El despertador no había sonado. Comprobó la hora. Tenía tiempo para llegar al trabajo. Le extrañó no ver la ropa del «curro» en la silla. Abrió el tercer cajón del ropero y cogió el mono de trabajo. Se vistió lo más rápido que pudo y salió a la calle. Miró su reloj. No vio al panadero, tampoco a la barrendera pelirroja ni a Tino el jardinero. La guagua llegó quince minutos tarde. Subió y sentó. Solo estaba él y el conductor que tenía puesta la radio. Oyó que el locutor decía:
—¿Qué harás este domingo?
Entonces lo comprendió todo.