03 enero 2019

El buzón del pasado


Fotografía sacada con un teléfono móvil Acer Liquid Z630
Los paseos por los pueblos me dan la oportunidad de disfrutar del paisaje y de encontrarme con objetos como este buzón, que tuvo un protagonismo en otra época, pero que, hoy por hoy, ha pasado a ser un elemento testimonial de un tiempo que, supongo, ya no volverá.
El correo electrónico lo ha ido arrinconando a medida que las nuevas tecnologías han tomado el mundo de las letras y las cartas en papel son un testigo mudo del olvido.
Aún recuerdo cuando escribía cartas a los amigos, en verano o en Navidad, para comunicarles cómo lo estaba pasando y solicitarles que me escribieran para saber de ellos, esperando, con ansia, que la carta de respuesta se depositara en mi buzón para contestar y seguir con el juego epistolar. Ir al buzón con la llave para abrirlo era emocionante, tanto que el corazón te latía con más fuerza porque tenías ganas de encontrar la respuesta esperada.
Todavía conservo las cartas de aquellos veranos, cartas que formaron parte de mí en una etapa muy importante de mi vida y me ayudaron a crecer como persona.
En el presente, tu buzón personal te lo llevas a todas partes, pero ya no te llegan cartas de los amigos que veranean, ahora te llegan cartas de amor de mujeres u hombres del norte o del sur, de negocios que no puedes rechazar, de herencias de un pariente lejano que prometen hacerte multimillonario o enlaces maliciosos que solo pretenden vaciarte la cartera.
Sí, el correo electrónico es un avance innegable. No lo pongo en duda, pero el correo tradicional tenía su encanto, un encanto que no sé si se volverá a recuperar en este mundo tan trepidante.