19 junio 2025

Una noticia triste para la vela latina: los barquillos se van del muelle

Fuente: Barquillo Cambullonero 103

Ayer me enteré de una noticia que, sinceramente, me entristeció. La Federación Insular de Barquillos de Gran Canaria ha decidido abandonar las instalaciones náuticas de Fernando Roque, y lo hace porque las dificultades para entrenar y desarrollar su actividad en el muelle se han vuelto insostenibles. Limitaciones, trabas y obstáculos constantes, según fuentes de la propia Federación de Barquillos de Vela Latina de Gran Canaria, que han hecho imposible continuar con normalidad. 

La Federación Insular de Barquillos, en su comunicado, lo decía con claridad:

“Durante años hemos convivido sin mayores problemas con otros usuarios y con el personal de las instalaciones. Pero las restricciones han ido en aumento, hasta el punto de impedirnos entrenar o reparar. No hemos sentido el apoyo institucional que necesita un deporte autóctono para crecer.”

Y en mi opinión, esto no solo es una mala noticia, sino también una oportunidad perdida.

Estamos hablando de dos modalidades hermanas, nacidas de la misma raíz; la vela latina, que deberían caminar juntas en el desarrollo y difusión de nuestra cultura náutica tradicional. 

Tener a los barquillos en la base náutica Fernando Roque no es un hándicap, al contrario: es una oportunidad para ambas modalidades deportivas. No podemos vernos en ningún caso como rivales, sino como hermanos que comparten un mismo objetivo: fomentar la cultura náutica de la vela latina canaria.

Entiendo que compartir instalaciones siempre requiere cierta coordinación y puede generar algún conflicto,  pero me cuesta creer que estemos ante problemas insalvables. Muchas de esas dificultades se podrían solucionar con voluntad, diálogo y gestión. Por ejemplo, adaptar parte del recinto para acoger adecuadamente a los barquillos o incluso retirar del muelle aquellas embarcaciones que llevan años sin uso, que ya no compiten ni tienen perspectivas de volver al mar. El Ayuntamiento dispone de espacios alternativos, como La Favorita, donde esos botes en desuso podrían almacenarse, liberando así sitio para quienes sí están activos.

No olvidemos que la mayoría de los tripulantes de barquillos también navegan en nuestros botes y forman parte de nuestra familia.

No podemos construir el futuro de la vela latina desde la confrontación, sino desde el respeto, la cooperación, la solidaridad y la responsabilidad. Por desgracia, no es la primera vez que ocurre algo así. En el pasado ya hubo roces y dificultades similares, y sin embargo se lograron superar. Por eso me cuesta entender que ahora, en lugar de aprender del pasado, estemos volviendo a dividirnos.

De verdad lo digo: no podemos permitirnos desaprovechar este espacio de cultura compartida, de aprendizaje, de historia y de convivencia. Tenemos que estar por encima de las dificultades. La vela latina canaria es una gran familia, con distintas ramas, sí, pero con una historia y un presente que compartimos.

Tenemos unas instalaciones deportivas que son inmejorables, y tenemos que aprovecharlas para que la vela latina, en sus dos modalidades, se desarrolle de forma paralela y complementaria. Como ya dije, la presencia de los barquillos en nuestra base no es un problema, es una gran oportunidad. No solo porque compartimos espacio con otra modalidad que muchos conocen y practican, sino también porque convivir con ella nos enriquece a todos. Por eso, ahora más que nunca, tenemos que ser flexibles y generosos.

Ojalá volvamos a encontrarnos en el mismo muelle. Y ojalá, esta vez, con más generosidad, más solidaridad, más diálogo y más visión de futuro.


09 junio 2025

El barco secuestrado por Israel y la vergüenza de los gobiernos occidentales


La madrugada del domingo 8 de junio, el barco humanitario Madleen, con destino a Gaza, fue abordado en aguas internacionales por la Marina israelí. No era un buque militar. No transportaba armas. Llevaba ayuda humanitaria —como leche infantil, medicinas y prótesis—, y a bordo viajaban 12 activistas de distintas nacionalidades, entre ellos nombres como Greta Thunberg, la eurodiputada Rima Hassan, el actor irlandés Liam Cunningham y el activista español Sergio Toribio.

La operación israelí fue un secuestro en toda regla. Así lo han denunciado los propios activistas, que relataron cómo drones interrumpieron las comunicaciones y rociaron sustancias irritantes antes de que las fuerzas israelíes tomaran el control del barco a más de 100 millas náuticas de la costa. Esto no fue un incidente. Fue un acto de piratería de Estado, una violación flagrante del derecho internacional.

Pero lo más escandaloso no es solo el comportamiento del gobierno de Netanyahu —acostumbrado ya a operar fuera de todo marco legal—, sino el silencio cómplice de los gobiernos occidentales. Nadie condena con firmeza. Nadie se atreve a actuar. Mientras el pueblo palestino es masacrado, son las organizaciones civiles, los colectivos privados y los ciudadanos valientes quienes asumen la responsabilidad moral que los Estados han abandonado.

Lo que ocurre en Gaza no es una guerra. Es un genocidio. Es la destrucción sistemática de un pueblo al que se le niega la vida, el refugio, el alimento y el futuro. Y Occidente, mientras tanto, se limita a emitir notas de prensa tibias, o directamente a justificar lo injustificable.

No podemos callar. No podemos permitir que la impunidad siga siendo la norma. No es posible que Netanyahu, un criminal de guerra, siga actuando con total libertad, burlándose del derecho internacional y de cualquier noción básica de humanidad.

Hoy más que nunca debemos alzar la voz. Porque callar es ser cómplice. Y la historia no perdonará a quienes miraron hacia otro lado mientras se asesinaba a un pueblo.

03 junio 2025

Gaza: ¿la nueva "solución final"?



Foto: AFP Photo/Marco Longari

En las últimas semanas, se han intensificado los signos de lo que muchos ya no dudan en calificar como limpieza étnica en Gaza. No se trata solo de una guerra más, ni de una operación militar desproporcionada: lo que está ocurriendo sobre el terreno tiene todos los elementos de una expulsión sistemática, planificada y brutal de una población entera.

Hay ministros del gobierno israelí que ya no se ocultan al hablar de una “solución” definitiva para Gaza. Palabras como “traslado forzoso”, “reubicación de la población” o incluso “desarabización” han sido empleadas en discursos oficiales y filtraciones. La maquinaria mediática lo minimiza, pero la realidad se impone: hay una narrativa institucional que aboga por vaciar Gaza de palestinos, destruir su infraestructura, y convertir el territorio en una zona inhabitable.

¿Nos suena? Debería. En 1942, los jerarcas nazis se reunieron en la Conferencia de Wannsee para coordinar lo que llamaron la "Solución Final a la cuestión judía": la eliminación sistemática del pueblo judío en Europa. Lo hicieron a través de deportaciones masivas, guetos, campos de concentración y exterminio. Hoy, en Gaza, los ingredientes se repiten con una alarmante similitud: encierro forzoso de una población civil, hambre como arma de guerra, destrucción de hospitales, escuelas y viviendas, asesinatos selectivos y bombardeos indiscriminados. Todo documentado. Todo a la vista del mundo.

Pero la comunidad internacional mira hacia otro lado. O peor: otorga impunidad a quienes ejecutan estos crímenes. La ayuda humanitaria llega con cuentagotas, los vetos en Naciones Unidas protegen a los agresores, y las potencias occidentales siguen proporcionando armas y justificaciones.

Miles de palestinos han sido asesinados mientras hacían cola para conseguir comida. Bulldozers arrasan barrios enteros sin dejar piedra sobre piedra. Los pocos que sobreviven lo hacen entre los escombros, sin agua, sin refugio, sin esperanza. ¿Qué nombre merece esta barbarie? ¿Hasta cuándo se va a tolerar?

La limpieza étnica, tal como la define el Derecho Internacional, es "la expulsión forzada y sistemática de una población étnica o religiosa de un territorio determinado mediante la violencia, la intimidación o la destrucción de sus medios de vida". Lo que está ocurriendo en Gaza encaja perfectamente en esa definición.

Y sí, la comparación con la "Solución Final" del régimen nazi no es gratuita ni exagerada. No porque sean los mismos métodos exactos —aunque algunos lo rozan peligrosamente—, sino porque el objetivo es similar: hacer desaparecer a un pueblo de su tierra. Que no queden testigos. Que nadie vuelva. Que nadie reclame.

En este contexto, guardar silencio es ser cómplice. Los que sobrevivieron al Holocausto juraron que nunca más. ¿Qué sentido tiene ese "nunca más" si no se aplica también a Gaza? La deshumanización de los palestinos, la lógica de exterminio y el desprecio por el derecho internacional recuerdan demasiado a aquel pasado que juramos no repetir.

El mundo debe despertar antes de que sea demasiado tarde. Gaza se está desangrando. Y quienes la están ejecutando ni siquiera se esconden.


30 mayo 2025

El odio está entre nosotros



Cada día lo veo más claro: el odio ha dejado de esconderse. Ya no susurra, grita. Ya no se avergüenza, se exhibe. La xenofobia, que durante años se disfrazó de preocupación o de “opinión respetable”, hoy camina impune por nuestras calles, se sienta en los platós de televisión, manda desde despachos públicos y se reproduce sin freno en las redes sociales.

Y parece que hasta se ha puesto de moda ser así. Ser malo. Ser insensible. Ser fascista. No mostrar compasión, despreciar al débil, burlarse del que sufre. Es como si la empatía hubiera pasado de moda y ahora lo valiente fuera escupir odio con total impunidad. Lo más paradójico es que muchos de los que lo hacen se dicen cristianos. Repiten palabras como "Dios", "familia", "valores", mientras le dan la espalda a todo lo que el cristianismo predica: la compasión, la hospitalidad, la ayuda al prójimo, el amor al que sufre. ¿En qué momento ser cruel se volvió una virtud?

Cuando los referentes que se elevan son figuras como Trump, Le Pen, Orbán, Musk, Abascal… no debería sorprendernos el resultado. Lo que crece es la mala hierba del fascismo. La de siempre. La que empieza señalando al extranjero y termina por arrancarnos la humanidad a todos. Lo vemos en los comentarios de noticias, en redes sociales, en bares y tertulias. Ya no se discute cómo ayudar, sino cómo deshacerse del que molesta. Del que no es "de aquí". Del que vino buscando refugio y se convirtió en diana del odio.

Y no, no es una exageración. Así empezó Hitler. Señalando al diferente, convirtiendo al otro en enemigo. Y todos sabemos cómo acabó aquello. Solo que ahora, el desprecio al migrante, al pobre, al distinto, se nos presenta en forma de memes virales, discursos populistas y leyes insensibles. Y la historia parece repetirse, pero esta vez con emojis y trending topics.

Yo no quiero un mundo así. No quiero una sociedad en la que ser compasivo sea motivo de burla. No quiero vivir entre gente que celebra la muerte de niños en una playa o que llama “invasores” a los que huyen de la miseria. Este mundo es de todos, y lo es para ayudarnos. Para tender la mano, no para cerrarla en un puño.

Por eso hay que dar un paso al frente. Poner el pie firme. Frenar esta deriva en la medida en que podamos. En la calle, en el trabajo, en las redes, donde sea. Porque quedarse callado es colaborar. Porque cada gesto cuenta. Porque si no lo hacemos, lo perderemos todo.

Yo no me resigno. No quiero formar parte de una sociedad que ha olvidado lo que significa ser humano. Aún estamos a tiempo. Pero hay que hablar, actuar, resistir.

Porque si no nos ayudamos los unos a los otros, si no defendemos lo más básico —la vida, la dignidad, la compasión—, este mundo dejará de tener sentido. Y será un mundo en el que yo, sinceramente, ya no quiero vivir.

29 mayo 2025

La playa de Las Canteras necesita más atención

Atardecer en Las Canteras

Voy casi todos los días a la playa de Las Canteras. Camino, me baño, observo… y cada vez me preocupa más el deterioro progresivo que estoy notando. No es una exageración. Hablo desde el afecto y el compromiso que tengo con este espacio único. Las Canteras no es solo una playa urbana, es el corazón de nuestra ciudad, un pulmón natural y un punto de encuentro para vecinos y visitantes. Y, sinceramente, no se está cuidando como merece.

Antes, todas las mañanas veíamos pasar la máquina con el gran rastrillo, ese tractor que dejaba la arena limpia y aireada, eliminando colillas, plásticos, palillos y otros residuos que mucha gente, por desgracia, sigue dejando. Pero desde hace un tiempo, esa máquina ha desaparecido. Hoy mismo hablé con un operario de limpieza que me confirmó lo que ya intuía: la máquina no pasa todos los días. Depende, me dijo, de la voluntad de la empresa o de la Concejalía de Ciudad de Mar. ¿Cómo puede ser que algo tan básico como la limpieza de la playa no esté garantizado cada día?

Y esto no es lo único preocupante. Las terrazas ocupan cada vez más espacio público. Algunas se han adueñado del paseo de forma descarada. A veces cuesta caminar con tranquilidad, sobre todo si vas con un carrito o necesitas una silla de ruedas. No estoy en contra del comercio ni de la hostelería, pero sí pido equilibrio. Lo público debe seguir siendo público. Además, las servilletas de papel que utilizan muchas de estas terrazas terminan volando hacia la arena con el viento, convirtiéndose en basura que contamina nuestro entorno . Sería beneficioso que se implementaran medidas como la instalación de papeleras en las mesas, tal como se ha propuesto en otras ciudades .

Otro tema que me inquieta es la seguridad. Aunque no he presenciado peleas ni grandes altercados, echo en falta presencia policial. Apenas se ven agentes y, cuando los hay, su presencia es testimonial. Una playa como Las Canteras, que recibe a miles de personas al día, necesita un control mínimo y visible para disuadir conductas incívicas y dar tranquilidad a quienes paseamos o nos bañamos.

Y luego está lo del tabaco. Está prohibido fumar en la playa. Se puso en marcha una campaña seria, con carteles, locuciones por megafonía y mensajes claros. Hoy, ni carteles, ni locuciones, ni control. La gente fuma con total impunidad, tirando la colilla a la arena como si nada. Las colillas no solo afean la playa, también contaminan. Una sola colilla puede llegar a contaminar hasta 500 litros de agua. Además, contienen sustancias tóxicas como arsénico, plomo y nicotina que dañan la fauna marina y el ecosistema costero. ¿De qué sirve tener normas si nadie las recuerda ni las hace cumplir?

Por último, el tema de las algas. Es cierto que son parte del ecosistema marino y no se trata de eliminarlas indiscriminadamente, pero cuando se acumulan durante días sin que se recojan, producen mal olor y dan un aspecto de abandono. No es difícil mantener un equilibrio: respetar el medioambiente y, a la vez, conservar la playa en condiciones óptimas. Recientemente, una marea de sebas ha invadido la playa, afectando especialmente a zonas como Peña La Vieja y La Puntilla . Aunque estas algas cumplen funciones ecológicas importantes, su acumulación excesiva puede producir malos olores y atraer insectos.

Y algo que no se comenta lo suficiente: el fondo marino. Hay zonas, especialmente en la parte de La Puntilla, donde se ha acumulado basura durante años. Hay restos de boyas, rejas, cabos, plásticos y objetos diversos que se ven claramente cuando el agua está clara. En el próximo concurso público de limpieza, se debería incluir la limpieza del fondo marino como parte del servicio. No podemos seguir ignorando esa parte esencial de la playa. De hecho, algunos ciudadanos ya se han organizado para realizar limpiezas periódicas del fondo marino, evidenciando la necesidad de una acción más estructurada y constante .

Yo no escribo esto por quejarme sin más. Lo escribo porque quiero una playa mejor. Porque Las Canteras es de todos y merece que la cuidemos. Al Ayuntamiento le toca actuar. A nosotros, exigirlo.

28 mayo 2025

No quiero mirar hacia otro lado


Estoy harto de mirar hacia otro lado.

Harto de las excusas, del silencio cómplice, de los titulares asépticos que esconden la masacre tras palabras frías.

Hablo de Gaza. Hablo de Palestina. Hablo de un pueblo que está siendo exterminado, masacrado a manos del Estado de Israel con total impunidad. Y mientras tanto, el mundo calla.

Ya van más de 35.000 personas asesinadas desde que comenzó esta ofensiva desmedida. Más de 14.000 eran niños y niñas. Lo escribo y me cuesta creerlo. Catorce mil vidas infantiles, truncadas, aplastadas bajo escombros, quemadas por bombas, desaparecidas sin ni siquiera una tumba. ¿Qué clase de humanidad permite esto?

Lo que está ocurriendo en Palestina tiene un nombre: genocidio.

Y lo más terrible es que no es un error, no es un exceso, es un plan. Un patrón. Me cuesta no recordar lo que hicieron los nazis en Alemania. Lo digo con todo el peso de la historia. La estrategia de exterminio, de segregación, de destrucción sistemática, se está repitiendo. A otra escala, sí. Pero con la misma lógica del odio.

Y en el centro de esta barbarie está Benjamin Netanyahu, acusado formalmente como criminal de guerra por la Corte Penal Internacional. Lo puedes comprobar. Y no es para menos: está empeñado en llevar a cabo una limpieza étnica contra el pueblo palestino. Netanyahu siempre fue un miserable, pero con los años se ha vuelto aún más radical, más cínico, más cruel. Se ha rodeado de los sicarios más monstruosos, ministros y aliados que justifican el odio y la masacre con un lenguaje que hiela la sangre. No buscan seguridad. Buscan tierra vacía de palestinos. Y lo están logrando a base de sangre y fuego.

Cada vez que veo la imagen de un niño palestino cubierto de polvo y sangre, cada vez que oigo los gritos de una madre, cada vez que escucho el silencio de quienes deberían alzar la voz, siento vergüenza.

No puedo, no quiero, mirar hacia otro lado.

Si tienes un mínimo de conciencia, de empatía, de dignidad, no te calles.

Esto no es un conflicto. Esto es una masacre.

Y si no decimos nada, si no hacemos nada, somos parte del problema.

20 abril 2025

Peti la musaraña: un cuento de amistad, valentía y naturaleza

 



¿Buscas un cuento infantil lleno de ternura, aventura y valores?

Te presento mi nuevo libro: Peti la musaraña, una historia para primeros lectores que te llevará al corazón del bosque, donde los más pequeños pueden aprender que la confianza, la empatía y la amistad pueden surgir en los lugares más inesperados.

📖 ¿De qué trata?

Peti es una musaraña diminuta pero valiente que vive en un bosque lleno de vida… y también de peligros. Un día se cruza con Durm, un gato callejero que la acecha, pero con el tiempo se convertirá en un inesperado aliado. También conocerá a Rox, un ratón prudente; a Olaf, un escarabajo que se cree rey; y a Zuuu, una temida serpiente que guarda más de un secreto.

Cada encuentro será una lección sobre la importancia de confiar, ayudar y convivir pese a las diferencias.

🌳 Ideal para…

  • Niños y niñas entre 6 y 10 años

  • Leer en familia o en el aula

  • Actividades escolares sobre valores, convivencia y naturaleza

  • Fomentar el amor por la lectura con personajes entrañables y aventuras suaves

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Incluye un cuadernillo de actividades con propuestas de comprensión lectora, juegos, creación de personajes y más.

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