31 mayo 2018

No sin agua. Primera parte

El historia que les presento es un cuento futurista que he dividido en dos partes para que pueda ser leído con tranquilidad y nos relata el problema que podemos tener con la gestión del agua si no actuamos con sentido común.

I

Me llamo Marla y en mi pueblo casi no quedaba agua. Sabíamos que la falta de agua era un problema muy serio, tanto, que a la entrada había una inmensa pantalla digital que contabilizaba los metros cúbicos que se gastaban minuto a minuto; era, según nuestro alcalde, una manera de tomar conciencia de lo importante que era el agua para nuestras vidas.
Lo cierto era que, desde que nacimos, éramos conscientes de lo fundamental que era el agua para nuestras vidas y no hacía falta ninguna pantalla digital para que supiésemos lo importante que era el líquido elemento.
Nuestra vida giraba en torno a ella, desde que nos levantábamos hasta que nos íbamos a la cama; el estaba presente en la mayor parte de nuestras actividades, porque, de una manera o de otra, nos recordaban que teníamos que usarla de forma consciente y limitada.
En mi pueblo siempre hubo problemas con el abastecimiento y los cortes en el suministro eran muy frecuentes, de una hora, de tres, de siete, hasta que empezaron a cortarla un día, tres, siete y quince.
Nos fuimos acostumbrando a los cortes y a ahorrar todo el agua que fuera posible, para que nos durara de corte en corte, llenando todos los recipientes que se pudieran llenar, bañeras, baldes, bidones, garrafas, botellas y palanganas.
La situación se hizo insostenible cuando la empresa que gestionaba el agua subió tanto los precios, que el agua se convirtió en un producto de lujo que pocos podían pagar y el pueblo no tuvo otra alternativa que echarse a la calle a protestar; se levantaron barricadas, se cortaron calles y nos enfrentamos contra las autoridades y la guerra del agua duró más de una semana hasta que por fin el gobierno central intervino.
El gobierno era consciente de que el agua se había convertido en uno de los problemas más graves que tenía que resolver, porque la falta de agua corriente no solo era un problema que afectaba a nuestro pueblo, sino que afectaba a muchos otros pueblos y, sobre todo, a las grandes ciudades, que sabían cómo resolver ese grave problema.
Al gobierno no le quedó otra alternativa que intervenir y sacó la primera Ley del Agua en la que se establecían los precios mínimos para intentar controlar la especulación, pero no valió de nada, porque las compañías buscaron fórmulas legales para seguir subiéndolos, basándose en que los costes de producción eran muy elevados y no había manera de bajar los precios si no había, de por medio, algún tipo de ayuda por parte del Estado.
Como casi siempre ocurre, la Ley del Agua no gustó a nadie y se la tachó de favorecer a los más pudientes y dejar de la mano de Dios a los más desfavorecidos que tenían que hacer mil y unas peripecias para gastar la menor agua posible, poder llegar a fin de mes y poder comer.
Lo cierto era que la ley venía a favorecer a los que más tenían y que se podían permitir el lujo de pagar los altísimos precios del agua. En cambio, los más pobres teníamos elegir entre comer o renunciar a unos litros de agua para poder llevar una vida digna.
Por ejemplo, en mi casa padecíamos, en carne propia, los problemas del agua porque mis padres tenían que elegir, un mes sí y otro también, entre tener agua corriente cada cinco o siete días o comer de manera digna y optaron por, no solo restringir el agua, sino también restringir la comida, porque si no lo hacíamos así la vida en mi casa sería insostenible.
Era duro tener que estar eligiendo sobre la comida o el agua; ambos elementos fundamentales para la vida, pero no había otro camino.
Sin embargo, la cuestión a la que nos enfrentábamos era diferente, porque jamás nos habíamos enfrentado a un futuro sin agua, y sin agua, no había futuro.
Nuestro pueblo estaba en el interior, a miles de kilómetros del mar, rodeado de interminables páramos y con un gran desierto al sur, que iba creciendo año a año y que amenazaba con tragárselo en unos años si no poníamos remedio.
En las ciudades y pueblos cercanos al mar habían solucionado el problema con las potabilizadoras, que transformaban el agua salada en agua potable, utilizando como motores los molinos gigantes de viento que combinaban con la energía del mar y la fotovoltaica, porque el petróleo se había agotado hacía más de treinta años.
Sabíamos que se habían construido acueductos que transportaban el agua desde el mar hacia el interior y que, incluso, se estaban utilizando los oleoductos y gasoductos para llevar el líquido elemento hacia los lugares donde el agua escaseaba. Habíamos visto y oído que habían logrado llevarla hasta poblaciones que estaban a ocho mil kilómetros, pero nuestro pueblo estaba demasiado lejos, quedó fuera de los planes quinquenales del gobierno central y prometieron que, en tres años, las tuberías llegarían a nuestras casas. Sin embargo, nosotros no podíamos esperar; teníamos que buscar una solución definitiva y económica.
En mi casa el problema parecía no importar. De alguna manera se aceptaba la situación y yo no estaba dispuesta a aceptarla. Así que una noche, después de una fuerte discusión con mis padres, subí a mi habitación y me senté en la cama, me puse las gafas del procesador y activé la pantalla gigante que se proyectó en la pared. Volví a hacer una búsqueda sobre las soluciones para buscar el agua y todas eran soluciones tecnológicas, muy caras y todas estaban en manos de las compañías. Seguí buscando hasta que encontré un vídeo en el que hablaban del problema del agua. Los visualicé hasta el final y allí había varios enlaces relacionados con el tema. Los leí todos, hasta que llegué a un enlace que se llamaba «Emeterio, el buscador de agua». Sentí curiosidad y lo abrí y me encontré con el vídeo de un anciano que tendría más de cien años, erguido como una caña de río, sonriente y que hablaba de su forma de buscar agua. Una fórmula bastante primitiva, pero efectiva y que, según él, nunca fallaba. Activé el geolocalizador y me lo ubicó a cien kilómetros de mi pueblo, hacia el sur, justo donde empezaba el desierto de Cleoorta. El pueblo de Emeterio se llamaba Aunpurn.
II
Busqué si el viejo tenía activado la vídeo llamada, pero no, no la tenía, así que me tocaba viajar a su pueblo para poder hablar con él. Sin pensarlo mucho, reservé un taxi sin conductor para la mañana siguiente y estaría en Aunpurn en quince minutos.
A la mañana siguiente cogí el taxi, volamos hacia Aunpurn y llegamos a la hora prevista. El pueblo parecía que había sido abandonado, aunque el censo decía que vivían trescientas personas, yo no las vi por ningún lado. Las casas estaban cerradas a cal y canto y no había ni un alma en la calle. Seguí las indicaciones de mis gafas digitales y caminé diez minutos hasta que llegué a las afueras del pueblo. El sistema operativo de las gafas me informó que había llegado a mi destino. Allí había una casa, distinta de las que había visto hasta el momento. Blanca, con una puerta azul, dos ventanas a los lados y otra ventana a escasos metros de la puerta. Me acerqué y al instante se activó una pantalla en la puerta azul que me preguntó que qué deseaba. Le dije al ordenador que quería hablar con el señor Emeterio. Esperé la respuesta, pero la puerta se abrió al instante y entré.
La estancia era minimalista, con los muebles indispensables, una hamaca al fondo de la estancia y muchos cojines gigantes por el suelo. La sala estaba iluminada por la claraboya gigante que había en el techo del salón. Se oía música, pero muy bajita. Distinguía un piano, una trompeta y la voz quebrada de una mujer. Esperé, pero al poco me dirigí despacio hacia el fondo, donde estaba la hamaca. Al llegar allí, pregunté:
—¿Señor Emeterio?
—Aquí estamos, señorita, aquí estamos.
Apareció por el fondo, caminando muy despacio y con un vaso lleno de agua.
—Aquí tiene un buen vaso de agua, con un chorrito de limón que le vendrá muy bien.
Cogí el vaso y me bebí el agua de un solo trago. Estaba fresca y distinta a la que solíamos beber en nuestro pueblo.
—Uhmm, está muy rica, sin ese sabor a tierra.
—Claro que sabe distinta, porque no es agua desalada. Es agua del pozo que está justo debajo de esta casa y del único acuífero que todavía no se ha secado. Es la mejor agua que vas a beber en mucho tiempo.
—Sí, lo sé y más en los tiempos que corren en los que el agua escasea tanto.
—¿Cómo te llamas y a qué debo el honor de tu visita?
—Me llamo Marla y he venido a que me enseñe a buscar agua, esa técnica que explica en los vídeos de Internet. No le robaré mucho tiempo.
El viejo se dirigió hacia la hamaca y se acostó en ella.
—No tengo inconveniente en enseñarte la técnica, pero no te servirá de nada. No hay agua que buscar. Los acuíferos están secos y hasta que no vuelva a llover no se llenarán. Hace muchos años, tú no habías nacido, los acuíferos se alimentaban de la nieve perpetua de las altas montañas, pero con el cambio climático y el calentamiento de la tierra, no hay nieve. Ahora solo dependemos de la lluvia y cada vez llueve menos.
Pensé en lo que me decía. Así era. Llovía dos veces al año. Caían dos gotas de agua y poco más. El clima había cambiado desde hacía mucho tiempo.
—Entonces no le molesto más. Gracias por recibirme. Llamaré a un taxi —le dije, después de dejar el vaso de agua sobre una mesa.
—Tendrás que quedarte aquí hasta mañana, porque se acerca una tormenta de arena.
—¿La tormenta es inminente?
—Sí, es de las gordas. No te preocupes, podrás dormir aquí y mañana podrás irte. Tengo una habitación de invitados. Así tendremos tiempo de hablar y contarte lo que sé.
—Lo siento, lo menos que quiero es molestar. Tendría que haber venido otro día.
—No importa. Estaremos bien. Puedes sentarte en uno de esos cojines.
Me senté en uno que estaba frente a la hamaca. Recordé que no les había dicho nada a mis padres, así que los llamé, les dije dónde estaba y que regresaría mañana.
—Asunto arreglado, me quedaré aquí esta noche.
—Entonces querías ser zahorí —me dijo con una sonrisa.
—Sí, que me enseñara a buscar agua. En mi pueblo lo estamos pasando muy mal. Las familias solo trabajan para pagar el agua. Ya casi no tenemos para otra cosa.
El zahorí se mantuvo en silencio durante un tiempo y luego me dijo:
—Sí, el agua es un negocio muy lucrativo. Antes lo era el petróleo. Muchas multinacionales lo han visto claro desde el principio y no se equivocaron.
—No entiendo qué quiere decir.
—Lo que quiero decir es que las compañías multinacionales del agua, esas que la desalan y la llevan por todo el mundo, las que han comprado los acuíferos y los pozos, a ellas no les interesa que haya un acceso universal y gratuito al agua. Es su negocio.
—Ese acceso universal y gratuito es una quimera, Emeterio. Todo el mundo lo sabe. Solo pueden producir agua las compañías.
—Ya pasó hace más de setenta años con el petróleo, cuando se acabó comenzaron a salir toda clase de motores que funcionaban con aire comprimido, con electricidad, con luz solar, con agua, con hidrógeno, etcétera, etcétera. Esos motores estaban inventados cuando todavía había petróleo, pero las petroleras compraron sus patentes para explotarlas en el futuro y es lo que están haciendo con el agua. Hoy por hoy hay sistemas para producir agua a escala local, es decir, sistemas capaces de producir cuarenta o cincuenta litros de agua diarios, pero las compañías han comprado las patentes y nadie las puede producir ni vender. El agua es un negocio muy lucrativo tanto o más que el petróleo porque podemos vivir sin energía eléctrica, pero no sin agua.

30 mayo 2018

Posando en la bicicleta

No hay mejor manera de posar que en una bicicleta; tiene su encanto.
There is no better way to pose than on a bicycle; it has its charm.

29 mayo 2018

Añorando los paseos del verano

Todas las estaciones tienen su encanto, pero yo, prefiero la primavera y el verano, por aquello de disfrutar de la playa del sol, del mar, de los atardeceres y de la tranquilidad.
All seasons have their charm, but I prefer spring and summer to enjoy the beach of the sun, the sea, sunsets and tranquility.

27 mayo 2018

SIEMPRE ESTARÁS EN MÍ-MICROTEATRO

ESCENA I

(Tenerife. Icod de los Vinos 20 de julio de 1936. Puerta del Convento de San Agustín. Tres de la mañana. Un hombre está frente a la puerta del convento. Viste totalmente de negro y lleva un sombrero también negro. Toca en varias ocasiones, pero nadie le responde. Insiste hasta que se abre la puerta y aparece un monje. Se quedan dos hombres un momento observándose sin decir nada.)
MONJE: ¿Qué desea, hermano?
MANUEL: ¿Quiero hablar con el abate?
MONJE: El abate duerme y no podemos molestarlo a estas horas.
MANUEL: (Da dos pasos hacia el monje y se quita el sombrero). Despiértelo es un asunto muy importante, muy urgente. Necesito hablar con él.
MONJE: (Da un paso hacia delante. Se quedan los dos hombres uno frente al otro. A un palmo). Ya le he dicho que no podemos molestarlo. Venga mañana por la mañana y veremos si lo puede atender. Usted sabrá cómo están las cosas. Me imagino que estará al corriente de la situación en las islas. ¿Usted sabe que hay un toque de queda?
(Silencio largo)
MANUEL: Sí, lo sé. Mire, dígale al abate Francisco que está aquí su hermano Manuel.
MONJE: (Asombrado) ¿Es usted su hermano?
MANUEL: Sí, soy su hermano.
(Silencio largo)
MONJE: (El monje abre la puerta y da unos pasos hacia atrás) Pase.
Manuel entra, el monje mira a un lado y otro de la calle, entra y cierra la puerta.

ESCENA II

(Interior del convento. Manuel está de pie. Le tiemblan las manos, intenta controlar el temblor agarrando el sombrero y mira de un lado para otro. Se oyen unos pasos y aparece en escena hombre que camina despacio y se acerca a él. Se miran en silencio durante unos instantes. Manuel da un paso y lo coge de las manos. Francisco las baja y se las suelta.)
FRANCISCO: ¿Cuánto tiempo ha pasado, Manuel? Hace muchísimo tiempo que no sé de ti.
MANUEL: Sí, pues veinte años. Justo cuando recibiste aquella llamada.
FRANCISCO: ¿Qué llamada? No, sé de qué me hablas.
MANUEL: (Manuel sonríe) La llamada de Dios, Francisco. Esa llamada cambió tu vida y también la mia.
(Silencio largo)
FRANCISCO: (Lo coge de la mano) Ven, vamos a mi cuarto. Allí tendremos más intimidad y me cuentas qué haces aquí y qué quieres de mí.

ESCENA III

(Cuarto de Francisco. Solo hay una cama, una pequeña ventana, un crucifijo encima del cabecero y una silla. Francisco está sentado en la cama y Manuel en la silla)
FRANCISCO: A ver, cuéntame, ¿qué haces aquí?
MANUEL: (Manuel se levanta, mira por la ventana y le da la espalda a Francisco.) Quiero que me ayudes. Estoy en peligro. Llevo desde el 19 de julio escondido. Salí a pie de Santa Cruz cuando supe que en Las Palmas había triunfado el golpe del General Franco y empezaron a detener a todos mis compañeros de la CNT. Tuve suerte que me avisaron a tiempo. Estoy reventado. No he parado ni para comer.
FRANCISCO: ¿Cómo sabías que estaba aquí? Estuve muchos años en España.
MANUEL: María me mantenía informado de todos tus pasos.
FRANCISCO: María siempre fue un alcahuete. ¡Cómo le gustaba un chisme! (Silencio largo) Entonces vienes huyendo.
MANUEL: (Se gira y se pone delante de Francisco) Sí, como un criminal, como una hiena, como si hubiera asesinado a alguien y solo he defendido los derechos y las libertades.
FRANCISCO: (Se levanta y se queda frente a él) Siempre fuiste tan impulsivo, tan valiente, tan hombre.
MANUEL: ¿Valiente, dices? Si fuera valiente estaría encerrado en una cárcel por defender mis ideas, pero estoy aquí porque tengo miedo, Francisco, miedo a la muerte, miedo a que me torturen, que me peguen un tiro en cabeza y que me tiren a un pozo.
FRANCISCO: (Francisco le coge las manos y le sonríe.) El miedo no es de cobardes, Manuel, el miedo te mantiene con vida. El miedo ha hecho que estés aquí esta noche. De nada vale ser un valiente, sin te pegan un tiro en la nuca.
MANUEL: ¿Tú tuviste miedo, Francisco, cuando te marchaste sin despedirte de mí?
FRANCISCO: Sí, también tuve miedo, mucho miedo y también hui como un cobarde. Miedo al que dirán, miedo al amor y solo encontré una salida, una respuesta y esa respuesta estaba en Dios.
(Silencio largo)
MANUEL: (Le suelta las manos) Sabes que yo te quería con locura, lo hubiera dejado todo por ti. No comprendí nada cuando te fuiste. Me dejaste solo.
FRANCISCO: (Se vuelve a sentar en la cama) Sí, yo también te quería y aún te quiero. ¿Sabes una cosa? Rezo todas las noches por ti, por mi amigo, me querido y amado amigo Manuel.
(Manuel lo coge de las manos, lo levanta y le da un abrazo. Los dos se abrazan con fuerza y los dos lloran)
MANUEL: (Se separa de su amigo lentamente y lo mira a los ojos) Todo aquello se quemó porque tenía que quemarse. Ya sabes eso que dicen, que nuestra vida es como una casa incendiada a la que esperamos que se queme por completo. Aquella habitación que compartimos, todo aquello se quemó por completo. Ahora estoy aquí asustado y perseguido, pidiéndote ayuda. Que me escondas y que me ayudes a escapar del tiro en la nuca.
FRANCISCO: No te preocupes, te ayudaré, Manuel. Si tuviera el cielo te lo entrega en bandeja. Tenerte delante de mí. Es (Mueve la cabeza de un lado para otro), es, es. ¡Maldita sea! ¡Es maravilloso! No sabes la de veces que he soñado con este momento. De volver a verte, de encontrarnos, pero siempre supe que eso era del todo imposible.
MANUEL: Yo también pensé mucho en ti. Siempre te tenía presente, incluso pensé en venir a visitarte. Sin embargo, siempre había algo que me lo impedía. Me volqué con el trabajo, en mis ideas para olvidarme de ti, de tus besos, de tus caricias, de tu ternura, Francisco. De todo aquello que me dabas solo con una mirada, con esa media sonrisa que siempre tenías para mí, sin decírmelo, me decías; no te preocupes, estoy aquí.
FRANCISCO: Éramos únicos, pero yo fui el cobarde, aquel que te dejó tirado, aquel que se fue porque sintió terror a lo que estaba sintiendo, pero aquello ya pasó, como tú dices, ahora tenemos que pensar en cómo sacarte de aquí. Los militares están por todos lados. Ya pensaré algo. Acuéstate y descansa. Aquí estás a salvo. Nadie entrará.
(Francisco se levanta y se pone al lado de su amigo. Le va quitando la ropa, hasta que se queda totalmente desnudo. Lo observa por unos instantes y lo mira de arriba abajo.)
FRANCISCO: Había olvidado lo hermoso que eras, fuerte como un roble. Toma (Le entrega un camisón de lino blanco) pote esto y descansa.
(Manuel se pone el camisón en silencio y se acuesta. Francisco se siente en la cama y lo observa)
MANUEL: Gracias, amigo. Gracias.
FRANCISCO: Descansa, Manuel descansa.
(El escenario se queda totalmente a oscuras, hasta que poco a poco se vuelve a iluminar por completo.)

ESCENA IV

(Manuel está sentado en la cama y su amigo Francisco está de pie con una bandeja con leche, queso y pan.)
FRANCISCO: Has dormido dos días.
MANUEL: ¿Dos días?
FRANCISCO: Sí, dos días. Toma, come, tienes que reponer fuerzas. Vas a hacer un gran viaje.
MANUEL: ¿Un gran viaje?
FRANCISCO: Sí, en quince días te sacaré de la isla con rumbo a México. Unos monjes Agustinos salen hacia allí. Ya está todo hablado.
(Manuel se levanta y abraza a su amigo con fuerza)
MANUEL: ¡Gracias, Francisco, gracias! ¡No sé cómo te lo podré pagar!
FRANCISCO: Ya me lo pagado. Tenerte a mi lado es suficiente pago. Pensé que jamás te vería, pero Dios es grande, Manuel y sabe que el amor puro no conoce de género, es amor y nada más.
MANUEL: (Se le queda mirando durante unos instantes y le coge las manos) Vente conmigo, Francisco, retomemos lo dejamos hace veinte años. En México no habrá barreras, nadie nos conoce y podremos vivir libres y disfrutar del amor que sentimos.
(Silencio largo)
FRANCISCO: Sabes que siempre fui un hombre de principios. Cuando decidí hacerme Agustino sabía que tendría que renunciar a todo lo que hasta ese momento formaba parte de mí y tú eras el pilar básico de mi vida. Me comprometí con Dios y con los más pobres.
MANUEL: Pero ya le has entregado lo mejor de tu vida a la orden, ahora te toca ser feliz. Me encantaría tenerte de nuevo a mi lado, Francisco. Volver a sentir lo que sentía, aquellos temblores incontrolables cuando te acercabas a mí, aquel fuego que me quemaba por dentro. Jamás lo he vuelto a sentir. Nadie me ha hecho más feliz que tú, nadie. Hoy estás aquí y tenemos la posibilidad de retomar lo que dejamos en el camino. Se que aún me quieres y que me deseas.
FRANCISCO: (Le suelta las manos y se sienta en la cama, mientras Manuel como algo de pan y queso.) Sí, te quiero, incluso te deseo, siento esas ganas locas que me vuelvas a besar y de sentirte dentro de mí, ¡Sí, maldita, sea, sí, claro que me gustaría cometer una locura por una vez en mi vida! Lo llevo pensando todos estos días. Irme con el amor de vida. Sin embargo, Manuel, no puedo irme y menos ahora, en este momento. ¿Sabes cómo están las calles? El miedo está por todas partes, en cada puerta, en cada aldaba que suena en la madrugada, en cada voz, en cada grito y en cada paso que se da.
MANUEL: Ya lo sé.
FRANCISCO: No, no lo sabes. Yo salgo y palpo el miedo en las miradas, en los gestos. Ayer lo pensé, Manuel, me convertiré en ti.
MANUEL: ¿Qué dices? No te entiendo, Francisco.
FRANCISCO: Lo fácil es irme contigo y olvidarme del sufrimiento de los demás, de los que necesitan una mano amiga, un aliento y un consuelo antes el sufrimiento. ¿Tú que harías, amigo? (Manuel hace un amago de contestar, pero su amigo le hace un gesto para que no hable) No, no me la digas, porque ya sé la respuesta. No voy a huir como hice hace veinte años.
(Silencio.)
FRANCISCO: No voy a marchar contigo, Manuel. Sé que, si tu fueras yo, te quedarías y que harías lo imposible por ayudar a los demás, por eso te digo que yo seré tú. Por suerte, este hábito es un magnífico disfraz. Soy invisible ante ellos, antes los que están sembrando el terror. Alguien se tiene que quedar para ayudar a los más necesitados y ese seré yo.
MANUEL: Tienes razón, Francisco, ahora era más necesario que nunca. Sé que serás un refugio no solo espiritual para los represaliados.
FRANCISCO: Lo intentaré, Manuel, te juro que lo intentaré.

ESCENA V

(Un túnel oscuro, solo hay un candil con una luz mortecina, están Francisco y Manuel)
FRANCISCO: (Le da el candil a Manuel) Aquí nos despedimos, amigo. Sigue este túnel que te llevará al Convento de San Francisco. Allí hay un monje esperándote que te llevará junto con otros monjes. No te preocupes. Está todo arreglado.)
MANUEL: (Pone el candil en el suelo. Llora) Gracias, amigo, gracias. Ahora soy yo el que huye, el que se va para siempre.
(Los dos se abrazan con fuerza y Francisco le da un beso en la boca a Manuel)
FRANCISCO: Jamás te olvidaré, Manuel, te llevaré en mi corazón hasta el fin de mis días.
MANUEL: Sabes que yo también te llevo en mi corazón para siempre.
FRANCISCO: Vete, amigo, te están esperando.
MANUEL: (Coge el candil, lo levanta hasta la cara de su amigo y le sonríe.) Gracias.
(Manuel se aleja por el túnel. Francisco se queda en silencio viendo como su amigo se va y el escenario se va oscureciendo hasta que se queda completamente oscuro.)

OSCURO

26 mayo 2018

I love you, Axcana-25712

He knew his life cycle was coming to an end. He didn't know how much longer he had. That orange light that blinked next to the scaphoid indicated it.
He thought of Axcana-25712. I was only thinking about her, the time they were together, their smiles, their conversations, their neural kisses and their hypercellular sexual encounters, in which they became one being. He missed her so much.
However, Axcana-25712 ran out of time. He never understood the damn mathematical algorithm that controlled their lives and that was recalculated every moon cycle.
She was all that mattered. He wanted to get back together with her.. He didn't think twice. He activated his personal program and entered his quantum profile. He used the hacked key from the Central System of Limited Life Programming (SCPVL). There he was. Everything he had lived in the last 560 years. The most of those years he lived with Axcana-25712. He activated her vital videos and saw her, distant and intangible. He couldn't stop the crying. He left that segment and went to the Life Development segment. He activated the Deactivate Programmed Life Stayoption. He found that he had twenty years to live. The system requested the key. He introduced it and the system asked him:
"Are you sure you can disable Rothar-31459?"
"Rothar-31459 said yes."
The system began to recalculate, as he saw the light of his scaphoid begin to turn into an intense red. He began to lose consciousness and only thought about his beloved Axcana-25712, which was all he cared about.
Fuente de la imagen: Pixabay

25 mayo 2018

La estructura narrativa de la entradas de tu blog


La vida es una estructura narrativa; nacemos, nos desarrollamos y morimos, aunque algunos piensan que solo somos energía y que nos transformamos para formar parte de otros universos aún por conocer, pero esa es otra historia.
Aquí en Steemit leo todo lo que puedo y me encuentro con muchas entradas que no tienen ningún tipo de estructura narrativa, sino que son una correlación de palabras y argumentos con algún sentido oculto que no llego a comprender; en definitiva; nos aburren porque lo que no tiene esa estructura narrativa no se comprende.
Los seres humanos estamos acostumbrados a que nos cuenten historias con una determinada estructura narrativa y que no es otra que aquella que está formada por el:
planteamiento, el nudo y el desenlace,
porque así lo comprendemos mejor y porque vemos que todo a nuestro alrededor tiene una estructura parecida.
Ya Aristóteles lo planteó hace muchos años, porque comprendió que los seres humanos, que nuestro cerebro, está estructurado para comprender el mundo de esa manera. El mundo se rige por esa estructura, ya no narrativa, sino vital. Si miras a tu alrededor no tardarás en percartarte de que esa estructura está ahí y solo tenemos que detenernos a observarla;
En la naturaleza nada comienza por el final,como dije antes, todo tiene un comienzo, un desarrollo y un final.
Centrándonos en la cuestión que nos ocupa, sí te fijas bien, los mensajes que nos intentan comunicar algo, tienen esa estructura; las noticias, las películas, las series, los anuncios, los mensajes, los artículos de opinión, las novelas, los cuentos. ¡Todo!
Por tanto, a la hora de elaborar tus entradas tienes que tener en cuenta esta estructura para que lo que quieres contar sea mejor comprendido y porque muchos lectores no te darán otra oportunidad de una segunda lectura.
Para ello tienes que tener muy claro qué quieres contar antes de ponerte a escribir. Si no lo tienes claro, ni lo intentes, te saldrá un mal artículo y habrás un perdido su precioso tiempo.
Por ejemplo, si vas a hablar del futuro del Steem, tienes que hacer una pequeña introducción (planteamiento) de qué es el Steem, después (nudo) una pequeña historia de cómo ha ido en los últimos años, las subidas y bajada, los problemas que ha tenido, etc. y finalizar (desenlace) con tu vaticinio sobre el futuro de esta criptomoneda, porque todos esperamos tu veredicto final.
También, tengo que decirlo, hay quien juega con esa estructura, comenzando, por ejemplo, por el final. Se podría comenzar el artículo diciendo:
Estimados amigos le voy a dar una mala noticia: el #Steem no existirá a finales de 2018.
Con este tipo de estrategia hay que hilar muy fino, porque pueden dejar de leerte al segundo párrafo si no eres capaz de seguir manteniendo en vilo a los lectores.
Por tanto, hay que tener muy en cuenta la estructura narrativa antes de ponernos a escribir y después de haber terminado nuestra entrada, darle un repaso para ver si está dentro de la estructura.
No olvides nunca la estructura narrativa; tus lectores, de forma inconsciente, te la están pidiendo a gritos.
Fuente de la imagen: Pixabay

24 mayo 2018

La vida es puro equilibrio


La vida es un continuo equilibrio, sopesar lo que está bien y lo que está mal, dejar a un lado unas cosas y tomar otras.

Life is a continuous balance, weighing what is right and wrong, putting aside some things and taking others.

23 mayo 2018

Muñecos rotos

Aquella noche fue diferente, tan diferente que decidió salir en busca de él. No recordaba como le había dicho que estaría vestido, solo un lugar y una hora. Se dio una ducha ligera para quitarse el sudor pegajoso de la noche del cálido verano, pidió un taxi y esperó. Mientras esperaba, pensó cómo sería aquel desconocido que se había atrevido a quedar con ella la primera noche y después de un breve intercambio de palabras a través del ordenador.

Sí, definitivamente, a ella le gustaba jugar al filo del precipicio y sentir esa sensación, incomprensible, de vértigo, que ninguna experiencia se la hacía sentir, pero

¿le gustaría a él?
Ese aspecto, la verdad, le importaba poco o nada. A ella solo le importaba disfrutar con aquella experiencia arrebatadora que la embargaba por completo.
Se levantó, fue a su cuarto oscuro donde guardaba todos sus juguetes, cogió las esposas, su traje de látex negro, las pinzas de acero, las bolas y el látigo corto. Cuando agarró el cuchillo de dos filos, una sonrisa se le dibujó en sus labios y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo que hizo que se pusiera en marcha.
Hoy volvería a jugar con otro muñeco que, con toda seguridad, al amanecer, terminaría roto en el fondo de un barranco.
Así eran los juegos a los a ella le gustaba jugar.

Fuente de la imagen: Pixabay

22 mayo 2018

El agua fuente de vida

Nadie duda de que el agua es fuente de vida, pero también tiene una plástica que no tiene ni casi ningún elemento de la naturaleza, quizás el fuego.
No one doubts that water is a source of life, but it also has a plastic that has almost no element of nature, perhaps fire.

21 mayo 2018

Un color espectacular

Las flores son una maravilla de la naturaleza y no solo por su colorido. 

Flowers are a wonder of nature and not just because of their colorful colors.

20 mayo 2018

Monólogo La carta del abrigo de Moisés Morán

Este monólogo nació del taller: «Ningún hombre es una isla: la construcción del monólogo», impartido por Alberto Conejero y organizado por 2Rc Teatro Compañía de Repertorio bajo el programa Canarias Escribe Teatro.
Actor Alejandro Armas
Dirección: Ana Bermúdez
Autor: Moisés Morán

Pueden leer el texto completo en la Carta del abrigo

Para ver el la obra pinchar en los siguientes enlaces:
▶️ DTube
▶️ IPFS

19 mayo 2018

The Chocolate of Selena


She liked his chocolate and lost her head for him. Its aroma came out of its window, at about five o' clock, on Tuesdays and Thursdays, while the cold lasted. She would come down, stop at her door and smell the cocoa, then listen to Selena's magic words:
"Come in, Marta Maria". 
She would open the door and, when she opened it, she felt the aroma of chocolate invading her completely, arousing and transforming her. 
She would sit down and, before savoring the chocolate, dreamed of her caresses and kisses, of that impossible love that was born with the first sip of Selena's chocolate.

18 mayo 2018

Es jodido estar muerto


La primera impresión fue de espanto, porque Paco no quería morirse y la muerte le sobrevino, así, de repente, sin saber ni cómo ni porqué. Pero lo cierto, es que estaba más muerto que una mojama.
Sin saber muy bien por qué, podía ver, desde no sabía de qué sitio, todo lo que estaba aconteciendo, en aquel día tan fatídico.
Él estaba de cuerpo presente, en el tanatorio El Último Camino, que tenía más de tres mil metros cuadrados con todas los mejores y últimos avances para los vivos porque a los muertos, bien poco importaba tanta parafernalia, ese día, en que te empiezan a comer los gusanos.

Sin pensarlo, decidió dar un paseo por la estancia y se sorprendió verse muerto, claro, nunca se había visto de esa guisa, tendido en un ataúd de pino finlandés, perfectamente acabado y con su mejor traje, aquel negro, con rayas grises que siempre le dio un aspecto tan formal, la corbata a juego y los zapatos negros. Se acercó para verse de cerca, y ¡Coño! ¡Qué guapo estaba! Los de la funeraria habían hecho un buen trabajo de chapa y pintura, porque él, lo tuvo que reconocer, no fue tan guapo, más bien tirando a casi, a casi atractivo.
Siguió con su ronda de reconocimiento, y se acercó a su mujer, que lloraba desconsolada en un rincón, se detuvo un momento para intentar besarla, pero no pudo, la quiso tocar, pero tampoco pudo.
Era jodido esto de estar muerto.
Se puso en el centro de la habitación, levantó la cabeza para ver quiénes habían venido a intentar despedirlo. Pero había tanta gente, que poco podía hacer. Pero esto de estar muerto, tiene sus ventajas, y solo con pensarlo, se vio levitando sobre las cabezas de todos los que estaban en la estancia. Reconoció a sus hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y primas, amigos y amigas y en una silla aislada, estaba Renata que había venido desde tan lejos a darle el último adiós. Uff, Renata. ¿Se podían poner cachondos los muertos? No, no podían.
Era una putada estar muerto.
Renata, aquella hembra, morena, de boca sensual, de cuerpo arrebatador, de besos tiernos y mejor amante. La había conocido cinco meses atrás, de pura casualidad, mientras se peleaba con un mal educado por un taxi en un día lluvioso, que la dejó perdida en la ciudad de los mil rascacielos, mientras la lluvia y el llanto hacían correr el rímel cara abajo. Y él salió al rescate, al mejor rescate de su vida.
Se sentó delante de ella, a mirarla por última vez y recordar sus besos, sus abrazos, sus caricias y sus ronroneos de gata en celo, pero sus recuerdos eran ya una nebulosa que se estaba disipando. Los murmullos y los llantos interrumpieron su ensoñación. Se levantó y vio que todo se había acabado porque su precioso ataúd, su mejor traje, sus mejores zapatos, sus mejores recuerdos y, hasta él, iban a arder hasta quedar reducidos hasta la más fina de las cenizas.
Se sentó en primera fila, junto a su esposa y sus hermanos, observando como el fuego lo iba devorando como una bestia hambrienta, llevándose para siempre todo lo que hasta ese momento había sido. Ahora, de él, ya no quedaba nada, solo algunos recuerdos en los vivos. Intentó recordar las palabras de su amigo escritor, aquel que seguía escribiendo contra viento y marea, sobre que la vida es un incendio y comienza con primer hálito de la vida. Sí, su incendio ya se había extinguido. Ahora empezaba otro, aunque desconocía cómo sería.
Fuente de la imagen: Pixabay

15 mayo 2018

Los líos de la corbata


No sé cuántas veces he intentado aprender a hacer el dichoso nudo de la corbata y el fracaso siempre ha estado presente en mencionados intentos. Que si el nudo simple, el Windsor, el medio Windsor, el doble simple, el nudo cruzado o el no menos importante, nudo pequeño. 
Y es que hacer el nudo de la corbata no te lo enseñan en la escuela, y por lo menos, una vez en la vida, generalmente en bodas y funerales, y en esta parte del primer mundo, tienes que llevar una corbata. 
Sin embargo, una vez más y con mucho ánimo, me he puesto, nuevamente a ello. He recabado la información práctica en Internet, he localizado la web correspondiente a los nudos y he impreso la documentación adjunta. Me he puesto manos a la obra delante de mi espejo, que en ocasiones es un hijoputa, con el folio encima del lavamanos y con las manos sudadas. Me decido por el nudo Windsor que es un clásico. A la primera no me sale. Me sale un churro a medio hacer; a la segunda voy afinando el churro y parece que el asunto manual se encamina, pero las manos me siguen sudando. 
A la tercera, uff. La voluntad flaquea y si flaquea la voluntad, no sé si podré llegar al alcanzar mi objetivo. La voluntad, dicen, es el secreto del éxito; algo de talento y mucha voluntad. 
Se me pasa por la cabeza dejarlo para otro día, para que el conocimiento se asiente y mis jodidas neuronas trabajen sobre el Windsor y me permitan terminar el puto nudo.
Cojo el folio y me lo acerco bastante. Me doy cuenta que la presbicia me ha jugado una mala pasada, porque leo una sentencia en letra Times New Roman, tamaño 8: 
Es bastante complicado de realizar
Reflexiono unos instantes sobre si abandonar la tarea gordiana y optar por otro nudo que esté más al alcance de mis, obvias, limitaciones manuales. 
Al final decido seguir en la lucha. Me gusta terminar lo que acabo. Dice mi mujer que esa es una de mis más destacables cualidades. Yo no lo tengo tan claro. Después de una hora, logro hacer el puto nudo Windsor de los cojones. 
Estoy contento. Podré ir a mi cita como mandan los cánones de la etiqueta, pero con el triste convencimiento y también con algo de desesperación, que ese aprendizaje es tan efímero como el agua entre las manos. porque tengo la sensación de que hacer nudos de corbata no es como montar en bicicleta, que se aprende para siempre, sino que requiere mucha práctica diaria y yo, la verdad, creo que veré al señor Windsor dentro de algunas meses.
Fuente de la imagen: Pixabay




14 mayo 2018

El enano de La Palma pensando en partir

Siempre hay nuevos rumbos solo hay que esperar el momento adecuado para tomarlos.

There are always new directions just wait for the right moment to take them.

13 mayo 2018

La verdad estaba en las palabras

Quería saber la verdad y después de la muerte de su madre abrió la carta. Su madre le dijo que la leyera después de la última campanada que daba por finalizado el luto. Así lo hizo y la leyó en la cocina, en silencio, mientras oía cómo salía el café y olía su aroma.
Al fin supo quién era su padre.
A final comprendió porqué, cuando iba a la plaza del pueblo, sentía unas ganas irrefrenables de cantar los bandos del alcalde, gritarlos a los cuatro vientos y que todos se enteran de las últimas noticias del pueblo; por qué se paraba escuchar el sonido estridente de la trompetilla y se quedaba embelesado por el eco que se perdía por las callejuelas y  por qué su madre nunca le explicó la razón por la que su padre mató al pregonero.

Nota del autor: versión libre de chiste: ¿Por qué papá mató al pregonero?
Fuente de la imagen: Pixabay

12 mayo 2018

La esperanza del faro

Los faros son esos puntos visibles que son la esperanza de los navegadores, de los que están perdidos y una metáfora en la seguridad y el encuentro.
The headlights are those visible points that are the hope of the navigators, of those who are lost and a metaphor for security and meeting.

11 mayo 2018

Los intocables y los miserables

Para algunos empresarios y políticos la sociedad está formada por intocables y miserables. Me explico. Para ellos, los intocables, son aquellos que forman parte del poder económico y político que están por encima de los procedimientos que se articulan para llevar a buen puerto la aplicación, equidistante, de la Justicia.
Y los miserables, desde su particular punto de vista, son el resto de los mortales, que cuando tienen una cuenta con la justicia, no tienen otro remedio que cumplir con los requerimientos judiciales, sean cuales sean, y aguantan con seriedad su propia vela, navegando, sin remedio, contra viento y marea y, en algunos casos, proa la marisco.
Estos personajes, los intocables, claro está, cuando son tocados por la toga de la Ley, mueven cielo y tierra para impedir ser llevados antes los jueces y siempre acuden, a la salida fácil, pero muy maquiavélica, de decir que están siendo perseguidos por no sé qué poderes fácticos que solo buscan su descrédito personal, profesional y político.
Algunos, incluso, se han quejado del trato y de las formas en que han sido conducidos ante la Ley, y han puesto el grito en el cielo, utilizando todo su armamento mediático para defender lo que no se puede defender, argumentando que, este estado de cosas, nos llevará sin duda, a la quiebra económica porque los inversionistas huyen despavoridos ante este panorama.
Habrá que recordar que cuando un Juez toma la decisión de llevar a una persona ante los tribunales, no lo hace porque esa mañana se levantó de una manera determinada, sino que lo hace sobre la base de los hechos y de las pruebas que se han aportado las investigaciones policiales, y no por un capricho matutino.
Incluso, algunos empresarios y políticos que han sido llevados ante los tribunales de Justicia, se sienten molestos por las formas, argumentando que se podría haber hecho de otra forma. Pero se olvidan, estos empresarios, estos políticos y algunos que han opinado sobre este asunto, que los tribunales de Justicia tienen que velar, sobre todo, por el cumplimiento de la Ley. Las decisiones judiciales se meditan, se valoran y se tienen en cuenta muchos aspectos relacionados con las formas. Incluso, yendo más allá y para no herir susceptibilidades, que cuando se detienen a personas, que forman parte del resto de los mortales -los miserables- no se tienen menos en cuenta.
La Justicia, señores míos, es igual para todos, nos guste o no, tengamos más o menos dinero, o más o menos poder. Si la justicia hiciera distinciones, hace mucho tiempo que habría perdido la tela que le cubre la cara, pero gracias a nuestra democracia, sigue funcionando con independencia, aunque algunos intenten, por activa o por pasiva, torcer este principio.

Fuente de la imagen: Pixabay