30 julio 2020

Copia desmejorada



Lo había visto en multitud de ocasiones. Una copia exacta de él. Quizás un poco más viejo y, quizás, con menos suerte en la vida, porque allí, tirado en una esquina decrépita, rodeado de
cartones y de un carro de supermercado, nadie juraría que aquel hombre podría ser su hermano.
Su madre le había jurado y perjurado que él era hijo único y que nunca tuvo ningún hermano.
Una noche decidió que tenía que averiguarlo. Se armó de valor y fue a su encuentro. Se detuvo frente a él y no sintió nada. Estaba dormido sobre un montón de cartones meados, acurrucado como
si buscara algo que nunca tuvo, abrazado a un cartón de vino barato que goteaba en sus manos.
El sintecho se despertó sintiéndose observado. Se sentó, lo miró durante unos instantes, tiró el cartón de vino rancio a un lado y le dijo con una voz ronca:
—Por fin has llegado.