05 junio 2018

La impaciencia

La paciencia es una virtud que muy pocos tienen; yo soy uno de ellos, lo reconozco. Mira que hago esfuerzos intelectuales, analíticos y personales, pero no logro controlar a esa fiera sin control que se llama impaciencia.
Estoy seguro de que esa fiera se puede domesticar, pero
¿Cómo?
Estoy convencido de que la impaciencia es fruto de mi carácter, de algún tipo de herencia transmitida de generación en generación y que cuando nací, ya tenía un buen chute de impaciencia corriendo por mis venas. Solo tengo que mirar a mis hermanos y hermanas, ellos tampoco escapan a ese gen que nos hacer revolvernos como si tuviéramos agua hirviendo bajo nuestros pies.
Esta fiera campa a sus anchas por todo mi ser, pero sobre todo cuando me subo al coche y arranco rumbo desconocido. Entonces la fiera se escapa de entre mis poros hasta que consigue conquistarme por completo.
El asunto se complica cuando me encuentro algún otro automovilista delante de mí, que va mirando el paisaje y, seguramente, disfrutando de su paseo. Mientras, yo detrás solo pensando en cómo sobrepasarlo, pero como siempre ocurre, este automovilista me impone su ritmo y no me queda otra que tragarme toda su parsimonia como si de una pócima se tratase que aumenta, exponencialmente, mi impaciencia. Estoy convencido de que a alguno de ustedes también le ocurre.
En muchas ocasiones he intentado controlar a este salvaje animal, que sale de mí como un huracán sin control, de las formas que los especialistas dicen en sus manuales tales como respirar profundamente, desviar la atención del momento que estoy viviendo e incluso, disfrutar del momento o sacar lo positivo de la situación. Tengo que decir que algunas veces lo consigo y muchas más no.
Y la impaciencia se me acrecienta cuando tengo alguna cita personal, entonces, a esta fiera se le suma mi virtud de ser extremadamente puntual; soy incapaz de llegar tarde a ningún sitio. Este binomio suele ser explosivo y busco estrategias para desactivar alguna de ellas, y sinceramente, casi nunca lo consigo.
Lo mejor que me ha ido es oír audio novelas, leer escuchando, pero a veces ni así consigo dominar al dragón que surge dentro de mí.
La impaciencia es un comportamiento absurdo, sí eso lo sé, porque no saco nada poniéndome nervioso; mi vehículo no irá más rápido, ni mi coche volará por soltar a esta fiera, ni las colas van a desaparecer, ni tampoco, irán más rápido. Al final soy yo el perjudicado, pero como dicen por ahí, el que quiera mal por su gusto…, al infierno a quejarse o que se suba a un coche.
Fuente de la imagen: propia