13 febrero 2019

Caminata al Charco Azul

Hoy salimos a eso de las 9.15 con destino al Charco Azul, un paraje que había oído de su existencia, pero que nunca había visitado. Fue una visita familiar, ya que fuimos mis dos hermanas, la mayor y la menor, y mi hijo. 
El Charco Azul está cerca del Risco, un poblado que pertenece al municipio de Agaete y que te encontrarás con él de camino al pueblo de la Aldea de San Nicolás. 
Nosotros llegamos al Risco antes de las once de la mañana. El día acompañaba porque estaba soleado, no hacía viento y la temperatura era de unos veinte grados. Perfecto para realizar una caminata sin complicación y muy fácil de realizar, aunque, con tiempo de lluvia, hay que ser precavidos y dejarla para otro día porque cuando llueve, esos barrancos llevan mucha fuerza y pueden ser peligrosos.
Atravesamos el barrio del Risco y, siguiendo las indicaciones de los amables vecinos y de la cartelería, llegamos al sendero que nos conduciría hasta nuestro destino. Lo primero que nos sorprendió fue el verde de la vegetación y la floración de algunas plantas y es que nuestra tierra es agradecida; recordé que en el pasado mes de noviembre llovió con ganas en Gran Canaria y su resultado fue la explosión de la naturaleza a la que estábamos asistiendo.
Cuando llegamos a la base del barranco ya comenzamos a oír el sonido del agua y pudimos ver los riachuelos de agua cristalina que corrían barranco abajo fruto de las lluvias pasadas.
Fuente: propia
Continuamos subiendo barranco arriba, siguiendo el sendero y con nuestro destino siempre a la vista, porque lo teníamos localizado, en forma de risco blanco que se divisaba en el fondo. 
A medio camino nos sentamos a disfrutar del sonido del agua que corrían por los riachuelos, que no es muy común en nuestras islas, y del canto los pájaros, sobre todo del canto del Canario del Monte que era maravilloso.
Después continuamos, siempre acompañados por los pequeños riachuelos de agua cristalina, luego pasamos la zona de más dificultad y, por fin, llegamos al Charco Azul que estaba en al base de un gran risco que se denomina Tamadaba.
El Charco Azul estaba lleno y rebosando porque seguía cayendo agua proveniente de las cumbres. Pensábamos darnos un baño, pero tocamos el agua y estaba muy fría, así que lo dejamos estar. Allí permanecimos durante un rato para reponer fuerzas, beber agua, comer algunos frutos secos y disfrutar del increíble paisaje que nos brindaba la naturaleza.
Fuente: propia
Al terminar de disfrutar del premio a nuestra caminata mañanera, decidimos regresar y seguir nuestro camino hacia la Aldea de San Nicolás.