque parezcan efímeros, son los cimientos de una felicidad duradera y eterna.