04 octubre 2015

¿Qué he visto? El mar y las estrellas de Antonio Tabares, José Padilla e Irma Correa


El viernes asistí al estreno mundial de la obra El mar y las estrellas, una producción totalmente canaria de la mano de la compañía 2RC Teatro. La obra me gustó en su conjunto, con una puesta en escena sencilla, pero muy bien cuidada, sin ningún elemento fuera de lugar.  
Los actores Romina Rodríguez, Mingo RuanoJosé Luis Massó estuvieron a la altura del estreno e interpretaron sus papeles a la perfección, entregados en cuerpo y alma a desarrollar los matices de los personajes que les tocó interpretar y dirigidos magistralmente por Rafael Rodríguez.
La obra consta de tres textos muy diferenciados, el primero dedicado al astronauta Neil Armstrong, el segundo a la escritora Agatha Christie y el tercero al escritor Miguel de Unamuno. 
Como espectador eché de menos esa cualidad que tiene que tener el teatro de impresionar y de sorprender a los que estamos sentados en las butacas, ese conflicto dramático que se tiene que resolver y que te hace estar con la mente abierta para ver que ocurre en la siguiente escena. Ya saben eso que dicen «Si no hay conflicto no hay drama». 
Quizás los dramaturgos no buscaban ese conflicto tan explícito y tan terrenal que tanto nos conmueve a los espectadores, y querían plantear un conflicto más cósmico, más intimista y más cercano a la introspección, relacionado con ese carácter tan particular de ser isleños. Si esa era su intención, lo consiguieron, pero algunos espectadores se perdieron por el camino y es que el teatro, en ocasiones, no concede segundas oportunidades.
Parto de la idea de que es muy complicado plantear un espectáculo teatral de estas características, con tres plumas distintas (Antonio Tabares, José Padilla e Irma Correa) porque se tiene que cuidar que los tres textos vayan de la mano y que ninguno pise la voz del otro. Conseguir ese objetivo es una tarea difícil porque hay que hacer encaje de bolillos para que salga una obra equilibrada en su conjunto.
En definitiva lo han conseguido, quizás sacrificando el giro dramático para conseguir el equilibrio pactado.
Y sí, en Canarias se escribe y se  hace teatro del bueno. El Mar y las estrellas es un ejemplo de ello.