18 abril 2018

Perdido

La noche volvió a caer como todas las noches de invierno, fría y solitaria. Se cansó de contar las farolas que iluminaban las ramblas de aquella ciudad sin nombre. Se hizo un bocadillo con un poco de pan, que rellenó con algo de embutido rancio que había encontrado en un contenedor de basura de un supermercado cercano. Sacó toda la documentación que tenía: el DNI y un viejo pasaporte caducado. Miró por última vez el aspecto que tuvo, ya ni se reconocía. Cogió unas hojas de periódicos viejos y les prendió fuego con su mechero. Cuando las llamas estaban en su punto más álgido, echó a la pira su DNI y pasaporte. Agarró su bocadillo y se lo fue comiendo, observando cómo se quemaba el único hilo que lo mantenía atado a un mundo que había perdido.

Fuente de la imagen: propia

17 abril 2018

Polifonía del amor

El amor tiene muchas vertientes y una de ellas es que puede ser compartida con mucha personas.
Love has many aspects and one of them is that it can be shared with many people.

16 abril 2018

Churros mañaneros


En las mañanas frías de Hamburgo no apetece otra cosa que unos churros con chocolate.

15 abril 2018

Amor en Hamburgo


Parece el título de una novela de amor, pero me pregunto sí estos dos enamorados seguirán, al día de la fecha, juntos, espero que sí.

14 abril 2018

Alepo. Una mañana cualquiera

Hoy amaneció a las 5:36 y no me despertaron las explosiones. Alepo amanece en calma después de dos semanas de guerra fratricida. El alto al fuego se respeta.
Esta mañana bajé al vestíbulo del hotel, asustado. Tenía el corazón desbocado y me quedé paralizado en la puerta. Los otros médicos me esperaban en la tanqueta. Me miraban con expectación, pero sé que me comprendían porque saben que el miedo te paraliza.
En ese momento me pregunté por qué acepté ser voluntario y pasar quince días, de mis vacaciones, en esta ciudad en guerra, donde una bala perdida o un trozo de metralla me podría matar y no regresar jamás.
Sin embargo, no lo pensé y acepté este trabajo, porque sabía que este pueblo me necesitaba. Los médicos escasean; la mayoría han huido o están muertos. Fui el único traumatólogo que aceptó el puesto en esta ciudad devastada por la sinrazón. No me arrepiento.
Me ajusté el casco, el chaleco antibalas y me metí en el blindado. Al instante percibo el mismo olor que el primer día; a pólvora y a muerte.
Por una diminuta ventana intento ver el paisaje de una ciudad que, cinco años atrás, era hermosa, tranquila, llena de vida, patrimonio de la humanidad y que hoy está reducida a escombros.
A lo lejos vi La Ciudadela y rememoro la primera vez que visité Alepo. Recordé que se levantaba en una montaña de la ciudad siria y que parecía protegerla de todos los males. Desde que atravesé el Puente de los Ocho Arcos, me introduje en un viaje en el tiempo porque me trasladé al siglo XII, recorriendo sus impresionantes monumentos; restos de mezquitas y de palacios. Me detuve en un rincón a la sombra para escapar de la canícula avasalladora del verano, toqué sus muros para no olvidar aquel viaje y juré que volvería.
Limpié el cristal porque creí reconocer el Zoco, ese gran bazar cubierto, que olía a especias por todos los rincones y me perdí por sus callejuelas de otro tiempo a tomar té, junto con sus exquisitos dulces bañados en miel, a degustar su comida típica, pero que ahora es un fantasma de lo que era, después del incendio que lo destruyó casi por completo en esta maldita guerra.
Busqué la Gran Mezquita Omeya, pero no logré encontrarla. Cerré los ojos y la visualicé. Recordé su luminosidad, su silencio y sus innumerables arcos que parecían arroparnos. Después me dijeron que fue destruida casi por completo por las bombas.
Terminé el día sentado tomando un té y escuchando música frente a La Ciudadela cuando la noche caía sobre Alepo.
Volví a la realidad cuando un compañero me tocó el hombro. Me dijo que me alejara de la ventana y que me cuidara de los francotiradores.
Llegamos al hospital y comienzo mi jornada amputando piernas, reduciendo múltiples fracturas e intentando recordar a esta hermosa ciudad que ahora me necesita. He regresado a Alepo a intentar salvar vidas.
Fuente de la imagen: Pixabay

12 abril 2018

A por tabaco


Él se levantó sin decir nada. Miró a través de la ventana. No llovía. Miró el reloj de la pared. Eran las doce y cuarto de la mañana. Apagó la televisión, se quitó el pijama y se vistió. Cogió la cartera y las llaves. Se quedó un instante con las llaves en la mano como si quisiera saber cuánto pesaban y las volvió a dejar donde siempre; en el cenicero de granito negro que le había regalado su hermano.  Miró a su mujer y le dijo que iba a por tabaco y que regresaría en cinco minutos. 

En ese momento ella comprendió que jamás volvería. 
Sentada en el sillón de cuero raído, recordó aquel día en que lo había obligado a dejar de fumar. ¿Cuánto tiempo había pasado? Ya casi no lo recordaba. 

—¿Hacía treinta o treinta cinco años? —Se preguntó mientras  recordaba cuando entraron por primera vez en el piso de protección oficial. Él fumaba un cigarrillo mientras contemplaba las vistas desde su balcón. 

Ella se acercó, le quitó el cigarro, abrió la ventana, lo tiró y le dijo muy seriamente:
—Paco, aquí no se fuma. El tabaco o yo.


Fuente de la imagen: Pixabay

11 abril 2018

Actúa en tu área de influencia


En muchas ocasiones intentamos cambiar el mundo y cambiarlo no es una misión imposible, pero sí muy complicado, tanto, que algunos llevan muchísimos años intentándolo y solo han conseguido cambiar un pequeña parte. 
Quizás seas de esos que le importa poco o nada cómo va el mundo, entonces no sigas leyendo; esto no te interesa. Sin embargo si eres de los que piensan que nos merecemos un mundo mejor, entonces párate unos minutos, termina de leerlo y después reflexiona.
Como dije en el primer párrafo cambiar el mundo no es una misión imposible, pero nosotros podemos actuar para intentar poner nuestro granito de arena para que las tornas vayan cambiando. Sé que es muy complicado, pero como dicen; muchos granos hacen una montaña.
Por esa razón de simple sumatoria es por lo hoy escribo esta entrada, para intentar que comiences a actuar en tu zona de influencia, que no es otra que aquella en la que sabes que puedes influenciar, poniendo en práctica pequeños gestos que ayudan a convertir este mundo en un mundo mejor;
no solo en Navidad, sino durante todo el año. 
La razón principal de actuar en tu área de influencia es que verás los resultados, los tendrás a la vista y otros podrán seguir tus acciones porque también los están viendo.
Pero ¿qué acciones puedes realizar? Primero decide en qué áreas quieres influenciar. Por ejemplo, si quieres trabajar por el medio ambiente, ayudar a parar el cambio climático, entonces puedes realizar pequeñas acciones como reciclar lo más posible, no usar bolsas de plástico, ahorrar agua, ahorrar luz, limpiar la basura que esté cerca de tu casa, apoyar en acciones medioambientales que se organicen en tu zona y un largo etc.
Como puedes ver la tarea es sencilla, pero tienes que ponerte a ello. Estoy convencido de que las pequeñas acciones son las que cambiarán el mundo, esas pequeñas acciones solidarias que, sumadas, se convierten en grandes acciones transformadoras. 
Muchas veces nos agobiamos porque no somos capaces de actuar para cambiar lo que no nos gusta, pero es tan simple como aplicar la reducción; si un problema es inmenso, entonces divídelo en partes para poder actuar sobre él. Cambiar el mundo también consiste en cambiar la parcela en la que te ha tocado vivir, llenarte de valor y actuar en ella. Otros verán tus acciones, verán tus resultados y se darán cuenta de que las pequeñas acciones también suman y mucho.
Así que ya sabes; solo tienes que actuar en tu área de influencia. Tus pequeños gestos ayudarán a cambiar este mundo, aunque te parezca imposible.

 Fuente de la imagen: Pixabay