Busqué tu firma entre las cartas que enviaste hace años, esas, en las que el amor rondaba como un lobo hambriento por todos los cuadrados perfectos y azules. Aquella firma de trazo azul-borroso, que se había escapado de un bic de media tinta, mordido su caparazón y casi sin su cuerno de añil. Allí estabas, en tu firma, como siempre habías estado, esta vez sin poder escaparte, como lo hiciste aquel verano de mentiras y desencuentros.
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