07 abril 2011

La última vía

Para ella todo había acabado, la mierda le había cubierto hasta los ojos y nunca supo muy bien por qué. La vida se le había ido complicando, a poquitos, sin darse cuenta, hasta que se vio sin salida. Ahora, sentada en una vieja caja de frutas, se preparaba el chute de aquella porquería que siempre la hacia volar y que, puta paradoja, era lo único que la ayudaba a escapar. Volar hacia arriba, muy alto, abrir los brazos, sentirse princesa, reina del mundo y ligera como una pluma, hermosa y virginal. Luego caía sin remedio, su mundo volvía a ser el puto mundo cruel que le había tocado vivir, sin esperanza y sin futuro. Pero no le importaba la caída, ni la esperanza ni el futuro, nunca le importó partirse la crisma después de un buen viaje, para ella valía la pena, porque no tenía otra salida, nunca la tuvo o si la tuvo, la pasó de largo cabalgando en su caballo gris. 
Buscó una vena donde pincharse, ya casi no le quedaban y encontró una, en el tobillo derecho, la última vía. Cogió a la dama blanca, la puso en la cucharilla y pensó “mucha manteca para este viaje”. Pero le dio igual y siguió con el ritual maldito que la elevaba a los cielos. Volvió a volar, pero esta vez se sintió diferente, tanto, que se vio así misma tumbada cerca de la chabola de cartón y contrachapado, con la jeringa, de mil usos, colgando del tobillo, como si fuera un apéndice más de su cuerpo. 
Al poco, oyó la voz de su padre que la llamaba, se giró y allí estaba al final de un camino de luz. También pudo reconocer a su hermano, que estaba igual que cuando se fue y a sus abuelos tampoco habían cambiado. Caminó hacia la luz; por fin todo había acabado.

24 marzo 2011

¿Qué estoy leyendo? Rescatando la memoria (2010)


Este libro lo estoy leyendo "a poquitos" como se debe de leer un libro de relatos. Por ahora, me he leído el de Yolanda Díaz Jiménez El patio de mi infancia y El secreto mejor guardado de Bruno Rodríguez Romero, por aquello de la cercanía. Los dos me han parecido unos relatos excelentes. 

22 marzo 2011

Me pesa la vida

Hoy es un día en que me pesa la vida y no sé muy bien por qué. Simplemente, me pesa y lo intento asumir con valentía, intentando utilizar la metodología del viejo Puncet: seguir adelante, sonreír, pensamiento positivo, alegría de vivir, buscar la felicidad... pero no puedo, me rindo y me dejo llevar por la corriente del desánimo y pienso, ya se me pasara, porque todas las corrientes terminan pasando. Pero me jode, me jode mucho. Me levanto y me doy cuenta de que tengo una bola de hierro pegada a los pies, invisible y muy pesada. La llevo conmigo a cada lugar que voy, arrastrándola por las calles y las plazas, buscando una cizalla con la que contar la cadena que me ata a ella, pero no la encuentro porque sé que en estos días no hay cizallas que valgan; habrá que resistir. Son esos días que prefieres el no estar, el no contestar, el no hablar, el no sonreír, el desaparecer de la faz de la tierra por unos días y revolcarte, un poquito, en el barro de la tristeza. Pero es complicado usar la milenaria técnica Ninja de esfumarte,(Puff, y desapareces) cuando te suena el despertador, porque quieres seguir durmiendo, porque te duele todo el cuerpo, porque te duele pensar, ¡joder! ¡Te duele la vida! Eso también es vivir me digo, sí por llamarlo de alguna manera y por darme ánimos para levantarme. Y sé que me gustaría estar en la playa, leyendo y dedicándome a la vida contemplativa... pero no, voy como un zombi al trabajo a esperar que pase la corriente, porque siempre acaba pasando.

18 marzo 2011

¿Qué he leído? El Perseguidor de Cortazar


Un libro muy interesante, una historia sobre todo bien contada. Cortázar es un maestro...no descubro nada. ¿Verdad?

Tus caminos


Todos los caminos que recorres, son tus caminos, unos los volverías a recorrer sin pensarlo y otros te quedarías en un banco a pensártelo, pero siguen siendo tus caminos. 

17 marzo 2011

La vida puede ser maravillosa

El Monaguillo estaba preparado para comenzar el interrogatorio, no había cambiado mucho desde que lo vi en el tribunal. Un olor a sardina podrida lo impregnaba todo. Lo miré a los ojos, sabía que tarde o temprano comenzaría la fiesta y la fiesta empezó pronto. Sentí el acero del puño americano, con el primer directo a la mandíbula, el segundo, al estómago, el tercero, a la cien derecha, el cuarto...
Me despertó el agua helada y ahí seguía el Monaguillo, con su traje blanco moteado con ribetes rojos de mi sangre. Con voz pausada me preguntó que dónde estaba el cargamento de paraguas, con mil kilos de coca pura en sus mangos. Yo lo sabía, le dije que fifty-fifty, lo suficiente para retirarme. Él se giró y se perdió en la oscuridad. Volvió inmaculado, con media sonrisa en los labios, sabía que la cosa había salido bien. La vida, a veces, es maravillosa.