30 junio 2018

Atrapar el momento

live

Cuando la vi entrar, yo viajaba entre los versos de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, levanté la cabeza y nuestras miradas se cruzaron en un instante. Me volví a sumergir en los cálidos poemas de Neruda, teniendo, ya, grabado el verde de sus ojos en mi alma. Se acercó hasta mí, me miró y me preguntó:
—¿Me puedo sentar a tu lado?
Yo no supe qué contestar. Solo pude encogerme de hombros, gesticular una media sonrisa como única respuesta afirmativa.
Cuando se sentó, me llegó el leve aroma de su perfume, como si la primavera hubiera pasado llena de las flores silvestres.
Volví a meter la cabeza en los versos de Neftalí, sin quitarme de la cabeza la hermosura de aquella mujer que estaba sentada a mi lado y que se recolocaba su traje de lino blanco casi transparente.
—Hola.
No pude contestarle porque no sabía qué decirle.
Volvió a insistir y luego me preguntó:
—¿Qué estás leyendo?
Me mantuve en silencio unos segundos interminables, hasta que por fin te contesté:
—A Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
—Guauuu!! Ese poemario me gustó mucho, aunque yo me quedo conResidencia en la tierra. ¿Lo has leído?
—No, pero lo anotaré. ¿Es un poemario?
—Sí, claro. Lo escribió algunos años después de veinte poemas.
Cogí mi block de notas y escribí el título.
—¿Te gusta la poesía?
—Sí, leerla y escribirla.
—¿Escribes poesías? —me preguntó con asombro—. Los chicos de tu edad no escriben poesía.
—Pues yo sí; gané un premio en el instituto —le dije orgulloso.
—Eso está muy bien. La poesía es un género muy complicado. No es fácil escribirla. Se necesita mucha dedicación.
—Sí, lo sé. A mí me cuesta mucho y les dedico mucho tiempo. Los escribo, luego los releo y los corrijo. Algunos no valen para nada y los tiro a la basura.
—¿Qué edad tienes? No debes tener más de diecinueve.
—Has acertado de pleno. ¿Qué edad tienes tú?
—Algunos más que tú. Podría ser tu hermana mayor y sí me apuras un poco, casi tu madre, pero prefiero quedarme en tu hermana mayor.
—Yo también lo prefiero. Aunque no tengo hermanas mayores. Hermanos, sí.
—¿Hacia dónde vas ahora?
Me quedé pensando en su interés por mí. No sabía a qué se debía.
—Voy a ensayar.
—¿Estás en un grupo de música? ¿Rock? ¿Pop?
—Noooo!!! Estoy en un coro de ópera.
—¿Ópera?
—A que suena extraño que un chico de dieciocho años se interese por la ópera. Es que soy un tipo raro.
—Soy más del Rock y Pop.
—Pues deberías oír alguna ópera, por ejemplo, Rigoletto o Aída.
—Las apunto —me dijo con una sonrisa y llevándose el dedo índice de la mano derecha a la frente.
Permanecimos un minuto en silencio. Yo volví a los versos del chileno y ella sonreía quitarme la mirada de encima, hasta que me dijo:
—Te invito a mi casa. ¿Te vienes? Está cerca de la última parada. En el barrio antiguo. Tengo un buen vino y soy una excelente cocinera. Me has caído muy bien y me gustaría pasar la noche contigo.
Levanté la cabeza y la miré. Me quedé unos instantes mirándola, perdido en el verde intenso de sus ojos y sin perder de vista sus labios carnosos que se mordía con delicadeza. No supe que decir y me resultaba una propuesta muy extraña, pero al mismo tiempo muy atrayente. Mi corazón latía con fuerza y mi corazón de adolescente me decía que aceptara la propuesta. Sin embargo, me levanté y le contesté mintiendo:
—No puedo faltar a este ensayo. Estamos montado la parte final del coro.
Toqué el timbre para bajarme en la siguiente parada.
Ella me sonrío y me preguntó:
—¿Cómo te llamas?
—Ernesto.
—Yo me llamo Elena, pero todos me llaman Lena.
Se levantó, se acercó a mí y me dio un beso en los labios. Sentí el fresco de sus labios en los mios, porque al besarme entreabrió su boca y me acarició con su lengua.
—Cuídate mucho, Ernesto, y no olvides que la vida es esto; momentos que pasan sin esperarlos y hay que intentar vivirlos.
El frenazo de la guagua me sacó de mi ensoñación y salí casi corriendo sin entender muy bien qué había pasado.
Los días siguientes de ensayo pensé que me la volvería a encontrar, pero no la volvía a ver jamás. Lena se había desaparecido para siempre. Incluso, años después, pensé que había sido un bonito y entrañable sueño de un adolescente con una imaginación muy calenturienta.
Años después escribí estos versos:
Momentos de primavera,
que vienen y te besan,
con la mirada verde de lo transparente,
que te invita a lo desconocido,
a la libar el futuro,
agarrando el presente que vivimos,
momentos de perfume de todas las flores,
que son instantes,
y se te escapan como mariposas salvajes,
momentos de residencia en un instante,
de versos de capitanes y de amor blanco y transparente,
momentos de lo que pudo haber sido y no fue,
de la propuesta carnosa de unos labios enloquecidos,
momentos del miedo a la vida, al Carpe Diem de una mirada verde,
y al abrazo del abismo de presente.
Hoy, casi con sesenta años, todavía pienso en ella, en volver a encontrármela por la calle mayor del barrio antiguo y en qué hubiera pasado si yo, aquella noche, me hubiera ido con ella a tomar unos vinos, a perderme en su perfume de flores de primavera y comer de sus labios de madreselva.
Fuente de la imagen: Pixabay