Al final no puedo con Roberto Balaño. Me fastidia dejar un libro justo cuando voy por la mitad, pero hasta alturas de la vida de lector, no estoy para aburrirme.
Sí, ahora lo recuerdo, era tu mirada lo que me confundía. Esa mirada limpia, que nunca pedía nada a cambio, que se entregaba como los besos del amanecer a cada nuevo día. Sí, ahora lo recuerdo, eran tus ojos los que me confundían. Esos que me pedían, a gritos, lánzate, que yo te espero con los brazos del amor imaginado. Sí, ahora lo recuerdo, eran tus caricias las que me confundían. Esas que me entregabas, sin esperarlo, con una sonrisa de mañana, a eso de las seis, cuando yo me abría paso entre la duermevela. Sí, ahora lo recuerdo, eran tus besos los que me confundían. Esos que me lanzabas a escondidas cuando nadie te veía, porque creías en tu amor furtivo. Sí, ahora lo recuerdo, era tu voz la que me confundía. Esa que me decía, Buenos días al encontrarnos en la estación de Guaguas, siempre a la misma hora, y Adiós, al bajarte en tu parada. Sí, ahora lo recuerdo, era yo quien te amaba en silencio. Quien buscaba tu mirada antes de que amaneciera, el que se perdía en el negro de tus ojos, el que soñaba con tener la quimera de tus caricias en una noche de ensueño, el que se imaginaba todos tus besos en mi sedienta boca, el que rogaba a Dios encontrarte todos los días, porque por aquel entonces, tú eras el motivo de mi triste existencia.
Este japones no deja de sorprenderme con sus novelas de las que espero (no sé por qué) una acción trepidante pero que nunca llega y no puedo dejar de leerlo. Sin embargo, tengo que decir que me ha gustado mucho. En fin, así es Murakami.
La calma, ha llegado la calma,
con el primer amanecer del nuevo día,
y los rayos del Sol iluminan los caminos,
los nuevos caminos llenos de ilusión y de luz.
La esperanza, ha llegado la esperanza,
con las primeras sonrisas de los niños,
que son estrellas que iluminan el firmamento,
que llenan de alegría los tristes corazones,
que revolotean como mariposas ante nuestros ojos,
y convierten el más amargo invierno,
en la más cálida primavera.
La alegría, ha llegado la alegría,
que surge tras la desesperación por lo perdido,
por los que no están,
y se levanta despacio y dulce,
como la primera estrella que nace en el firmamento,
que guía al navegante hacia su puerto
atravesando los mares en la oscuridad
La solidaridad, ha llegado la solidaridad,
de los hermanos lejanos que tienden la mano,
para levantar las almas abatidas
tumbadas por el dolor y el miedo,
para darles miles de esperanzas
envueltas en el júbilo de nuestros corazones,
para quitarles la incertidumbre, que rompe el futuro,
y decirles con nuestros ojos, con nuestros abrazos,
con nuestras manos, con nuestras acciones,
y con todas nuestras fuerzas,
que no están solos al borde del camino,
que estamos junto a ellos
para caminar hacia ese futuro
lleno de claridad y de certeza.
28 de noviembre de 1998
"Acto de solidaridad realizado en Ciudad Deportiva Gran Canaria para los damnificados por el huracán Mitch en Centroamérica"