15 mayo 2018

Los líos de la corbata


No sé cuántas veces he intentado aprender a hacer el dichoso nudo de la corbata y el fracaso siempre ha estado presente en mencionados intentos. Que si el nudo simple, el Windsor, el medio Windsor, el doble simple, el nudo cruzado o el no menos importante, nudo pequeño. 
Y es que hacer el nudo de la corbata no te lo enseñan en la escuela, y por lo menos, una vez en la vida, generalmente en bodas y funerales, y en esta parte del primer mundo, tienes que llevar una corbata. 
Sin embargo, una vez más y con mucho ánimo, me he puesto, nuevamente a ello. He recabado la información práctica en Internet, he localizado la web correspondiente a los nudos y he impreso la documentación adjunta. Me he puesto manos a la obra delante de mi espejo, que en ocasiones es un hijoputa, con el folio encima del lavamanos y con las manos sudadas. Me decido por el nudo Windsor que es un clásico. A la primera no me sale. Me sale un churro a medio hacer; a la segunda voy afinando el churro y parece que el asunto manual se encamina, pero las manos me siguen sudando. 
A la tercera, uff. La voluntad flaquea y si flaquea la voluntad, no sé si podré llegar al alcanzar mi objetivo. La voluntad, dicen, es el secreto del éxito; algo de talento y mucha voluntad. 
Se me pasa por la cabeza dejarlo para otro día, para que el conocimiento se asiente y mis jodidas neuronas trabajen sobre el Windsor y me permitan terminar el puto nudo.
Cojo el folio y me lo acerco bastante. Me doy cuenta que la presbicia me ha jugado una mala pasada, porque leo una sentencia en letra Times New Roman, tamaño 8: 
Es bastante complicado de realizar
Reflexiono unos instantes sobre si abandonar la tarea gordiana y optar por otro nudo que esté más al alcance de mis, obvias, limitaciones manuales. 
Al final decido seguir en la lucha. Me gusta terminar lo que acabo. Dice mi mujer que esa es una de mis más destacables cualidades. Yo no lo tengo tan claro. Después de una hora, logro hacer el puto nudo Windsor de los cojones. 
Estoy contento. Podré ir a mi cita como mandan los cánones de la etiqueta, pero con el triste convencimiento y también con algo de desesperación, que ese aprendizaje es tan efímero como el agua entre las manos. porque tengo la sensación de que hacer nudos de corbata no es como montar en bicicleta, que se aprende para siempre, sino que requiere mucha práctica diaria y yo, la verdad, creo que veré al señor Windsor dentro de algunas meses.
Fuente de la imagen: Pixabay