09 octubre 2018
01 octubre 2018
Quieres que llegue el invierno

Ya sé que quieres que llegue el invierno. Que no te gusta el verano, ni el Sol, ni la playa, ni su engorrosa arena. También sé que no te gusta la oscuridad, ni el olor rancio de la humedad, que se te mete hasta la más oculta de tus fibras. Que esperas a que abran las puertas y que te liberen de la madera sucia de este viejo ropero y volver a pasear por los parques de la ciudad; pero no olvides que este es el sino de los abrigos de paño.
Entiendo tu añoranza por el frío, por esos días en que el viento gélido acaricia tu lana y los copos de nieve se posan suavemente sobre tus pliegues. Aguardas paciente, mientras el calor se desvanece lentamente, imaginando esos momentos en los que vuelves a ser útil y necesario. La vida en la penumbra del armario no es fácil, lo sé. La espera se hace eterna y las sombras que te rodean se vuelven compañeras indeseadas. La madera cruje con cada cambio de estación, y el moho amenaza con dejar su impronta.
Pero no desesperes, querido abrigo. El verano no es eterno y tu momento llegará. Las puertas se abrirán, la luz volverá a acariciar tus botones y la brisa invernal te envolverá una vez más. Entonces, volverás a sentirte vivo, recorriendo las avenidas, protegiendo del frío a quien te lleva. Ese será tu instante de gloria, cuando el invierno te devuelva a la vida y los días soleados sean solo un recuerdo lejano.
Hasta entonces, resiste. La oscuridad no dura para siempre y la madera vieja no puede contener tu esencia. Llegará el día en que los parques te vean pasar, que las hojas secas crujan bajo tus pasos, y que el viento frío sea tu compañero. No olvides que, aunque el ropero sea tu prisión temporal, el invierno siempre vuelve, y con él, tu propósito.
Fuente de las imágenes: Pixabay
28 septiembre 2018
The unfinished novel

He came to the newsstand like every other day. Dragging his left leg, which hadn't been working properly for a long time. He greeted the clerk, paid for the paper and went to the café. He stopped at the entrance, closed his eyes and smelled the scent of everyday life, of the common and the traditional. Then he walked slowly to the back of the cafeteria, towards a table that was reserved under the name. When he arrived he put the newspaper on the table and sat down. He took out his notebook and his pencil. He breathed. There, his heart felt safe and happy. Mary, the waitress, brought you the black coffee, very hot, loaded and bitter. He smiled at her and she asked him how the novel was going.
He, while still smiling, told her that he hoped to finish it before he died. Death has been knocking on my door for a year, she's sitting on the first step of my driveway. Every day I greet her and she returns it to me with a slight bow of her scythe.
"Don't say that, you're like clockwork."
Mary left the coffee in the middle of the table. He stared hypnotized at the light smoke coming from the coffee. He took the notebook, the pencil and began to write the first thing that came into his head; automatic writing, they tell him, because for many years he has not been able to write a paragraph of fiction, he only writes the crazy things that come into his head, waiting for the desire to invent and tell stories to return.
Image source: Pixabay @talentclub
26 septiembre 2018
El recuerdo de tus huellas

Guardaba aquel vaso con sus huellas porque era lo único tangible que le quedaba de ella. Todo lo demás eran recuerdos que eran borrados, día a día, con el cincel inexorable del tiempo.
Fuente de las imágenes: Pixabay
24 septiembre 2018
Los colores del corazón

Buscaba en los colores cálidos una escusa para levantarse cada mañana y pintaba cuadros repletos de escarlatas, de rojos, de naranjas, de amarillos y de verdes-limón, porque hacia tiempo que de su corazón solo salía frío.
Fuente de las imágenes: Pixabay y @talentclub
21 septiembre 2018
Cómo escribir un microrrelato
Escribir microrrelatos no es una tarea fácil; requiere de cierta habilidad y esfuerzo. No es sentarse delante del ordenador y comenzar a escribir lo primero que nos viene a la cabeza. El microrrelato tiene su propia estructura narrativa, tan particular que podemos perdernos a las primeras de cambio y alejarnos de nuestro principal objetivo.
Esa estructura narrativa se lleva a la mínima expresión, en la que lo importante no está en el desarrollo, sino en el planteamiento y, por su puesto, en el desenlace.
Esta estructura nos invita a jugar con la palabra y con el lector porque un lector que se acerca a un microrrelato viene buscando algo diferente, un planteamiento curioso y un desenlace que lo deje con la boca abierta.
Por estas razones no es fácil escribir microrrelatos porque tenemos que utilizar pocos mimbres para que la historia que queremos contar vea la luz y hacerlo lo mejor posible.
No podemos olvidar que el microrrelato es una forma de contar una historia de la manera más breve posible, sin enredarnos con giros inexplicables y multitud de personajes. No, el microrrelato necesita beber de la palabra, de la brevedad, del detalle, de la imaginación, la intuición, de la complicidad con el lector y de la precisión.
Estas son las razones por las que escribir un microrrelato no es una tarea fácil porque tenemos que tener en cuenta muchos aspectos y, sobre todo, tenemos poco espacio para contar nuestra historia y un espacio determinado siempre es limitante.
En mi caso particular, cuando me pongo a escribir un microrrelato, tengo que tener en la cabeza lo que quiero escribir; sé perfectamente lo que quiero contar. Sin embargo, esto es solo el principio, luego me pongo a escribir y lo hago teniendo en cuenta lo antes dicho. Luego, una vez he terminado mi primera versión, me pregunto si en el texto escrito está lo que quiero contar. Si la respuesta es sí, entonces comienzo a recortar todo lo posible el texto, reducirlo lo máximo posible, dejando solo, negro sobre blanco, lo que importa, que no es otra cosa que la historia que quiero contar.
Ya saben lo que decía Baltasar Gracián: «Lo breve, si bueno, dos veces bueno» y que con gran sabiduría también añadía: «Y aun lo malo, si poco, no tan malo»
Por todo lo dicho, no hay que olvidar esa estructura particular del microrrelato, en la que la brevedad es su columna vertebral y donde un planteamiento creativo y un desenlace sorprendente tienen un protagonismo superlativo.
Un ejemplo de esto que digo es el microrrelato Realidad de Eva Manzanares que fue finalista de la IV Edición del Concurso Internacional de Microrrelatos «Museo de la Palabra»
Porque no podemos olvidar que, cuando nos sentamos a escribir un microrrelato, tenemos que ser directos y precisos, dejando solo en nuestro texto lo que queremos contar, sin perder nunca de vista que tenemos que relatar una historia de la mejor manera posible y que esa historia deje al lector con un regusto de satisfacción.
Si lo logramos, habremos hecho un buen trabajo, si no, tendremos que seguir escribiendo y leyendo para llegar a alcanzar nuestro objetivo, pero esa no es una tarea fácil.
Fuente de la imagen: Pixabay.
Fuente de la imagen: Pixabay.
20 septiembre 2018
Potaje de egos

Hoy me levanté con mucha hambre y solo tenía potaje de egos.
Fuente de las imágenes: Pixabay y @talentclub
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