La encontré en la arena, nítida, valiente, retando a cada ola cadenciosa de mar, jugando a ser por unos instantes, permanecer en este mundo de servidumbres temporales, donde todo se juega al tiempo, donde asesinaron al arriero, al que le sonaban los ejes de su carreta porque les molestaba su dejarse llevar por la vida. Me detuve a mirarla, a verla desaparecer, porque el mar siempre termina ganando sobre las huellas que dejamos en la arena; a sus hijas les encanta jugar a borrarlas de las orillas de todas las playas.
10 julio 2011
08 julio 2011
¿Qué he leído? El poemario La voz mirada, de Aquiles Javier García Brito
Ayer terminé de leerme El poemario La voz mirada, de Aquiles Javier García Brito, un poemario que nos acerca a los rincones desconocidos del autor y descubrimos al poeta comprometido, intimo, entrañable y conocedor del oficio de poeta. No dejen de leerlo.
Ficha técnica:
Páginas: 62
Editorial: Aguere e Idea
07 julio 2011
Tu firma
Busqué tu firma entre las cartas que enviaste hace años, esas, en las que el amor rondaba como un lobo hambriento por todos los cuadrados perfectos y azules. Aquella firma de trazo azul-borroso, que se había escapado de un bic de media tinta, mordido su caparazón y casi sin su cuerno de añil. Allí estabas, en tu firma, como siempre habías estado, esta vez sin poder escaparte, como lo hiciste aquel verano de mentiras y desencuentros.
¿Qué he leído? Arminda, de Carmelo Romero Rodríguez
Esta novela, a través de una entrañable historia de amor, te sumerge en el espinoso y sangrante conflicto vasco. Con una narrativa ágil y amena, el autor desarrolla la historia de amor al tiempo que plantea la problemática vasca con toda crudeza.
Por otro lado, me pareció demasiado extensa, con partes que quizás se podrían haber obviado o reducido, y haber potenciado los conflictos que se plantean en la novela, pero claro, cada maestro tiene su librillo.
Si tienen oportunidad de leerla, no dejen de hacerlo.
06 julio 2011
La cultura del resentimiento
Ayer leí un manifiesto en el Canarias7, El “universo” Saavedra y el 2016: los motivos de un fracaso , firmado por una serie de personas de la cultura, que ponían en tela de juicio todo el proyecto de la Capitalidad Europea que había presentado Las Palmas de Gran Canaria y no dejan títere con cabeza, empezando por Jerónimo Saavedra. Supongo que esto que escribían ayer, lo pesaban anteayer y me pregunto, ¿por qué no lo manifestaron y denunciaron antes? ¿por no perjudicar a la candidatura o por nadar y guardar la ropa por si Las Palmas de Gran Canaria salía ganadora y no perder el trozo del pastel?
Me inclino por la segunda de las hipótesis, porque muchos de los firmantes, siempre han estado con sus satélites culturales, alrededor del poder establecido, con los mismos proyectos, que se repiten como el mojo, en busca del combustible subvencionado para seguir mamando de la teta gubernamental.
Ahora se posicionan, mal, tarde y con un aderezo de resentimiento. Recordarles, que en esta ciudad, se hace mucha cultura que no tiene la necesidad de arrastrarse por las alfombras rojas de los palacetes, que no necesita subvenciones, sino sumar voluntades y que están trabajando, día a día, en sus proyectos, con la única esperanza de ser escuchados, leídos, vistos e interpretados sin esperar nada a cambio, quizás, un leve aplauso de reconocimiento por el trabajo realizado.
05 julio 2011
¡Usureros!
Bankia ya empieza a dar cachetadas, a diestro y siniestro, para tapar los agujeros negros que le están saliendo por todos lados. Como son pocas las comisiones que cobran, por capitalización, por mantenimiento, por transferencias, por tarjetas, por sacar dinero del banco, por las cartas, etc, etc. Ahora nos salen que quieren cobrar 2 € a aquellas cuentas que no superen el saldo medio los 2000 € cuando la mayoría de los mortales no llegamos a esos dos mil, ni en sueños.
Es que la banca no se corta ni un pelo, ellos nunca pierden, ni si quiera jugando a perder lo hacen porque está todo escrito y estudiado en los tratados de la usura. Quizás quieran empezar a conseguir los objetivos para cobrar los 10,15 millones de euros que quieren embolsarse los principales directivos de Bankia.
Cifras astronómicas y vergonzosas en la actual coyuntura de crisis en la que estamos inmersos. Alguien tiene que pararles los pies a estos usureros.
23 junio 2011
Hogueras de San Juan
Todavía recuerdo las hogueras de San Juan de mi infancia, aquellas que construíamos como una gran montaña perecedera, que solo tendría unas horas de vida. Recorríamos el barrio tocando todas las puertas para recoger sillas de tres patas, mesillas de noche sin cajones, puertas viejas que jamás serían abiertas, colchones desvencijados con miles de historias inconfesables, palomares abandonados y espejos rotos que ya habían maldecido. Todo lo que no se quería, esa noche se quemaba. Luego buscábamos un solar y comenzábamos a construir la montaña de trastos, con la vana ilusión de llegar a tocar el cielo.
El proceso de construcción de la hoguera era casi un ritual sagrado. A medida que iba creciendo la montaña de objetos desechados, nosotros también sentíamos que nos elevábamos. Cada silla coja y cada puerta desvencijada se colocaban con cuidado, como si fueran piezas fundamentales de una gran obra de arte efímera. Había algo de mágico en ver cómo todo aquello que había perdido su valor encontraba un nuevo propósito, aunque fuera tan solo para convertirse en cenizas. El vecindario entero se unía en este proyecto común, y durante esas horas, no había diferencias ni disputas; solo un objetivo compartido: crear la hoguera más grande y hermosa que jamás habíamos visto.
Y comenzaba la quema. Nos quedábamos prendados del fuego, viendo como una llama inofensiva se transformaba en un monstruo incontrolable que todo lo devoraba. Los presentes, sin excepción, nos dejábamos llevar por la magia del fuego, siguiendo el baile cautivador de sus llamas, que seguían los compases de una música que nosotros nunca llegaríamos a oír. Las llamas ascendían al cielo, iluminando la noche con su brillo anaranjado, y nosotros, hipnotizados, contemplábamos en silencio el espectáculo, sintiendo el calor en nuestros rostros y el crujir de la madera bajo el embate del fuego. Había algo casi primitivo en esa atracción, una conexión con nuestros antepasados que también debieron haber sentido el poder y el misterio del fuego.
Después el monstruo, ya saciado, se iba calmando y se dejaba caer hasta morir. Era entonces cuando nos atrevíamos a atacar su ardiente castillo, hasta ahora inexpugnable y saltábamos sobre él, hasta que por fin, se rendía a nuestros pies. Habíamos vencido. Era un momento de triunfo colectivo, una especie de liberación. El humo se elevaba en columnas grises hacia el cielo, y las brasas brillaban con una intensidad menguante, pero aún poderosa. Nos reuníamos en torno a las cenizas, riendo y recordando las hazañas de la noche, con la piel aún tibia por el calor del fuego y el alma llena de una satisfacción indescriptible.
Hoy ya no quedan puertas viejas, sillas cojas, espejos rotos y colchones meados que quemar. Ya no quedan solares donde construir montañas de trastos inservibles, para quemarlos a la luz de la luna, aunque sí quedan muchas cosas para meter en la hoguera, pero esa es otra historia. Los tiempos han cambiado, y con ellos, las costumbres. Las ciudades han crecido, los solares vacíos han desaparecido, y las hogueras de San Juan, tal como las conocimos, se han convertido en un recuerdo nostálgico de un pasado que parece cada vez más lejano. Ahora, las noches de San Juan se celebran de manera diferente, con fuegos artificiales y celebraciones organizadas, pero el espíritu sigue siendo el mismo: una noche para dejar atrás lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo.
Aunque las hogueras de mi infancia ya no se levantan, el deseo de quemar lo inservible permanece. Quizás ya no sean muebles rotos y objetos desechados, pero todos llevamos dentro cosas que quisiéramos ver convertidas en cenizas. Rencores, tristezas, miedos y frustraciones; todo aquello que pesa en el alma y nos impide avanzar. En el fondo, el fuego sigue siendo un símbolo poderoso de renovación y purificación, y cada año, cuando llega la noche de San Juan, es una oportunidad para imaginar esas llamas devorando no solo objetos materiales, sino también esas cargas invisibles que nos atan.
La tradición de las hogueras de San Juan nos recuerda que siempre podemos empezar de nuevo, que siempre hay un fuego dispuesto a consumir lo que ya no nos sirve y a dejarnos libres para seguir adelante. Y aunque las hogueras físicas puedan haber desaparecido, el fuego simbólico sigue ardiendo, alimentado por nuestros deseos de cambio y renovación. En cada chispa, en cada llama, vive el recuerdo de aquellas noches mágicas y la promesa de un nuevo comienzo.
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