18 junio 2010

El banco del tiempo


Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros. Pero él no estaba dispuesto a dejar que el pesimismo lo ahogara como había hecho con la mayoría de la gente de su pueblo. No, el estaba dispuesto a luchar. Así que una mañana, decidió montar un banco de tiempo en el salón de su casa. Había que darle un empujón a la moribunda vida del pueblo. Él fue el primero en apuntarse, fontanero. Luego se inscribieron electricistas, agricultores, modistas, amas de casa, carpinteros, mecánicos, etc. En poco tiempo el pueblo se transformó, todos tenían algo que ofrecer, todos tenían alguna necesidad, todos se sintieron un poco más útiles y algo más felices. Hay veces en que solo hace falta imaginación.