Sentado en la orilla observo como
una piedra reposa serena y callada
y pienso en ser ella por un instante,
ser inerte, ser pétreo, impenetrable
y dejarme llevar por la impetuosa ola,
solo por ella y que me lleve a donde quiera.
Dejarme esculpir por los segundos,
por los minutos,
por las horas,
por los días,
por las noches
y por los siglos,
ser piedra por un instante.
Que nada me afecte,
solo el rugir del mar,
la caricia de los vientos,
y que graben en mí sus secretos,
que cada relieve de piel,
ser una lectura ancestral que nunca desaparece,
que permanece ahí, casi para siempre,
hasta que se transforma y cambia de manera imperceptible.
Ser parte de la historia,
repleta de surcos de historias,
de grabados profundos y abismales,
de camino de memorias.
Testigo de amores naufragados y sueños que se alzan y que caen,
de sonrisas, de risas,
de llantos y amores,
de adioses para siempre,
de encuentros y despedidas.
Ser paciente, escuchar el canto de las gaviotas,
el susurro y el grito del viento, las canciones de las mareas en su danza
ser parte inerte, pero ser parte,
guardián de secretos y de misterios,
una piedra en la playa, única y verdadera.
Aprender a ser piedra en la playa solitaria,
y resistir los embates de la vida diaria,
con la humildad y la resistencia,
ser parte del todo; se piedra.