28 septiembre 2018

The unfinished novel

He came to the newsstand like every other day. Dragging his left leg, which hadn't been working properly for a long time. He greeted the clerk, paid for the paper and went to the café. He stopped at the entrance, closed his eyes and smelled the scent of everyday life, of the common and the traditional. Then he walked slowly to the back of the cafeteria, towards a table that was reserved under the name. When he arrived he put the newspaper on the table and sat down. He took out his notebook and his pencil. He breathed. There, his heart felt safe and happy. Mary, the waitress, brought you the black coffee, very hot, loaded and bitter. He smiled at her and she asked him how the novel was going.
He, while still smiling, told her that he hoped to finish it before he died. Death has been knocking on my door for a year, she's sitting on the first step of my driveway. Every day I greet her and she returns it to me with a slight bow of her scythe.
"Don't say that, you're like clockwork."
Mary left the coffee in the middle of the table. He stared hypnotized at the light smoke coming from the coffee. He took the notebook, the pencil and began to write the first thing that came into his head; automatic writing, they tell him, because for many years he has not been able to write a paragraph of fiction, he only writes the crazy things that come into his head, waiting for the desire to invent and tell stories to return.
Image source: Pixabay @talentclub

26 septiembre 2018

El recuerdo de tus huellas



Guardaba aquel vaso con sus huellas porque era lo único tangible que le quedaba de ella. Todo lo demás eran recuerdos que eran borrados, día a día, con el cincel inexorable del tiempo.
Fuente de las imágenes: Pixabay

24 septiembre 2018

Los colores del corazón

Buscaba en los colores cálidos una escusa para levantarse cada mañana y pintaba cuadros repletos de escarlatas, de rojos, de naranjas, de amarillos y de verdes-limón, porque hacia tiempo que de su corazón solo salía frío.
Fuente de las imágenes: Pixabay y @talentclub

21 septiembre 2018

Cómo escribir un microrrelato



Escribir microrrelatos no es una tarea fácil; requiere de cierta habilidad y esfuerzo. No es sentarse delante del ordenador y comenzar a escribir lo primero que nos viene a la cabeza. El microrrelato tiene su propia estructura narrativa, tan particular que podemos perdernos a las primeras de cambio y alejarnos de nuestro principal objetivo. 

Esa estructura narrativa se lleva a la mínima expresión, en la que lo importante no está en el desarrollo, sino en el planteamiento y, por su puesto, en el desenlace. 

Esta estructura nos invita a jugar con la palabra y con el lector porque un lector que se acerca a un microrrelato viene buscando algo diferente, un planteamiento curioso y un desenlace que lo deje con la boca abierta.

Por estas razones no es fácil escribir microrrelatos porque tenemos que utilizar pocos mimbres para que la historia que queremos contar vea la luz y hacerlo lo mejor posible.

No podemos olvidar que el microrrelato es una forma de contar una historia de la manera más breve posible, sin enredarnos con giros inexplicables y multitud de personajes. No, el microrrelato necesita beber de la palabra, de la brevedad, del detalle, de la imaginación, la intuición, de la complicidad con el lector y de la precisión. 

Estas son las razones por las que escribir un microrrelato no es una tarea fácil porque tenemos que tener en cuenta muchos aspectos y, sobre todo, tenemos poco espacio para contar nuestra historia y un espacio determinado siempre es limitante.

En mi caso particular, cuando me pongo a escribir un microrrelato, tengo que tener en la cabeza lo que quiero escribir; sé perfectamente lo que quiero contar. Sin embargo, esto es solo el principio, luego me pongo a escribir y lo hago teniendo en cuenta lo antes dicho. Luego, una vez he terminado mi primera versión, me pregunto si en el texto escrito está lo que quiero contar. Si la respuesta es sí, entonces comienzo a recortar todo lo posible el texto, reducirlo lo máximo posible, dejando solo, negro sobre blanco, lo que importa, que no es otra cosa que la historia que quiero contar.

Ya saben lo que decía Baltasar Gracián: «Lo breve, si bueno, dos veces bueno» y que con gran sabiduría también añadía: «Y aun lo malo, si poco, no tan malo»

Por todo lo dicho, no hay que olvidar esa estructura particular del microrrelato, en la que la brevedad es su columna vertebral y donde un planteamiento creativo y un desenlace sorprendente tienen un protagonismo superlativo.

Un ejemplo de esto que digo es el microrrelato Realidad de Eva Manzanares que fue finalista de la IV Edición del Concurso Internacional de Microrrelatos «Museo de la Palabra»

Porque no podemos olvidar que, cuando nos sentamos a escribir un microrrelato, tenemos que ser directos y precisos, dejando solo en nuestro texto lo que queremos contar, sin perder nunca de vista que tenemos que relatar una historia de la mejor manera posible y que esa historia deje al lector con un regusto de satisfacción. 

Si lo logramos, habremos hecho un buen trabajo, si no, tendremos que seguir escribiendo y leyendo para llegar a alcanzar nuestro objetivo, pero esa no es una tarea fácil.


Fuente de la imagen: Pixabay.

20 septiembre 2018

Potaje de egos

Hoy me levanté con mucha hambre y solo tenía potaje de egos.
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15 septiembre 2018

Amor fraterno

Sofía Strantur estaba tumbada sobre un prado, dejándose llevar por la imaginación. De su caseta de campaña salía el murmullo de su canción, que se repetía, una y otra vez porque no se cansaba de escucharla.
You're in my head. You always have been since the moment you left.
You're in my head and I can never forget you.
Observaba como las estrellas iban conquistando el universo mientras la noche extendía su manto diario. Ella hacía remolinos con un ramillete de su pelo, sin perder de vista las estelas de las estrellas fugaces, que atravesaban la vía láctea y que desaparecían en un instante. Entonces cerraba los ojos y pedía un deseo. Siempre el mismo porque todavía no se había cumplido y, por supuesto, no esperaba que se cumpliese. Borrar un pecado con un deseo, no es una tarea fácil y menos uno como el que ella cometió. Un pecado para el resto de mundo, pero no para ella. Amar nunca es un pecado.
¿Se podría tocar el cielo con la punta de los dedos? Sí, sí se puede. Ella estuvo a unos milímetros de tocarlo. Sin embargo, tuvo que renunciar al cielo y al amor y se fue para jamás volver porque no está bien visto que te enamores de tu hermana; la misma sangre no es compatible con el amor; eso decían ellos y están equivocados.
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14 septiembre 2018

El de la mesa del rincón

café
Ya sé que no me conoces, que no sabes quién soy, que solo soy el de la mesa del rincón, el del café solo, el del croissant con jamón, el del periódico y también, lo sé, el cascarrabias, ese que te habló de mala manera el primer día, aquel en que te pedí un café solo y me trajiste un cortado largo, pero que, cuando me miraste y te disculpaste, algo desconocido comenzó a transformarse dentro de mí.
Sin embargo, no sabes que, desde hace mucho tiempo, desde nuestro primer encuentro, desde el primer día en que me perdí en el negro azabache de tus ojos, desde el primer día que oí tu voz cantarina, desde el primer día que rocé tu mano, desde el primer día que me mantuviste la mirada y me sonreíste, desde primer día que te preocupaste por mí y me preguntaste cómo empezaba el día, desde esos días, estoy enamorado de ti.
Y vengo a esta cafetería ya no solo a matar el hambre de la mañana, que se multiplica en las horas de insomnio en las que pienso en ti; ya no solo a leer el periódico y asquearme de las mentiras que también se multiplican como las bacterias en las aguas fecales y ya no solo a enterrar el tedio que me atenaza y que me ahoga. Me acerco hasta aquí porque quiero volver a verte, porque quiero pedirte el café solo, que te acerques a mí y oler ese perfume, casi imperceptible, de las flores de primavera, porque te has convertido en ese maná que me alimenta, ese manantial que aplaca mi sed, que borra del mapa la pesadumbre y también calma a la fiera que me atormenta, que quiere salir a devorar lo que se le ponga por delante.
Tú haces que levante por las mañanas y que, por arte de magia, se me dibuje una sonrisa con solo pensar en ti y que las mañanas sean más luminosas que las de ayer.
Pero ya sé que poco tengo que hacer; he visto al cuarentón de traje y chaqueta, que te viene a buscar a la hora del cierre con una sonrisa que le llega hasta las orejas. También sé, los chismorreos solo necesitan un oído atento, que el cuarentón te conoció aquí, que es director de un gran banco, que dejó a su mujer y a todo el mundo que él tenía a sus pies.
Pero no lo critico, porque yo hubiera hecho lo mismo, aunque yo no tengo nada que dejar atrás, quizás solo mi mísera existencia. Pero sí, yo también lo hubiera dejado todo por ti, por tener tu mirada en las noches de soledad, por tener tus manos para calentar las mías, por ver tu sonrisa entre el tumulto de los cafés solos, los pinchos de tortillas, las pulgas de queso tierno y las medias raciones de ensaladilla rusa.
Sí, ya sé que no me conoces, soy el cascarrabias del café y el croissant con jamón del rincón, pero no sabes que has cambiado mi vida, que, en silencio, me has hecho mejor persona, una persona que disfruta de la vida, del canto de un pájaro, de la hermosura de un amanecer, de la belleza de una flor o de la insignificancia del café bien hecho y lo más importante, has excavado los primeros centímetros de la fosa para enterrar al miedo a la vida.
Sin embargo, no pretendo ir más allá, solo quedarme con lo que tengo y con lo que me das, ni más ni menos y pensar que eres como un salvavidas al que me agarré cuando estaba a punto de ahogarme.
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