26 marzo 2018

Improvisación narrativa: matemáticas


Sabes que las matemáticas nunca fueron tu fuerte. Desde los primeros cursos de primaria comenzó el naufragio con los primeros números y con las primeras operaciones. Se te enredaban en tu cabeza sin saber muy bien porqué. No entendías para qué servían las sumas, las restas, las multiplicaciones ni las divisiones y te perdiste para siempre; perdiste el tren y jamás volviste a cogerlo. 

Entonces te fuiste arrastrando como un alma en pena, llevando las cadenas de los números enteros, los primos, las potencias, las fracciones, las ecuaciones de segundo grado..., preguntándote para qué servían las matemáticas. Sin embargo, seguiste trabajando con los números, llevando el peso de suspensos en matemáticas en tu mochila, intentando comprender su razón de ser, como si fuera un código indescifrable al que solo podían llegar unos pocos y que, tú, nunca comprenderías.

Lo tuyo eran las letras, comprendías para que servían, sabías su significado y podías hacerte inmenso controlando la palabra, pero siempre tuviste esa espina clavada en el corazón; tu incomprensión de las matemáticas, ese abismo al que pensabas que nunca podrías acceder, hasta que apareció aquel curso «Las matemáticas incomprendidas" , cuando ya estabas jubilado. Te llenaste de valor y te matriculaste en el curso. Tú nunca te rendiste y decidiste sacarte la espina.

Sí, lo sé, no te sirvió para nada, aunque aprendiste y comprendiste que las matemáticas tenían su razón de ser, que estaban en el universo que te rodeaba y que, de alguna manera, era uno de los pilares del conocimiento humano. 

Lo aceptaste y, por primera vez en tu vida, veías las matemáticas con otros ojos. A partir de ese momento tu vida cambió para siempre, aunque nunca quisiste reconocerlo.



Fuente de la imagen: Pixabay.