15 septiembre 2018

Amor fraterno

Sofía Strantur estaba tumbada sobre un prado, dejándose llevar por la imaginación. De su caseta de campaña salía el murmullo de su canción, que se repetía, una y otra vez porque no se cansaba de escucharla.
You're in my head. You always have been since the moment you left.
You're in my head and I can never forget you.
Observaba como las estrellas iban conquistando el universo mientras la noche extendía su manto diario. Ella hacía remolinos con un ramillete de su pelo, sin perder de vista las estelas de las estrellas fugaces, que atravesaban la vía láctea y que desaparecían en un instante. Entonces cerraba los ojos y pedía un deseo. Siempre el mismo porque todavía no se había cumplido y, por supuesto, no esperaba que se cumpliese. Borrar un pecado con un deseo, no es una tarea fácil y menos uno como el que ella cometió. Un pecado para el resto de mundo, pero no para ella. Amar nunca es un pecado.
¿Se podría tocar el cielo con la punta de los dedos? Sí, sí se puede. Ella estuvo a unos milímetros de tocarlo. Sin embargo, tuvo que renunciar al cielo y al amor y se fue para jamás volver porque no está bien visto que te enamores de tu hermana; la misma sangre no es compatible con el amor; eso decían ellos y están equivocados.
Fuente de las imágenes: Pixabay y @talentclub