24 enero 2007

Un poema a mi padre

Busco tus recuerdos entre los pedazos de mi alma,
Y los encuentro, pero se me pierden entre las manos,
Intento retener en mi memoria tu sonrisa, tus ojos,
Tu figura, pero irremediablemente, una neblina oscura
cubre tu sonrisa, tus ojos y tu figura.

Te eché de menos en la soledad de la infancia,
busqué tus manos, tu abrigo y tu protección,
pero la realidad me escupía y me abofeteaba
y me decía que jamás tendría tus manos, tu abrigo y tu protección.

Crecí sin tenerte a mi lado, sin tener tu aliento,
sin tener tus consejos, sin tus reprimendas,
pero tengo que decirte, que siempre has estado ahí,en mi corazón y en mi alma.

Mi padre

Se puede decir que no conocí a mi padre, porque murió cuando yo contaba solo cinco años y los recuerdos que tengo, son escasos y se pierden ya en mi memoria.

Al escribir estas letras, hago un esfuerzo por encontrar dentro de mi los recuerdos y los sentimientos, y lo tengo que decir, me cuesta bastante, porque los recuerdos, son como el agua que se evapora con el paso del tiempo, por mucho que uno intente mantenerlos vivos.

La muerte de mi padre marcó para siempre a mi familia y a mi, que personalmente siempre eche de menos su calor, su sonrisa y su buen talante. La muerte de mi padre fue con un tsunami que arrasó todos los cimientos de mi familia, sobre todo a mi madre, que sufrió su pérdida como algo irremediable y que sé que jamás ha superado. Pero la vida, como siempre se abre paso, y con mucho esfuerzo y sufrimiento, mi madre, sacó a adelante a toda su familia.

Dice mi madre, que mi padre era un buen marido y sobre todo un buen padre, cosa que no pudo ejercer porque la muerte se lo llevó sin remedio, pero dejó detrás suyo una estela de cariño y amor por sus hijos.

Particularmente, siempre he sentido la ausencia de mi padre como una loza en mi vida, como un hueco que nadie ha terminado de llenar, porque siempre eché de menos su aliento, su abrazo y sus besos. Mi hijo Aarón es de los pocos que están llenando ese hueco porque quizás me veo yo, pequeño, esperando el abrazo y el cariño de mi padre y es justamente mi hijo, el que está llenado con sus sonrisas y sus abrazos todo lo que mi padre nunca me pudo dar.

Su figura ha estado ahí y vuelve cada cierto tiempo, sobrevolando mi vida y mi pensamiento y preguntándome, por qué no pude tener su compañía, sus consejos y su fuerza, porque estoy convencido de que de haber sobrevivido a su terrible enfermedad, mi vida hubiera sido muy diferente, de eso, estoy convencido.

09 enero 2007

Una reflexión sobre el cambio climático



Hace ya algunos meses vi la película de Al Gore, Una verdad incomoda. Este documental mostraba claramente las consecuencias que la actividad del hombre está ejerciendo sobre nuestro planeta. Unas consecuencias que están haciendo que el clima esté cambiando y que, si no ponemos remedio, en pocos años, sufriremos irremediablemente. La actividad del hombre está siendo dañina para el planeta, que día a día, esta sufriendo en silencio todas nuestras emisiones de CO2 a la atmósfera, que está haciendo que la tierra se esté calentando como jamás había estado y como resultado de esto, se están produciendo cambios en el clima que ya estamos viendo, como veranos mas largos, inviernos mas cortos, huracanes, sequía e inundaciones.

También el pasado domingo vi con interés un programa en la 2 sobre el cambio climático, que también puso sobre la mesa el problema que nos está afectando, con la opinión de muchos expertos que coincidían en que o ponemos remedio al calentamiento global o estamos seriamente jodidos.

Ciertamente el panorama es para preocuparse y para tomárselo muy en serio. El futuro de nuestro planeta está comprometido y por tanto, también está nuestro futuro comprometido, sobre todo el de nuestros hijos, que si no hacemos algo aquí y ahora, tendrán muy difícil seguir en este planeta con las garantías adecuadas para vivir con tranquilidad y dignidad.

Estamos tan inmersos en nuestro día a día, en resolver nuestros problemas, en mirarnos el ombligo, que no nos damos cuenta que esta pasando con la tierra que habitamos.

La gran pregunta es qué podemos hacer, como podemos actuar. En este punto podemos hacer muchas cosas. Podemos tomar conciencia de que nosotros tenemos el poder, el poder de cambiar las cosas, tomando conciencia del problema y habérselo llegar a nuestros políticos para que ellos tomen también conciencia y que generen medidas para parar el cambio climático. Porque en definitiva son los gobernantes los que pueden tomar esas medidas, está en sus manos, en su voluntad política, el tomar medidas para detener o paliar el cambio climático, y esa voluntad política se puede moldear justamente con nuestros votos. Los políticos están ahí porque nosotros los hemos puesto, así de sencillo. Nosotros tenemos que vigilar para que los programas electorales incluyan medidas drásticas para cambiar lo esta pasando con el clima y si no las incluyen, hacerles llegar nuestras protestas.

También podemos particularmente tomar algunas medidas que sumadas a muchas particularidades, seguro que beneficiamos al planeta, estas medidas son (Fuente: www.movimientoclima.org):

1. Reciclar todo lo que sea reciclable. Usando los contenedores adecuados y educando a nuestros hijos sobre la importancia del reciclaje.
2. Apagar totalmente todos electrodomésticos que no estamos usando.
3. Cambiar todas las bombillas normales por bombillas de bajo consumo.
4. Desenchufar el cargador del móvil cuando el móvil esté cargado.
5. Bajar toldos y persianas en verano para reducir el uso de aire acondicionado.
6. Usar el transporte público.
7. Usar lavadora cuando este totalmente llena y con baja temperatura.
8. Una ducha rápida antes que un baño.
9. Taponar las rendijas de tu casa en invierno para evitar que el calor se escape.
10. Baja un grado la temperatura de la calefacción en invierno.
11. Cuando vayas a cambiar de electrodomésticos compra aquellos llamados eficientes, clase A
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En fin, estas son algunas de las medidas que podemos hacer particularmente, pero a mi modo de ver, lo mas importante es concienciar a nuestros políticos porque son ellos los que gestionan nuestros recursos y por ende, los recursos de nuestro planeta.

20 diciembre 2006

La puntualidad



La puntualidad es una virtud que definitivamente tengo, pero que en ciertos momentos se me revira como un perro rabioso, haciéndome perder la paciencia cuando los otros no la comparten. No puedo evitar sentir que la impuntualidad es una falta de respeto absoluto hacia las personas que sí valoran el tiempo. Y es que, cuando alguien llega tarde, lo que nos roba es precisamente el tiempo, ese bien tan preciado y finito. Muchos parecen creer que el tiempo se crea por generación espontánea, como si fueran magos espléndidos capaces de sacarlo de la chistera a voluntad: cinco, diez, veinte o incluso treinta minutos. Pero la cruda realidad es que ese tiempo se va, se escurre como agua entre los dedos y nunca regresa.

El tiempo perdido no vuelve. Se convierte en parte del pasado, en una oportunidad que ya no existe, en una cita que nunca comenzó a la hora adecuada. Lo curioso es que, aunque entiendo y valoro el peso de este concepto, no puedo dejar de ser puntual. Me gustaría poder relajarme, ceder, pero hay algo en mí que no lo permite. Esa sensación de incomodidad se parece a una alarma interna que me recuerda constantemente la importancia de respetar el tiempo de los demás y el mío propio. Quizá sea una mezcla de costumbre, responsabilidad inculcada desde la infancia y una percepción del tiempo como un recurso limitado que no se debe desperdiciar. Esa "inquietud" que me invade cuando sé que puedo llegar tarde actúa como un motor que termina siempre por empujarme a ser el primero en cualquier cita, como si así pudiera tener cierto control sobre lo que sucede a mi alrededor.

Me pregunto con frecuencia qué elementos psicológicos, personales, sociales, culturales, incluso matemáticos o físicos, intervienen en la puntualidad de las personas. ¿Por qué algunos parecen no tener la misma necesidad de llegar a tiempo? ¿Es un tema de crianza, de experiencias, de costumbres o simplemente de personalidad? Tal vez la puntualidad nace de una combinación de hábitos familiares y una valoración interna del respeto por los demás. He intentado analizarme y recordar cuándo empecé a ser puntual. ¿Hubo algún momento, algún episodio en mi vida, que marcó la importancia de llegar a tiempo? Pero, como en tantos otros aspectos de mi existencia, no logro encontrar respuestas claras, aunque sigo reflexionando al respecto.

A veces fantaseo con ser más irreverente, más inflexible con los impuntuales. Me gustaría levantarme e irme sin más cuando alguien llega tarde, dejar claro que el tiempo es valioso y que no estoy dispuesto a regalarlo. Sin embargo, no puedo. Quizá es por esa sensación de culpabilidad que me asalta al pensar que podría estar exagerando, o tal vez por la educación que recibí, en la que se me inculcó que la paciencia es una virtud. O quizás, simplemente, temo al conflicto, a enfrentarme a la incomodidad de dejar a alguien con la palabra en la boca. Algo dentro de mí siempre me obliga a esperar, a conceder esos minutos que sé que no volverán.

Quizá algún día logre ese equilibrio. O tal vez continúe siendo ese eterno puntual que aguarda con paciencia, observando cómo el tiempo pasa, confiando en que, en algún rincón del universo, esos minutos que perdí encuentran su razón 

16 noviembre 2006

La impaciencia

La paciencia es una virtud que muy pocos tienen; yo soy uno de ellos, lo reconozco. Mira que hago esfuerzos intelectuales, analíticos y personales, pero no logro controlar a esa fiera sin control, que se llama impaciencia.

Estoy absolutamente seguro de que esa fiera se puede domesticar, pero ¿Cómo? Estoy igualmente, absolutamente seguro, de que la impaciencia es fruto de mi carácter, que cuando nací, ya tenía un buen chute de impaciencia corriendo por mis venas. Esta fiera, campa a sus anchas por todo mi ser, pero sobre todo cuando me subo al coche y arranco rumbo desconocido. Cuando me encuentro algún otro automovilista delante de mi, que va mirando el paisaje y seguramente, disfrutando de su paseo. Mientras, yo detrás, solo pensando en como sobrepasarlo, pero como siempre ocurre, este automovilista me impone su ritmo y no me queda otra que tragarme toda su parsimonia. Seguramente que a alguno de ustedes también le ocurre.

En muchas ocasiones he intentado controlar a este salvaje animal, que sale de mi como un huracán sin control, de las formas que los especialistas dicen en sus manuales tales como respirar profundamente, desviar la atención del momento que estoy viviendo e incluso, disfrutar del momento, sacar lo positivo del momento. Tengo que decir que algunas veces lo consigo y muchas mas no.

Y la impaciencia se me acrecienta cuando tengo alguna cita personal, entonces, a esta fiera se le suma mi virtud de ser extremadamente puntual; soy incapaz de llegar tarde a ningún sitio. Este binomio suele ser explosivo y busco estrategias para desactivar alguna de ellas, y sinceramente, casi nunca lo consigo.

La impaciencia es un comportamiento absurdo, si eso lo sé, porque no saco nada poniéndome nervioso; mi vehículo no irá mas rápido, ni mi coche volará por soltar a esta fiera, ni las colas van a desaparecer, ni tampoco, irán mas rápido. Al final soy yo el perjudicado, pero como dicen por ahí, el que quiera mal por su gusto…al infierno a quejarse.

09 noviembre 2006

La conciencia de estar vivo

Hoy quería compartir con ustedes, algo, que en algunas ocasiones me ocurre, y no es otra cosa que tener la conciencia de estar vivo.

Quizás a bote pronto, y así de repente, puede parecer algo obvio, eso de tener conciencia de estar vivo, pero es que a mi, me pasa con cierta frecuencia, yo diría más, yo creo que la mayoría del tiempo tengo esa extraña sensación.

Y digo extraña sensación, porque, por unos instantes, me veo a mi mismo, y en ese mismo instante, tomo conciencia de que estoy aquí y ahora. Por ejemplo, ahora me esta pasando, cuando escribo estas líneas, pero claro, en esta ocasión no tiene mucha relevancia, porque estoy escribiendo sobre ello.

Esa impresión me sobreviene en cualquier momento de mi vida cotidiana, en las situaciones más habituales, conduciendo la moto, cocinando, viendo la televisión, leyendo, etc. Pero también en situaciones no tan cotidianas y digamos mas extraordinarias que se salen de lo normal.

En muchas ocasiones me paro a pensar porque me ocurre eso, y pienso que seguramente le pasa a todo el mundo y que el ser humano toma conciencia del aquí y del ahora, pero he preguntado a algunas personas sobre este tema y no saben contestarme con certeza.

Ese estado de ser conciente, realmente no me preocupa, pero si me ocupa, porque me hace sentirme vivo, sentirme que estoy aquí, viviendo en este instante, en un mundo que se desarrolla, que camina unas veces hacia delante y otras hacia atrás.

Y realmente en esos momentos de conciencia abierta, no me hago ninguna pregunta existencial, del tipo que hago aquí, si tengo alguna misión en este mundo, no, es mucho mas sencillo, solo pienso que estoy aquí y ahora.

En fin, si les pasa lo mismo, simplemente me lo hacen saber.