11 junio 2018

Ser la crisálida de tu cambio

transformation

Querer ser mariposa cuando no eres crisálida es complicado, cuando no eres un insecto y tomas conciencia de que eres un ser humano colmado de limitaciones, de frustraciones, de mediocridades, fobias, de manías, de egos trasnochados y de envidias inconfesables.
Un día te das cuenta de que tienes que cambiar desde tu interior y dejar atrás las máscaras, esas pieles viejas que ya no te sirven para nada; ser como la serpiente que renueva su piel a un lado del camino. Renacer desde tu interior para que te salgan las alas para poder dejar atrás aquello que fuiste y que jamás quisiste ser. Un ser que, en ocasiones, no reconoces, pero que está ahí, dentro de ti, porque sencillamente forma parte de tu ser.
Sin embargo, no eres un insecto, no eres un gusano que se convierte en mariposa, eres un ser humano que solo quiere dejar atrás sus miserias y las frustraciones por ser lo que no quieres ser. Entonces coges el pico y la pala para romper, en mil pedazos, esa coraza que te cubre, a la que le has ido añadiendo trozos cada minuto de tu vida como un herrero fiel y concienzudo.
Ahí te percatas cuán difícil es quitar los latones que cubren tu coraza y no te queda otra que seguir tu camino con ella a cuesta, soltando el lastre que puedes y cuando puedes, porque la vida no te da un respiro, una pausa para liberarte de esa pesada carga.
Aunque el camino siempre te enseña que puedes cambiar, que un paso siempre lleva al otro, que subir un escalón, que nunca has subido, tiene sus dificultades. La vida te enseña que los cambios comienzan con la actitud de querer cambiar. Solo tienes que hacerlo, ya no intentarlo, solo hacerlo.
Comenzar cambiando lo pequeño, el detalle, lo insignificante y con el paso del tiempo te percatarás de que has cambiado, que ya no eres aquella crisálida, sino que ya te pareces, en algo, a la mariposa que soñaste ser.
Yo estoy en ello, llevo dos años intentándolo, caminando y respirando, respirando y caminando, con el pico y la pala a mis espaldas y, cada vez que puedo, me arranco un trozo de hojalata que ya no me sirve para nada.
Fuente de la imagen: Pixabay