30 marzo 2014

La carta


Nunca había entrado en un rastro de segunda mano, pero hacía más de un año que vivía del subsidio de desempleo, con el que, a duras penas, pagaba el alquiler e intentaba llegar a fin de mes como podía.
Un Expediente de Regulación de Empleo lo había puesto de patitas en la calle, después de veinte años de dejarse la piel en aquella casa de ratas, en el que se había convertido su empresa.
Al entrar se detuvo por unos instantes, mirando para un lado y para otro, buscando una razón para girar sobre sus talones y salir por donde había entrado. Pero la situación estaba jodida por todas partes. La crisis había gangrenado todos los sectores de la economía y amenazaba con dejar a mas de uno en la cuneta, pudriéndose con su vanidad y su gloria. No perdía nada por echarle un vistazo a las oportunidades que ofrecía aquel rastro que vendía, desde una cafetera de dos tazas hasta una cama de un matrimonio divorciado.
Fue directamente hasta la zona de la ropa, que era lo único que le interesaba. En una primera ojeada, no encontró nada que le gustara, hasta que vio un pequeño abrigo azul marino, tres cuartos, con el bolsillo izquierdo algo descocido. Se acercó, cogió la etiqueta y leyó que costaba cinco euros. Lo sacó de la percha y se lo probó mirándose en el espejo, comprobando que estaba totalmente forrado interiormente y que le venía de perlas para sobrellevar el frío invierno.
Se dirigió al dependiente y le comentó que se llevaba el abrigo, dándole los cinco euros que costaba.
Salió de la tienda en dirección a la parada de guaguas más cercana para volver a su casa. En la mitad del trayecto, notó un pequeño bulto en la parte izquierda del abrigo. Desabrochó los primeros botones, buscó en el bolsillo interior, sacó un sobre, lo abrió, extrajo el folio del interior y empezó a leer la carta:

«Estimado Gabriel:
Hace semanas que no sé nada de tí. Me imagino que la situación actual te ha superado, pero tanto tú como yo, somos los únicos responsables de lo que hoy estamos viviendo.
Samuel es simplemente un actor secundario que ha interpretado el papel que nosotros le hemos escrito. Él no es responsable de nuestro alejamiento y del deterioro absoluto de nuestra relación. Solo se ha metido en una cama que le han permitido entrar. Se lo hemos permitido, tú, con tu indiferencia y yo, por mi cansancio. Sí, mi cansancio. Porque estaba cansada de tu indolencia, de la ausencia de tus besos, de tus abrazos y de aquel estatus quo helado, cuyas estalactitas nos habían condenado al olvido.
Mataste nuestro amor. Es duro lo que digo, lo sé, pero lo mataste. Desconozco cuando fue el momento exacto de la primera puñalada, quizás fue la primera noche que dejamos de hacer el amor.
Nos convertimos en seres desconocidos, que vivíamos y compartíamos casa y comida, pero nada más.
Te preguntarás por qué me metí en la cama con tu mejor amigo. No lo sé, te juro que no lo sé. Simplemente ocurrió, porque tenía que ocurrir. Aquella tarde cuando nos encontraste en casa, no había nada planeado; no pienses mal ni de mí ni de Samuel. Él vino a buscarte para ir juntos a la oficina de empleo, pero ya te habías ido. No puedo explicarte lo inexplicable. No puedo.
Estoy convencida de que estas palabras caen en saco roto, porque tú ya has tomado una decisión.
Solo quiero decirte que fue bonito mientras duró. Muy bonito. Fui muy feliz junto a ti. Solo quería que lo supieses.
Para finalizar, me gustaría que un día, cuando todo esto se enfríe un poco, nos pudiéramos ver, porque tenemos algunas cosas materiales que resolver, ya sabes, la casa y los ahorrillos.
Que seas feliz y espero verte pronto.
Micaela

Guardó la carta en el sobre y lo metió en el bolsillo delantero de la pelliza. No pudo evitar pensar en su matrimonio, en su mujer Elisa, y en su hijo Mateo. A pesar de las dificultades, eran una familia feliz.
Volvió a sacar el sobre para ver si había alguna dirección. Quería devolver esa carta tan íntima a su legítimo propietario. Había tenido suerte, el lavado, al que había sido sometida la prenda, no había borrado del todo la dirección y la pudo leer sin mucha dificultad.
Miró su reloj. Tenía tiempo suficiente para buscar la dirección e ir al lugar donde vivía Gabriel. Lo primero que hizo, al bajarse de la guagua, fue preguntar al primer policía local que encontró por la calle. El agente le indicó que la calle en cuestión estaba en la barriada de Zárate. Después averiguó que tenía que utilizar dos líneas de autobús para llegar al barrio. Una vez allí, después de algunas indagaciones y algunas preguntas a los vecinos, conoció la ubicación exacta de la calle que estaba buscando. La recorrió de arriba a abajo, hasta que encontró el número del portal que indicaba el sobre. Buscó el piso y tocó en el portero automático. Esperó unos momentos. Como quiera que no obtenía respuesta, volvió a tocar, hasta que al otro lado del telefonillo se oyó la voz de mujer.
¿Si? ¿Quién es?
Pregunto por Gabriel Márquez
¿Quién pregunta por él?
A ver como me explico… Prefería subir para hablar con usted en persona.
Pues suba, suba.
La puerta del portal se abrió después de un crujido metálico y eléctrico. Subió las escaleras de dos en dos hasta que llegó al tercer piso. Encontró en el rellano a una mujer demacrada, de pelo blanco, enjuta, con grandes ojeras y que no sobrepasada el metro sesenta.
Bueno, usted dirá.
Esta mañana compré este abrigo y me he encontrado esta carta que pertenece a Gabriel le comentó enseñándosela.
He reconocido el abrigo desde que lo vi. Era de mi hijo. Donamos todas sus pertenencias a una organización benéfica.
Esta carta es muy personal. No he podido evitar leerla dijo disculpándose—, y me gustaría entregársela personalmente.
No se preocupe. Pero creo que eso es imposible. Mi hijo ya no está entre nosotros. Se quitó la vida tirándose por el puente Silva hace más de cuatro meses le informó conteniendo el llanto.
Lo siento señora... No sabía...
Tranquilo. Qué iba usted a saber. Nos cogió a todos por sorpresa. Era tan joven. Pero con la carta, haga usted lo que quiera.
Entiendo. No la molesto más y perdone.
No hay nada que perdonar. Le agradezco su preocupación dijo empezando a cerrar la puerta.
Esperó a que la pequeña mujer desapareciera tras la puerta, para bajar cansinamente las escaleras, digiriendo la noticia del suicidio de aquel desconocido que había ocupado media mañana de su vida.

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28 marzo 2014

Hasta el infinito y más allá

Fuente: Pixabay

Subió al taxi y el taxista le preguntó:
—¿Dónde lo llevo?
—Hasta el infinito y más allá.
El taxista lo miró por el retrovisor y le dijo:
—Eso sale de mi ruta. Para ir tan lejos necesito la palabra clave, ¿la sabe?
—¿Le vale, capricho?
—Sí, me vale. Estos viajes siempre son un capricho.
El conductor presionó un botón rojo y taxi se transformó en una nave espacial que atravesó el espacio interestelar a la velocidad de la luz.
Cuando estaba orbitando el taxista le dijo:
—Por cierto, me llamo Buzz Lightyear y recuerde, esto solo ocurre en su imaginación.


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21 marzo 2014

¿Qué he leído? El Halcón Maltés de Dashiell Hammett

Hoy terminé de leerme El Halcón Maltés de Dashiell Hammett. He tardado tanto en abordarla porque en su día vi la película y cuando veo una película, me cuesta mucho leer el libro porque tengo la impresión de que todo viene rodado. Tuve la suerte que la película la vi hace mucho tiempo y no me sentía muy influenciado por esa obra maestra dirigida por John Huston y con Humphrey Bogart como protagonista.
Decir que me encantó el libro, una novela negra ágil, con una narrativa que te lleva en volandas de la mano de su protagonista, Sam Spade, prototipo de investigador privado que sienta las bases de posteriores novelas del género.
Ya saben, no dejen de leerla.

Ficha técnica:
Editorial: RBA
Páginas: 256


Casi el paraiso

Ramses se desnudó y se tumbó en su toalla. Quería ver atardecer, disfrutar de la brisa del mar, contemplando la delicadeza del sol al esconderse tras el horizonte y a su hermana luna salir esplendorosa por el mismo horizonte. 
Lo necesitaba, dejar atrás los problemas que le acuciaban y olvidarse del mundo por unas horas, relajarse y fundirse con la naturaleza que tenía ante sí. 
Lo que él no sabía era que, esa misma tarde, una certera puñalada en el corazón acabaría con su vida. Moriría tumbado en en la arena, viendo como la luna llena se le escapaba al horizonte, oyendo el ronroneo de las olas, que jugaban a romperse en la orilla amarilla y sin haber disfrutado del atardecer.
Preguntándose las razones, sin llegar a encontrar una respuesta porque la hemorragia le impedía pensar con claridad.

16 marzo 2014

Autogestión literaria versus edición editorial

Lo primero, ¿qué es la autogestión literaria? Pues es, ni más ni menos, aquellos escritores que deciden autopublicarse sus libros dejando de lado a las editoriales tradicionales porque entienden que es posible editarlos sin tenerlos como intermediarios y que controlan todos los procesos de la edición de sus libros. Así de simple o así de complicado, según se vea.
Sé que muchos piensan que las editoriales son un filtro necesario, que separan la paja del grano y que los libros publicados por ellos son una garantía de calidad y que en la autopublicación hay demasiada morralla. Quizás sea cierto, pero en muchos casos ni separan la paja del grano, ni tienen la garantía de calidad ni en la autopublicación es todo morralla.
También los hay que piensan que las editoriales están en el mercado por amor al arte, pero no, las editoriales están en el mercado para ganar dinero, no lo olvidemos, son empresas y esa idea romántica es un cuento chino. La cuenta de pérdidas y ganancias no entiende de romanticismos.
Y no hablemos de esas editoriales falsarias, que las hay y muchas, que te hablan de la coedición y lo único que pretenden es sacarte todos los cuartos posibles antes de ver tu novela en papel y que son unos mangantes que solo buscan hacer puro negocio.
Sé de muchos escritores que están cansados de enviar sus manuscritos, una y otra vez, a las editoriales sin obtener una respuesta positiva y también sé de muchos que publican con algunas editoriales y que nunca, y digo nunca, han visto un euro en sus cuentas corrientes.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguir enviado nuestros manuscritos a las editoriales a ver si suena la flauta? ¿Coeditar nuestros libros con esas editoriales garrapatas? ¿O que nos publiquen nuestros libros y que no veamos nunca el fruto de nuestro trabajo en nuestras cuentas corrientes?
Pues no, amigos. Hay otra vía y es la autopublicación.
Los escritores podemos editar nuestros propios libros, hoy en día es posible con la impresión a demanda por un lado para publicarlos en papel; a través de las incontables plataformas digitales para publicarlos en formato digital o través de las asociaciones de escritores como NACE que aglutina a un número considerable de escritores que se han unido para publicar sus obras con garantías.
Además, con las nuevas tecnologías, tenemos a nuestro alcance todos los recursos profesionales que tienen las editoriales, esto es, correctores ortotipográficos y de estilo para la corrección de nuestros textos y diseñadores gráficos para la creación de nuestras portadas, banners publicitarios y vídeos de promoción.
No oculto que la autogestión literaria tiene un coste económico a valorar, sin embargo por mi experiencia personal en todos los casos que he publicado, he recuperado la inversión realizada e incluso he obtenido beneficios. 
Pero lo más importante es que he visto mis obras publicadas. Están ahí para el veredicto de los lectores y no en un cajón cogiendo el polvo del olvido a la espera de un editor.
Creo firmemente en lo que digo y el tiempo quita o da razones.
Yo seguiré creyendo en la autogestión literaria porque creo que es mi camino.

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14 marzo 2014

¿Qué he leído? El último coyote de Michael Connelly

Anoche terminé de leer El último coyote de Michael Connelly y me pareció un buen libro, bien escrito, aunque demasiado lento para mi gusto, con un comienzo muy fangoso, hasta que te vas metiendo en materia.

FICHA TÉCNICA
Título: El último coyote 
Editorial:Zeta Bolsillo, D.L. 2006
Páginas: 452


Los viajes en el tiempo

Cuando corría huyendo de los dinosaurios, comprendió que los viajes en el tiempo tenían sus riesgos.

11 marzo 2014

Escribe, solo escribe

Siéntate y escribe. Si tienes algo que decir, escríbelo. Es la única manera que tienes de aprender. Así que escribe. Es como un corredor que quiere correr una maratón, solo le queda entrenar si quiere conseguir su objetivo. Nadie termina una maratón (corriendo, claro está) sin entrenar todos los días.
De  nada vale tener unas magníficas ideas y una excelente imaginación. No valen nada si no las escribes. Son humo en tu cabeza, solo eso, y el humo se termina desvaneciendo si no eres capaz de plasmarlo en un papel. 
Por el caminó te encontrarás con los «perdonavidas», con los «sabelotodo», con los «supercalidad», con los «estoesliteratura» y con los «yosolosoyescritor» que intentarán darte lecciones desde su prepotencia, desde su ignorancia e incluso desde la indiferencia. A ellos no les gusta la competencia y las sombras les molesta. Sin embargo, no te desanimes, tú escribe, pero también escucha, siempre hay gente que te dará un buen consejo.
En muchas ocasiones te sentirás solo, pero escribe; te sentirás desanimado, pero escribe; te preguntarás para qué tanto esfuerzo, pero escribe. Ese es el camino.
Ya sabes, escribir es la única forma que tienes de llegar. No hay fórmulas ni pócimas mágicas. 
Escribe, solo escribe.

07 marzo 2014

Parto a medianoche

Fuente: Pixabay

La música del móvil me despertó. Automáticamente cogí mi revolver y pregunté con voz ronca:

—¿Dígame?

—¡Juan, ya eres Padre! El parto, sin problemas y el niño ha pesado tres kilos y medio. Mañana tendrás que coger el primer vuelo para ver a tu hijo.

—Señora, se ha equivocado.

—¿Sí? ¿No es el 796532325?

—No, señora —le contesté y colgué.

Pensé que un solo número puede cambiar tu vida y recordé a Karl Kruger. Número de expediente 356. Lo asesiné en los sesenta y no tenía que estar muerto. La dislexia me jugó una mala pasada.


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04 marzo 2014

El futuro de la Vela Latina Canaria de Botes en manos del Gobierno de Canarias

Es escandaloso que al día de la fecha, la Dirección General de Deportes, encabezada por el señor Ramón Miranda, no haya hecho efectiva la subvención a la Federación Canaria de Vela Latina de Botes, escandaloso porque todas las instituciones ya han puesto su grano de arena para que la Vela Latina pueda desplegar sus velas en marzo.
Lo lamentable es que el Gobierno de Canarias, que tiene que velar y proteger a los deportes autóctonos, nos esté dando la espalda, pasándose por el Arco del Triunfo lo estipulado en la Ley Canaria del Deporte que en su artículo 17 Principios rectores, punto f se dice literalmente: El establecimiento de líneas de financiación preferente a las federaciones deportivas canarias que incluyan juegos y deportes autóctonos y tradicionales. 
Se olvidan los señores del Gobierno de Canarias, que tienen que proteger a los deportes autóctonos porque así lo establece la mencionada ley, y esa protección no se puede quedar en meras intenciones, sino que tienen que sustentar de manera económica a sus federaciones, para que estos deportes no desaparezcan porque las federaciones son las que hacen posible su práctica.
Queda preciosa la defensa de los juegos y deportes autóctonos en la exposición de motivos Ley Canaria del Deporte: Nuestras singularidades históricas determinan un interés especial en la recuperación, mantenimiento y desarrollo de los juegos y deportes autóctonos y tradicionales canarios, como ancestral expresión cultural del pueblo canario
Sin embargo, eso no nos vale. Ahora es cuando el Gobierno de Canarias tiene que estar ahí, dar un paso adelante, porque es ahora cuando la Vela Latina necesita el apoyo del Gobierno Canario. Es hoy cuando necesitamos esa ayuda económica, para darle continuidad a un deporte histórico, que lleva practicándose más de 100 años en la bahía de Las Palmas de Gran Canaria. Mañana será tarde.
Es triste que tengamos que llamar a las puertas del Gobierno mendigando una protección legítima, que se mire para otro lado y hagan como que aquí no pasa nada.
Sin embargo, sí pasa, señor Miranda, el futuro de la Vela Latina Canaria está en sus manos porque es usted el responsable máximo de la protección de nuestro deporte. No, no miré hacia otro lado. Es usted, sí usted. Dé un puñetazo en la mesa y exija a sus superiores el cumplimiento de los compromisos adquiridos. Si no le hacen caso, dimita y váyase para su casa. Por lo menos dormirá con la conciencia tranquila.