Ellos sabían la verdad. Las señales estaban por todos lados,
en el mar, en los glaciares del Himalaya, en las lluvias torrenciales, en las
sequías persistentes, en los desiertos y en los polos. Entregaron los informes
pertinentes a los dirigentes políticos e hicieron todo lo posible para salvar
lo que quedaba del planeta, pero no les hicieron caso. Ahora, los mandamases
están pendientes de la cuenta atrás del transbordador que los llevará a Marte,
dejando, para siempre, el planeta que ya no es azul y que convirtieron en gris
petróleo.
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