21 abril 2011

¿Qué estoy leyendo? Sentados de Santiago Gil y Mientras Escribo de Stephen King




Ficha Técnica
Nº páginas: 320 pags 
Lengua: CASTELLANO 
Año de edición:2003



Acompañado de la impresionante narrativa de Truman Capote y de las acertadas y curiosas notas del maestro Stephen King, me acerco por primera vez a un libro de Santiago. Lo hago, lo reconozco, con un prejuicio positivo, porque todo lo que he leído de Santiago me ha gustado, sobre todo sus artículos y las entradas de su blog; nunca me han dejado indiferente. Ya les contaré como me va la aventura de leer tres libros a la vez, (cosa que puedo hacer porque uno es de relatos, otro de experiencias y  otro una novela) aunque en este caso, la prioridad absoluta la tiene Santiago, por cercanía y respeto. Y es que la semana santa da para mucho.

17 abril 2011

¿Qué estoy leyendo? Los cuentos completos de Truman Capote

¿Qué he leído? El Poder del Perro de Don Winslow

Una novela interesante y entretenida, en la que, de una forma cruda y real, te muestra la cara oculta de los cárteles de la droga en México y la implicación de los gobiernos en toda la trama de corrupción. La recomiendo.

12 abril 2011

La ilusión

Ella lo sabía; era hermosa y estaba para comérsela y despacito. Los hombres se paraban a mirarla sin rubor, llevados por el instinto ancestral de poseer lo bello y perpetuar la especie. Las mujeres intentaban comprender de dónde salía tanta hermosura, deseando comprar algunas horas de su perfección. Desde el día que la vi, la deseé furtivamente, con el anhelo oculto de poseerla, tener en mis manos cada centímetro de su cuerpo, sentir el embrujo de su belleza y el roce cálido de sus labios bañados en carmín. 

Perseguía su sombra por los rincones por donde ella pasaba, intentando recoger la estela invisible de su perfume, y retenerlo, como un tesoro en mi cerebro y volver a recuperarlo en la oscuridad de la noche, cual avaro, para tirarme al abismo del placer solitario. 
En una ocasión se detuvo a mirarme y me sonrió. No supe como reaccionar. Me quedé petrificado, viendo como se alejaba calle abajo, mientras yo recogía las ruinas de su sonrisa con mis manos e intentaba controlar el ardor de mi pasión palpitando en mi entrepierna.
Algunos días más tarde, la encontré después de salir de una tienda de alta costura. Me acerqué, ella me reconoció y me sonrió. Yo me tiré al precipicio y le dije: 

-Me encantaría invitarte a cenar.

Ella me miró de aquella forma que jamás olvidaré y me sentí como un perro desvalido que atraviesa la autopista en plena noche, en un día frío y lluvioso. Sólo y sin ella.
Ahí comencé a comprender el inmenso desierto que había entre ella y yo. Intenté olvidarla, pero no pude. Aún hoy, la persigo a hurtadillas, ocultándome en las sombras como un miserable para beber un poco de su belleza y calmar la sed de mi concupiscencia.

07 abril 2011

La última vía

Para ella todo había acabado, la mierda le había cubierto hasta los ojos y nunca supo muy bien por qué. La vida se le había ido complicando, a poquitos, sin darse cuenta, hasta que se vio sin salida. Ahora, sentada en una vieja caja de frutas, se preparaba el chute de aquella porquería que siempre la hacia volar y que, puta paradoja, era lo único que la ayudaba a escapar. Volar hacia arriba, muy alto, abrir los brazos, sentirse princesa, reina del mundo y ligera como una pluma, hermosa y virginal. Luego caía sin remedio, su mundo volvía a ser el puto mundo cruel que le había tocado vivir, sin esperanza y sin futuro. Pero no le importaba la caída, ni la esperanza ni el futuro, nunca le importó partirse la crisma después de un buen viaje, para ella valía la pena, porque no tenía otra salida, nunca la tuvo o si la tuvo, la pasó de largo cabalgando en su caballo gris. 
Buscó una vena donde pincharse, ya casi no le quedaban y encontró una, en el tobillo derecho, la última vía. Cogió a la dama blanca, la puso en la cucharilla y pensó “mucha manteca para este viaje”. Pero le dio igual y siguió con el ritual maldito que la elevaba a los cielos. Volvió a volar, pero esta vez se sintió diferente, tanto, que se vio así misma tumbada cerca de la chabola de cartón y contrachapado, con la jeringa, de mil usos, colgando del tobillo, como si fuera un apéndice más de su cuerpo. 
Al poco, oyó la voz de su padre que la llamaba, se giró y allí estaba al final de un camino de luz. También pudo reconocer a su hermano, que estaba igual que cuando se fue y a sus abuelos tampoco habían cambiado. Caminó hacia la luz; por fin todo había acabado.

24 marzo 2011

¿Qué estoy leyendo? Rescatando la memoria (2010)


Este libro lo estoy leyendo "a poquitos" como se debe de leer un libro de relatos. Por ahora, me he leído el de Yolanda Díaz Jiménez El patio de mi infancia y El secreto mejor guardado de Bruno Rodríguez Romero, por aquello de la cercanía. Los dos me han parecido unos relatos excelentes. 

22 marzo 2011

Me pesa la vida

Hoy es un día en que me pesa la vida y no sé muy bien por qué. Simplemente, me pesa y lo intento asumir con valentía, intentando utilizar la metodología del viejo Puncet: seguir adelante, sonreír, pensamiento positivo, alegría de vivir, buscar la felicidad... pero no puedo, me rindo y me dejo llevar por la corriente del desánimo y pienso, ya se me pasara, porque todas las corrientes terminan pasando. Pero me jode, me jode mucho. Me levanto y me doy cuenta de que tengo una bola de hierro pegada a los pies, invisible y muy pesada. La llevo conmigo a cada lugar que voy, arrastrándola por las calles y las plazas, buscando una cizalla con la que contar la cadena que me ata a ella, pero no la encuentro porque sé que en estos días no hay cizallas que valgan; habrá que resistir. Son esos días que prefieres el no estar, el no contestar, el no hablar, el no sonreír, el desaparecer de la faz de la tierra por unos días y revolcarte, un poquito, en el barro de la tristeza. Pero es complicado usar la milenaria técnica Ninja de esfumarte,(Puff, y desapareces) cuando te suena el despertador, porque quieres seguir durmiendo, porque te duele todo el cuerpo, porque te duele pensar, ¡joder! ¡Te duele la vida! Eso también es vivir me digo, sí por llamarlo de alguna manera y por darme ánimos para levantarme. Y sé que me gustaría estar en la playa, leyendo y dedicándome a la vida contemplativa... pero no, voy como un zombi al trabajo a esperar que pase la corriente, porque siempre acaba pasando.