11 abril 2015

¿Qué he visto? Un trozo invisible de este mundo de Juan Diego Botto


Ayer tocaba teatro y fui a ver Un trozo invisible de este mundo de Juan Diego Botto
Llegué al Cuyás temprano, no me gusta llegar tarde a ningún sitio, me tomé un zumo multifrutas y al turrón. La obra comenzó diez minutos tarde y el retraso me cabreó un poco, incluso lo «tuiteé», pero después de ver la obra y reflexionando, creo que fue a posta. Diego Botto nos puso en materia, nos sublevó un poco, nos preparó para ver la obra. Nos quiso dar a entender que hay cosas más importantes que el que un espectáculo comience tarde y que hay que coger la vida como te viene. La espera valió la pena.
Cuando voy al teatro, voy a pelo, es decir, sin leerme nada del argumento, quiero partir de cero y que sean los actores los que me cuenten la historia. Y así fue.
Los monólogos de Botto fueron espectaculares, poniendo sobre la mesa la dura realidad de la inmigración y de la represión de las dictaduras, haciéndonos partícipes y metiéndonos en el papel con unos diálogos sencillos, pero profundos, llenos de ironía y de humor muy negro.
El monólogo que más me gustó fue el último, sublime, donde Diego se mete hasta los tuétanos en el papel, quizás porque esa historia la tiene grabada a sangre en su cabeza.
Mención especial para Astrid Jones que interpretó el papel de Samba Martine, una congoleña que murió después de pasar cuarenta días encerrada en un Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche. Se metió al público en el bolsillo desde la primera frase y bordó su interpretación. Magnífica.
Al final el público reconoció el trabajo con varios minutos de aplausos y poniéndose en pie. Un reconocimiento merecido para un trabajo serio, riguroso y sobre todo comprometido. ¡Bravísimo!
Después de ver la obra, los premios Max totalmente merecidos.
Si tienen oportunidad de ver la obra, no se la pierdan. Disfrutarán del teatro.