Fuente: Barquillo Cambullonero 103 |
La Federación Insular de Barquillos, en su comunicado, lo decía con claridad:
“Durante años hemos convivido sin mayores problemas con otros usuarios y con el personal de las instalaciones. Pero las restricciones han ido en aumento, hasta el punto de impedirnos entrenar o reparar. No hemos sentido el apoyo institucional que necesita un deporte autóctono para crecer.”
Y en mi opinión, esto no solo es una mala noticia, sino también una oportunidad perdida.
Estamos hablando de dos modalidades hermanas, nacidas de la misma raíz; la vela latina, que deberían caminar juntas en el desarrollo y difusión de nuestra cultura náutica tradicional.
Tener a los barquillos en la base náutica Fernando Roque no es un hándicap, al contrario: es una oportunidad para ambas modalidades deportivas. No podemos vernos en ningún caso como rivales, sino como hermanos que comparten un mismo objetivo: fomentar la cultura náutica de la vela latina canaria.
Entiendo que compartir instalaciones siempre requiere cierta coordinación y puede generar algún conflicto, pero me cuesta creer que estemos ante problemas insalvables. Muchas de esas dificultades se podrían solucionar con voluntad, diálogo y gestión. Por ejemplo, adaptar parte del recinto para acoger adecuadamente a los barquillos o incluso retirar del muelle aquellas embarcaciones que llevan años sin uso, que ya no compiten ni tienen perspectivas de volver al mar. El Ayuntamiento dispone de espacios alternativos, como La Favorita, donde esos botes en desuso podrían almacenarse, liberando así sitio para quienes sí están activos.
No olvidemos que la mayoría de los tripulantes de barquillos también navegan en nuestros botes y forman parte de nuestra familia.
No podemos construir el futuro de la vela latina desde la confrontación, sino desde el respeto, la cooperación, la solidaridad y la responsabilidad. Por desgracia, no es la primera vez que ocurre algo así. En el pasado ya hubo roces y dificultades similares, y sin embargo se lograron superar. Por eso me cuesta entender que ahora, en lugar de aprender del pasado, estemos volviendo a dividirnos.
De verdad lo digo: no podemos permitirnos desaprovechar este espacio de cultura compartida, de aprendizaje, de historia y de convivencia. Tenemos que estar por encima de las dificultades. La vela latina canaria es una gran familia, con distintas ramas, sí, pero con una historia y un presente que compartimos.
Tenemos unas instalaciones deportivas que son inmejorables, y tenemos que aprovecharlas para que la vela latina, en sus dos modalidades, se desarrolle de forma paralela y complementaria. Como ya dije, la presencia de los barquillos en nuestra base no es un problema, es una gran oportunidad. No solo porque compartimos espacio con otra modalidad que muchos conocen y practican, sino también porque convivir con ella nos enriquece a todos. Por eso, ahora más que nunca, tenemos que ser flexibles y generosos.
Ojalá volvamos a encontrarnos en el mismo muelle. Y ojalá, esta vez, con más generosidad, más solidaridad, más diálogo y más visión de futuro.