El amor le llegó de forma inesperada, cuando solo esperaba
pasar sus días con su perra Molly y vivir con los retazos de felicidad que le
entregaba su vida anodina. Sin embargo, la vida le mostró que ahí seguía,
cuando se la encontró sentada en un banco del parque leyendo. El corazón le
palpitó y sintió un escalofrío al sentarse junto a ella. Él no le dijo nada. A
la mañana siguiente volvió y se sentó a su lado sin decir nada. Así pasaron
muchos años, en silencio, porque, a veces, la felicidad está en los pequeños
momentos.
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