22 abril 2015

Aforismo nº 11

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La felicidad es estado muy complicado de conseguir porque hay demasiados factores de esa ecuación que no somos capaces de controlar o que no controlamos. Algunos entendidos en la materia manifiestan que la felicidad consiste en aceptarnos tal y como somos, con nuestras virtudes y nuestras miserias, sin pretender ir más allá y vivir con lo que somos, sin que esto vaya en contra de progresar en todos los sentidos.
Sin embargo los humanos somos como somos, y siempre intentamos ir más allá y no nos conformamos con lo que tenemos y nos buscamos mil y una razones para enredarnos con asuntos que, quizás, no nos conciernen.
Perdemos demasiado tiempo intentando alcanzar objetivos sociales, económicos, académicos en los que invertimos mucha energía, buscamos el aplausos de gran público y nos olvidados de lo que somos.
Y uno de esos enredos es hacer que nuestra ansiada felicidad dependa de los demás y ese puede ser el mayor de los errores para, siquiera, comenzar el camino hacia la felicidad.
Yo creo que la felicidad tiene que salir de dentro a fuera, construirla desde nuestro interior y luego sacarla a la luz pública para compartirla con el resto de nuestros semejantes.
Sé que es muy complicado trabajar esa parte de nosotros, esa parte que no conocemos y que nos da, en algunos casos, pavor enfrentarnos a ella, pero hay que hacerlo para emprender el duro camino de la felicidad.
Sinceramente, creo, que no hay otro camino que ese y para emprenderlo hay que trabajar muy duro y todos los días, respirar, respirar y volver a respirar hasta que encontremos ese rincón de nuestro interior donde se encuentra la luz blanca, sentarnos a observarla y dejarnos llevar por ella, para luego volver con la tranquilidad en el alma y unos gramos de felicidad en nuestras manos para entregarlos a los que nos rodean.