19 junio 2018

Una cuestión inesperada



Pascual se levantó temprano, como siempre. La rutina le había marcado el paso desde que tenía quince años, cuando comenzó a trabajar y no había dejado de hacerlo, incluso, después de su jubilación.  Se dirigió a la nevera con paso cansino, la abrió y comprobó  que no tenía nada; ni siquiera un bote de leche para hacerse el cortado de las mañanas. Se acercó a la cómoda, abrió el cajón y allí estaban los últimos treinta euros que tenía. Suficientes para hacer la compra de la semana, hasta que le ingresaran los novecientos euros de la pensión.  Cogió los treinta euros y pensó de qué le habían servido los más de cuarenta y cinco años de trabajo trabajando en la tabaquera. Solo para romperse el lomo. 
Se vistió con el chándal azul que siempre tenía más a mano. Lo más cómodo y práctico. Atrás habían quedado los días en los que le gustaba emperifollarse con alguno de los treinta y dos trajes que llegó a tener, pero cinco años antes de la jubilación comenzó a querer salir menos; perdió el gusto de sentirse un dandi y se sentía más que a gusto en su cueva, como él denominada a su casa.
Fue al supermercado caminando, que estaba a más de medio kilómetro de su casa y llenó una cesta con los productos principales, pan, leche, fruta, carne, algo de verdura y un poco de embutido. Salió con cinco bolsas dispuesto a regresar a su casa, pero se detuvo, un dolor intenso le bajó desde la cadera hasta el talón y le paralizó el pie derecho. La ciática estaba volviendo a hacer de las suyas. Soltó las bolsas en el suelo y se apoyó en un árbol cercano para coger un poco de respiro. Se metió la mano en el bolsillo y sacó los cinco céntimos que le había devuelto el cajero. Vio un taxi, levantó la mano como pudo, el taxista paró muy cerca suyo, se subió y con un quejido le indicó donde quería ir. 
Una mujer rubia observaba la escena desde la otra acera, cruzó y llegó al lugar donde estaba Pascual, miró a un lado y otro, mientras veía como Pascual se alejaba en el taxi. Cogió las cinco bolsas y se marchó calle abajo con la compra de la semana.
Por el camino, Pascual se percató de dos cosas: que había perdido la compra y que sería muy difícil explicarle al taxista que solo tenía cinco céntimos para pagarle la carrera.

Fuente de la imagen: Pixabay