Después de orbitar durante miles de millones de años en el cinturón de Kuiper, el asteroide ha despertado de su letargo. Al acercarse a Júpiter en su órbita eterna, una tormenta le ha provocado un desequilibrio gravitacional y la eternidad se ha roto. Acostumbrado a la rutina, está desconcertado y no sabe reaccionar. Sus cadenas astronómicas han caído y él, sin embargo, intenta aferrarse a su espacio conocido. Pero las leyes del universo son iguales para todos y ve pasar a la velocidad de la luz a Neptuno, Urano, Plutón, y se dirige, aterrado, al confín del sistema solar más allá de la delicada Nube de Oort, y todavía más allá, hacia lo desconocido.