24 enero 2011

Hasta el infinito y más allá...

Pasillo Blanco


La espera, siempre la espera, sin saber muy bien a qué espero, porque esto de esperar me mata. Me mata tanto que puedo matar por esperar, en sentido figurado, claro, soy incapaz de matar a una mosca. Me pregunto por qué me molesta tanto esperar. Quizás sea porque soy una puntual empedernida. Pendiente del reloj, el de muñeca, el del móvil, el de mi coche, el de la calle, estar a la hora fijada; si es a las tres, es a las tres, ¡coño! no a las tres y diez. No, no lo entiendo. Si yo soy puntual, todos tienen que serlo o mejor dicho —no quiero parecer una mujer intransigente—, pueden serlo. Pero los impuntuales siempre tienen una excusa, que si esto, que si aquello, que si lo de más allá; al final, llegan tarde y tú a joderte. ¿Qué puedes hacer?, ¿irte? Eso sería lo más justo, irte, y que se joda el impuntual. Y yo, una hora antes preparándome, como una jodida tonta, ante el espejo. Porque aparte de ser puntual, me gusta salir arregladita, con los labios bien pintados, una correcta sombra de ojos, el preciso colorete, un toque sutil de perfume, la ropita a juego, en fin, coqueta. ¿Pero los impuntuales no pueden dejar de serlo? Yo creo que no, serán como yo, que no puedo hacer esperar a nadie y que siempre acabo esperando, aunque me mate, porque me puede la puta tía correcta que llevo dentro. Aunque para esas ocasiones tengo remedio, leo, leo, leo y la espera es menos espera, porque leyendo se diluye el tiempo, ¿a ti no te pasa? A mí sí. Y aquí estoy sentada esperando a que alguien me llame para no sé qué, diluyendo la espera de la única manera que sé.

21 enero 2011

No me importa


Todo el mundo sabía que era una mujer bala, que iba de mano en mano como una moneda falsa, pero a él no le importaba. Él se había enamorado de su primigenia inocencia, corriendo tras sus «ma, me, mi, mo, mu», jugando con su «mi mamá me mima» y de su eterno «eres mi amiguito» tras aquel tierno beso en la mejilla. La vio crecer tan rápido que le perdió la pista. Luego la encontró hecha una mujer, pero perdida en el bucle de las drogas. La fue a buscar para rescatarla y decirle: «todavía eres mi amiguita».

20 enero 2011

¿Qué estoy leyendo?

Vuelvo a leer a Umberto Eco. Leí hace mucho tiempo El Nombre de la Rosa y El Péndulo; el primero me encanto, el segundo me aburrió. Ahora abordo El Cementerio de Praga, ya les contaré.

¿Qué he leído?


Ayer, a eso de la doce de la noche, terminé de leer La fiesta del Chivo de Vargas Llosa. Hasta el día de la fecha no había leído nada de él y tengo que reconocer que me gusta mucho como escribe. El libro que nos ocupa es interesante y muy recomendable para leerlo con detenimiento.