19 abril 2018

El diario de Marta. 6 de enero de 1997

Nota del autor: este diario me lo encontré hace algunos años en una casa abandonada, debajo de un mueble viejo. Cuando comencé a leerlo estuve a punto de dejarlo a medias y tirarlo a la basura, porque me parecía insulso, pero a medida que avanzaba, supe que su lectura me marcaría para siempre. Me he tomado la licencia de llamarlo «El diario de Marta» porque en ninguna parte aparece el nombre de la autora. Me he decidido a publicarlo en Steemit para que quede constancia, para siempre, de lo que en él se relata. Iré subiendo todo el diario poco a poco, hasta llegar al último día del diario. No quiero adelantar nada; solo diré que la policía tiene copia. 
6 de enero de 1997
No sé qué escribir. Podría empezar con «Querido diario», pero eso es una tontería como una casa. Yo es que no me esperaba este regalo. Un diario. Lo único que sé es que me levanté antes del amanecer, cuando aún las luces de sol del este no entraban por mi ventana, mientras oía a mis padres trastear en el salón esmerándose en colocar los regalos. Sé que les hace mucha ilusión, aunque saben, desde hace muchos años, que yo sé que ellos son los Reyes Magos. Lo supe desde los diez años. Sin embargo, a ellos no les importa y cada año se preocupan y se ocupan de no decirme qué me van a regalar. Recuerdo que un día les dije que no se preocuparan tanto, que me dieran el dinero, que yo me compraba mis propios regalos. ¡Para qué fue aquello! 
«Los regalos de Reyes son sagrados» 
Me dijo mi madre con un gesto de enfado, acompañado de la mirada asesina de mi padre.
Lo cierto es que los Reyes siempre me han llenado de ilusión y, tengo que reconocerlo, me gusta no tener ni idea sobre qué me van a regalar mis padres porque sé que serán buenos regalos. Ser hija única tiene sus ventajas.
Sin embargo, no me esperaba este regalo. ¿Un diario? ¿Para qué quiero yo un diario? Cuando desgarré el papel de regalo y leí la palabra diario en  letras doradas tuve la tentación de tirárselo a la cara a mis padres. Me contuve, porque sabía que después de esta mierda de regalo, vendrían los buenos. 
Así fue, porque mis padres siempre tienen en cuenta mis deseos y me están preguntando cuatro meses antes que qué quiero para el día de Reyes. 
Ellos sabían cuál era el regalo estrella y me lo regalaron el día Reyes. Un teléfono móvil. 
El Ericsson GA628. 
¡Guauuu! Cuando le quité el papel y vi la foto del teléfono en la caja, no pude contener la alegría. ¡Un teléfono móvil! El corazón se me iba a salir por la boca. Me temblaban las manos y casi lloraba de la alegría. Ese era, sin duda, el mejor regalo que me habían hecho jamás. Cuando lo tuve en las manos no sabía qué hacer con él. Estuve como una tonta admirándolo, como si hubiera encontrado el Santo Grial o algo parecido. Mi padre me dijo que habían pedido uno de color rojo (el rojo es mi color preferido), pero a la compañía telefónica solo le quedaban en amarillo. Una mierda de color que no me gusta nada de nada, aunque eso se quedará en un segundo plano, porque seré de las pocas de mi instituto que tendrá un teléfono móvil. 
Mi padre me hizo un resumen, para tontos, de cómo usarlo y enseguida le cogí el tranquillo. Siempre he sido muy espabilada para esto de las nuevas tecnologías. Sé que serán el futuro.
Por ahora tengo a pocos a los que llamar. Solo tengo en la agenda el teléfono de casa, el de los abuelos y los de mis tíos. También tengo el de Magdalena que cuando la llamé, desde mi Ericsson, no podía creérselo. Incluso me dijo que me lo estaba inventando. Esta tarde pasaré por su casa para enseñarselo. Se morirá de envidia. 
Bueno, querido diario, esto es todo por hoy. Espero tener algo que contarte algún día de estos.

Fuente de la imagen: propia