![]() |
Fuente: Pixabay |
Etual era un joven mozárabe que bajaba todas las semanas a la ciudad de
Valencia, allá por el siglo X, a vender el vino de las bodegas de su familia en
las posadas de la ciudad.
El viejo Calev,
que era un próspero comerciante judío, oyó con claridad el cántico del vendedor
de vinos y como apreciaba el buen caldo, esperó su llegada para comprarle dos o
tres pequeñas tinajas al joven Mozárabe.
Cuando Etual
llegó a las puertas del comercio, se encontró con Calev, que estaba regateando
el precio de una partida de alfombras con un árabe. Allí vio por primera vez a
la joven Telalit que era una de las hijas de Calev. Sus miradas se encontraron
por un instante, se sonrieron y Etual le preguntó:
—¿Me atiendes tú
o espero por tu padre?
—Vete llenando
estas tinajas. Si Padre quiere más, él te lo dirá.
Mientras Etual
llenaba las tinajas, no dejaban de mirarse y de sonreírse. Al entregarle las
tinajas, sus manos se rozaron por un momento, se volvieron a mirar y agarraron, por primera vez, el hilo invisible del amor.
Después de un
año de miradas, caricias y sonrisas furtivas, en uno de esos encuentros,
aprovechando que Calev había ido al puerto a recoger unas mercancías, Etual le
dijo:
—Telalit, me
gustaría verte esta noche, necesito sentir tus labios en los mios, abrazarte y
besarte.
—Etual, yo
también lo deseo, pero nuestro amor es imposible. ¿Olvidas que soy judía y tú
mozárabe? Jamás podríamos casarnos y eso sería una locura.
—Ya lo sé, pero
vivamos esa locura, amor, vivámosla. Escucha, cada noche, si quieres verme, pon
una copa de vino en tu ventana, esa será la señal para nuestros encuentros.
—Será muy
arriesgado, Etual, si nos descubren mi padre te despellejará vivo y a mí, no sé
lo que me haría.
—Correremos ese
riesgo. Amor, ya no puedo vivir sin ti. Esta noche volveré, pero antes dame un
beso.
—¿Un beso? ¿Tú
estás loco? ¿A plena luz del día?
—Sí, un beso,
quiero besar tus labios Telalit.
La muchacha se
acercó y le besó los labios con una dulzura que él nunca olvidó, su cuerpo se
estremeció y le dijo:
—Hasta esta
noche mi amor.
Así, todas las
noches de todas las semanas de los años siguientes, Etual, visitaba a su amante
y furtivamente se fueron amando hasta la locura.
Hasta que un
día, Telalit dejó de poner la copa de vino en su ventana. Pasaron las semanas y
los meses. El joven no entendía lo que ocurría, pero seguía acudiendo cada
noche a su cita y vendiendo su vino al viejo Calev. Mientras, su joven amante,
lo observaba desde lo alto de su ventana, bebiéndose las lágrimas del dolor y
la pena.
Una noche de
primavera, Etual encontró la copa de vino en la ventana, su corazón le dio un
vuelco y esperó. Al poco, salió su amada. Se besaron y se abrazaron como nunca
lo habían hecho, como si su mundo se fuera acabar en ese preciso instante. En
ese momento, Telalit le dijo con tristeza:
—Dentro de tres
semanas me caso con el señor Ivri, un viejo asqueroso al que no quiero, pero mi
padre necesita su dinero para ampliar su negocio. Le entrega una buena dote por
mí.
—¡No! Eso no
puede ser, yo te amo Telalit, no te puedes casar.
—Yo también te
amo Etual, pero nuestro amor es imposible.
—¿Qué haremos
entonces?
—Olvidarnos de
este amor. No hay otra salida.
—¿Olvidarnos de
nuestro amor? Sería capaz de cortarme el cuello si no tengo tu amor, Telalit.
Necesito tus besos, tus caricias, y quiero formar una familia, tener hijos…
—Todo lo que
dices es una locura.
—Escúchame, te
amo y sé que tú me amas. ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar por nuestro
amor?
—Sabes que haría
lo que fuera por estar contigo, te amo con toda mi alma.
—Tenemos tiempo
de preparar nuestra huida. Todos los domingos sale un barco hacia Nápoles. El
capitán es un buen amigo mio, porque siempre le dejo el vino a buen precio.
Estoy seguro que nos llevará a cambio de las ocho tinajas de vino que traigo
cada semana. Es sencillo Telalit, yo vendré a buscarte dentro de dos semanas.
Ese domingo, si veo la copa en tu ventana, sabré que te vendrás conmigo, si no
la veo, lo entenderé y de igual forma me iré, porque no podría soportar verte
en brazos de otro hombre y que te marchites como una rosa en el desierto.
—Pase, lo que
pase, Etual, nunca olvides que te amo.
—Nunca lo
olvidaré, vida mia.
El joven
mozárabe preparó todo el viaje, habló con el capitán que no le puso ninguna
objeción para llevarlo hacia Nápoles al precio convenido.
Al amanecer del
domingo previsto, Etual fue en busca de su amante con un hatillo de ropa, una
pequeña mata de los viñedos de su padre y las dos mulas con las tinajas de
vino. Miró hacia la ventana y no vio la
copa de vino. Cuando el mozárabe bajaba por las calles oscuras de Valencia, creyó
oír el grito ahogado de su nombre que se perdía por las callejuelas, se giró pero
solo encontró la oscuridad de la noche.
Las lágrimas
bajaron por su rostro como torrentes en busca del mar, comprendió que hay
amores imposibles y partió con el recuerdo de una copa de vino, de unos besos y
con una esperanza en su corazón.
También en:
https://steemit.com/spanish/@moises-moran/el-beso-desado