21 septiembre 2018

Adaptación

ea54071d-9b3e-4b61-bc8b-a21238353aba.jpeg

Tenemos que aprender de la naturaleza y adaptarnos al medio porque así, por lo menos, seremos más felices.
We have to learn from nature and adapt to the environment because that way, at least, we will be happier.

Cómo escribir un microrrelato



Escribir microrrelatos no es una tarea fácil; requiere de cierta habilidad y esfuerzo. No es sentarse delante del ordenador y comenzar a escribir lo primero que nos viene a la cabeza. El microrrelato tiene su propia estructura narrativa, tan particular que podemos perdernos a las primeras de cambio y alejarnos de nuestro principal objetivo. 

Esa estructura narrativa se lleva a la mínima expresión, en la que lo importante no está en el desarrollo, sino en el planteamiento y, por su puesto, en el desenlace. 

Esta estructura nos invita a jugar con la palabra y con el lector porque un lector que se acerca a un microrrelato viene buscando algo diferente, un planteamiento curioso y un desenlace que lo deje con la boca abierta.

Por estas razones no es fácil escribir microrrelatos porque tenemos que utilizar pocos mimbres para que la historia que queremos contar vea la luz y hacerlo lo mejor posible.

No podemos olvidar que el microrrelato es una forma de contar una historia de la manera más breve posible, sin enredarnos con giros inexplicables y multitud de personajes. No, el microrrelato necesita beber de la palabra, de la brevedad, del detalle, de la imaginación, la intuición, de la complicidad con el lector y de la precisión. 

Estas son las razones por las que escribir un microrrelato no es una tarea fácil porque tenemos que tener en cuenta muchos aspectos y, sobre todo, tenemos poco espacio para contar nuestra historia y un espacio determinado siempre es limitante.

En mi caso particular, cuando me pongo a escribir un microrrelato, tengo que tener en la cabeza lo que quiero escribir; sé perfectamente lo que quiero contar. Sin embargo, esto es solo el principio, luego me pongo a escribir y lo hago teniendo en cuenta lo antes dicho. Luego, una vez he terminado mi primera versión, me pregunto si en el texto escrito está lo que quiero contar. Si la respuesta es sí, entonces comienzo a recortar todo lo posible el texto, reducirlo lo máximo posible, dejando solo, negro sobre blanco, lo que importa, que no es otra cosa que la historia que quiero contar.

Ya saben lo que decía Baltasar Gracián: «Lo breve, si bueno, dos veces bueno» y que con gran sabiduría también añadía: «Y aun lo malo, si poco, no tan malo»

Por todo lo dicho, no hay que olvidar esa estructura particular del microrrelato, en la que la brevedad es su columna vertebral y donde un planteamiento creativo y un desenlace sorprendente tienen un protagonismo superlativo.

Un ejemplo de esto que digo es el microrrelato Realidad de Eva Manzanares que fue finalista de la IV Edición del Concurso Internacional de Microrrelatos «Museo de la Palabra»

Porque no podemos olvidar que, cuando nos sentamos a escribir un microrrelato, tenemos que ser directos y precisos, dejando solo en nuestro texto lo que queremos contar, sin perder nunca de vista que tenemos que relatar una historia de la mejor manera posible y que esa historia deje al lector con un regusto de satisfacción. 

Si lo logramos, habremos hecho un buen trabajo, si no, tendremos que seguir escribiendo y leyendo para llegar a alcanzar nuestro objetivo, pero esa no es una tarea fácil.


Fuente de la imagen: Pixabay.