El juego terminó al atardecer. Unos ganaron y otros perdieron, pero todos se llevaron lo mejor de sí porque el juego tiene esa receta mágica que une a los jugadores.
Hay que aprender a darle la vuelta a lo que pensamos, a ponernos en lugar del otro, a caminar un kilómetro con sus zapatos, a remar en sus mares, porque, quizás, aprendamos algo y crezcamos un poquito más como personas. Las Palmas de Gran Canaria. 21-11-17; 23.46 h