18 abril 2019

Un paso, luego otro

Fuente: propia
Su recuperación era cuestión de tiempo, de ir cerrando las heridas, de omitir los errores del pasado y, también, de dejarse llevar, como una rama que baja por un riachuelo sin saber dónde irá a parar. Yo sabía de su energía, de su fuerza por seguir luchando, por conseguir los objetivos que se había propuesto, que su parada era solo para coger fuerzas y seguir avanzando. 
Aquella mañana le regalé una flor, una margarita salvaje que crecía en nuestro jardín. La saqué con cuidado con todas sus raíces, con algo de tierra y la trasplanté a una maceta. Se la regalé porque sabía que le gustaría, que le levantaría el ánimo tener aquella flor salvaje en su habitación. Ella la cogió en sus manos, me sonrió y la colocó junto a la ventana. Ahí encontrará la armonía necesaria para crecer, me dijo. 
Luego bajamos a desayunar y se sentó junto a mi lado. 
—¿Ya estás preparada? 
—No lo sé. Nunca se está preparado para comenzar un nuevo camino. Además, después de dejarlo todo, no es fácil empezar de nuevo.
—Ya sabes eso que dicen, un paso y luego otro. No hay otra manera de empezar.
—Sí, la teoría la sé, pero lo complicado es dar ese paso. A veces tengo la sensación de tener los pies clavados al suelo.
—Entonces tendrás que comprarte un martillo de orejas.
—No te entiendo. 
—Sí, para quitarte los clavos.
—Es una metáfora.
—Sí, lo sé, mi martillo también lo es. Los clavos necesitan martillos y en tu caso solo tienes que buscar la herramienta adecuada que te ayude a dar ese primer paso.
—Está claro, en la vida hay que tener herramientas. Si tienes herramientas estamos salvados.
—Hoy podría ser ese día; el día que das el primer paso. Podrías empezar por borrar los primeros diez artículos de tu blog, después, al día siguiente, seguir con otros diez, hasta que no quede ningún artículo.
—Y cuando acabe con todo, ¿a qué me voy a dedicar? 
—A vivir, que no es poca cosa. A levantarte por las mañanas a dedicarte a la vida contemplativa. 
—No sé si podré. Son muchos años escribiendo todos los días.
—Vivir no necesita entrenamiento. Solo necesitas vivir. Tienes que dejar atrás lo que no te satisface. Siempre podrás volver a escribir. 
—Bien, eso haré.
Terminó su desayuno, se sentó delante de su portátil y borró sus primeros artículos. Se levantó y vi que lloraba. Luego salió al jardín y se sentó en una tumbona. Había dado el primer paso de su nueva vida.