21 mayo 2014
18 mayo 2014
¿Qué he leído? Cipriano, el vampiro vegetariano de César García Muñoz
Ayer terminé de leer Cipriano, el vampiro vegetariano de César García Muñoz, un novela infantil que me gustó de principio a fin, ideal para niños de ocho a doce años. Muy bien escrito y con un ritmo ideal para los más pequeños.
Ficha técnica:
Páginas: 101
Publicada en Amazon.
16 mayo 2014
15 mayo 2014
¿Qué he leído? La costilla de Cain de Miguel Angel Moreno
Ayer terminé La costilla de Cain de Miguel Angel Moreno y tengo que reconocer que me gustó mucho el comienzo, incluso me entusiasmó la forma de contar que tiene el autor y el ritmo trepidante de la novela, pero a medida que avanzaba, se me fue haciendo un poquito larga, como si el autor no quisiera llegar al final y estirara la historia, cuando, quizás, no lo tenía que hacer, porque hay un punto en que todos sabíamos cómo acabaría y cuando un lector intuye como acabará una novela, esta pierde su sentido.
Ficha técnica:
Editor: Createspace
Páginas: 282 páginas
10 mayo 2014
Vídeo y fotos de la presentación en directo de Jinámar Connection
Ayer fue un día importante porque presentamos por primera vez mi última novela Jinámar Connection. Todo salió como esperábamos y a pesar de ser una experiencia nueva.
Habrá que apuntar esta modalidad para el futuro porque tiene muchas y amplias posibilidades.Aquí pueden ver el vídeo y fotos de la presentación en directo de Jinámar Connection:
09 mayo 2014
Presentación online de Jinámar Connetion
Presentación online de Jinámar Connetion. En el siguiente enlace puedes ver la retransmisión en directo de la Presentación online de Jinámar Connetion que comenzará a las 20.00 horas insular canaria:
01 mayo 2014
Secuestrar al lector
Pienso que el novelista tiene que secuestrar al lector y no a punta de pistola, sino con su historia. El que no lo consiga está muerto y su novela acabará en la papelera de reciclaje o apuntalando la pata de una mesa coja.
La novela nació para contar historias, para que el lector se sumerja en ella y se pierda, por unas horas, en los mundos inventados por el novelista. Cuando escribo, lo hago con ese objetivo, no tengo otro; solo quiero contar una historia inventada, no quiero sentar cátedra, no quiero reescribir la historia, no quiero trascender, no quiero enviar mensajes subliminales, no quiero re-definir el lenguaje, no quiero escribir un ensayo novelado, no quiero hacer una biografía de la realidad, solo quiero contar, solo quiero «mentir» y que el lector juegue con la historia que le propongo.
Sí, lo sé, hay escritores que piensan y hacen todo lo contrario, pero en este jardín hay flores de todo tipo. No me gustan las novelas que, en las primeras páginas, tengo que sacar el machete para avanzar o sacar la pala para salir de las arenas movedizas en las que me ha metido el escritor. Para mí la novela es disfrute y la lectura es un placer. Si consigo que el lector disfrute con lo que escribo, mi objetivo está conseguido. Todo lo demás son milongas.
Lo dicho, intento ser un secuestrador de lectores, algunas veces lo consigo y otras no.
Cuando me siento a escribir, mi mente se convierte en un taller de sueños. Cada personaje es una chispa, cada trama un hilo que se teje con cuidado, buscando atrapar al lector en una red de palabras. No me interesa complicar las cosas; busco la fluidez, esa sensación de que cada página pasa sin esfuerzo, como un río que lleva al lector hacia el mar de la historia.
Hay quienes creen que una novela debe ser un laberinto intelectual, un reto que el lector debe superar. Yo prefiero pensar que la lectura es un viaje placentero, una oportunidad para escapar de la realidad, para vivir otras vidas y experimentar otros mundos. Mis historias son puertas abiertas, invitaciones a un baile donde la imaginación es la única regla.
No escribo para impresionar a la crítica ni para ganar premios. Escribo porque tengo historias que contar, porque creo en la magia de las palabras y en su capacidad para transportar a quien las lee. Cada novela es un intento de crear un puente entre mi mundo y el del lector, un puente que permita cruzar al otro lado y perderse en un lugar donde todo es posible.
Al final del día, mi satisfacción viene de saber que, al menos por un momento, alguien se perdió en mis páginas y disfrutó del viaje. Escribo para esos momentos de conexión, para esos instantes en los que el lector se olvida de todo lo demás y se deja llevar por la historia. Esa es mi meta, mi verdadera recompensa.
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