20 mayo 2018

Monólogo La carta del abrigo de Moisés Morán

Este monólogo nació del taller: «Ningún hombre es una isla: la construcción del monólogo», impartido por Alberto Conejero y organizado por 2Rc Teatro Compañía de Repertorio bajo el programa Canarias Escribe Teatro.
Actor Alejandro Armas
Dirección: Ana Bermúdez
Autor: Moisés Morán

Pueden leer el texto completo en la Carta del abrigo

Para ver el la obra pinchar en los siguientes enlaces:
▶️ DTube
▶️ IPFS

19 mayo 2018

The Chocolate of Selena


She liked his chocolate and lost her head for him. Its aroma came out of its window, at about five o' clock, on Tuesdays and Thursdays, while the cold lasted. She would come down, stop at her door and smell the cocoa, then listen to Selena's magic words:
"Come in, Marta Maria". 
She would open the door and, when she opened it, she felt the aroma of chocolate invading her completely, arousing and transforming her. 
She would sit down and, before savoring the chocolate, dreamed of her caresses and kisses, of that impossible love that was born with the first sip of Selena's chocolate.

18 mayo 2018

Es jodido estar muerto


La primera impresión fue de espanto, porque Paco no quería morirse y la muerte le sobrevino, así, de repente, sin saber ni cómo ni porqué. Pero lo cierto, es que estaba más muerto que una mojama.
Sin saber muy bien por qué, podía ver, desde no sabía de qué sitio, todo lo que estaba aconteciendo, en aquel día tan fatídico.
Él estaba de cuerpo presente, en el tanatorio El Último Camino, que tenía más de tres mil metros cuadrados con todas los mejores y últimos avances para los vivos porque a los muertos, bien poco importaba tanta parafernalia, ese día, en que te empiezan a comer los gusanos.

Sin pensarlo, decidió dar un paseo por la estancia y se sorprendió verse muerto, claro, nunca se había visto de esa guisa, tendido en un ataúd de pino finlandés, perfectamente acabado y con su mejor traje, aquel negro, con rayas grises que siempre le dio un aspecto tan formal, la corbata a juego y los zapatos negros. Se acercó para verse de cerca, y ¡Coño! ¡Qué guapo estaba! Los de la funeraria habían hecho un buen trabajo de chapa y pintura, porque él, lo tuvo que reconocer, no fue tan guapo, más bien tirando a casi, a casi atractivo.
Siguió con su ronda de reconocimiento, y se acercó a su mujer, que lloraba desconsolada en un rincón, se detuvo un momento para intentar besarla, pero no pudo, la quiso tocar, pero tampoco pudo.
Era jodido esto de estar muerto.
Se puso en el centro de la habitación, levantó la cabeza para ver quiénes habían venido a intentar despedirlo. Pero había tanta gente, que poco podía hacer. Pero esto de estar muerto, tiene sus ventajas, y solo con pensarlo, se vio levitando sobre las cabezas de todos los que estaban en la estancia. Reconoció a sus hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y primas, amigos y amigas y en una silla aislada, estaba Renata que había venido desde tan lejos a darle el último adiós. Uff, Renata. ¿Se podían poner cachondos los muertos? No, no podían.
Era una putada estar muerto.
Renata, aquella hembra, morena, de boca sensual, de cuerpo arrebatador, de besos tiernos y mejor amante. La había conocido cinco meses atrás, de pura casualidad, mientras se peleaba con un mal educado por un taxi en un día lluvioso, que la dejó perdida en la ciudad de los mil rascacielos, mientras la lluvia y el llanto hacían correr el rímel cara abajo. Y él salió al rescate, al mejor rescate de su vida.
Se sentó delante de ella, a mirarla por última vez y recordar sus besos, sus abrazos, sus caricias y sus ronroneos de gata en celo, pero sus recuerdos eran ya una nebulosa que se estaba disipando. Los murmullos y los llantos interrumpieron su ensoñación. Se levantó y vio que todo se había acabado porque su precioso ataúd, su mejor traje, sus mejores zapatos, sus mejores recuerdos y, hasta él, iban a arder hasta quedar reducidos hasta la más fina de las cenizas.
Se sentó en primera fila, junto a su esposa y sus hermanos, observando como el fuego lo iba devorando como una bestia hambrienta, llevándose para siempre todo lo que hasta ese momento había sido. Ahora, de él, ya no quedaba nada, solo algunos recuerdos en los vivos. Intentó recordar las palabras de su amigo escritor, aquel que seguía escribiendo contra viento y marea, sobre que la vida es un incendio y comienza con primer hálito de la vida. Sí, su incendio ya se había extinguido. Ahora empezaba otro, aunque desconocía cómo sería.
Fuente de la imagen: Pixabay

15 mayo 2018

Los líos de la corbata


No sé cuántas veces he intentado aprender a hacer el dichoso nudo de la corbata y el fracaso siempre ha estado presente en mencionados intentos. Que si el nudo simple, el Windsor, el medio Windsor, el doble simple, el nudo cruzado o el no menos importante, nudo pequeño. 
Y es que hacer el nudo de la corbata no te lo enseñan en la escuela, y por lo menos, una vez en la vida, generalmente en bodas y funerales, y en esta parte del primer mundo, tienes que llevar una corbata. 
Sin embargo, una vez más y con mucho ánimo, me he puesto, nuevamente a ello. He recabado la información práctica en Internet, he localizado la web correspondiente a los nudos y he impreso la documentación adjunta. Me he puesto manos a la obra delante de mi espejo, que en ocasiones es un hijoputa, con el folio encima del lavamanos y con las manos sudadas. Me decido por el nudo Windsor que es un clásico. A la primera no me sale. Me sale un churro a medio hacer; a la segunda voy afinando el churro y parece que el asunto manual se encamina, pero las manos me siguen sudando. 
A la tercera, uff. La voluntad flaquea y si flaquea la voluntad, no sé si podré llegar al alcanzar mi objetivo. La voluntad, dicen, es el secreto del éxito; algo de talento y mucha voluntad. 
Se me pasa por la cabeza dejarlo para otro día, para que el conocimiento se asiente y mis jodidas neuronas trabajen sobre el Windsor y me permitan terminar el puto nudo.
Cojo el folio y me lo acerco bastante. Me doy cuenta que la presbicia me ha jugado una mala pasada, porque leo una sentencia en letra Times New Roman, tamaño 8: 
Es bastante complicado de realizar
Reflexiono unos instantes sobre si abandonar la tarea gordiana y optar por otro nudo que esté más al alcance de mis, obvias, limitaciones manuales. 
Al final decido seguir en la lucha. Me gusta terminar lo que acabo. Dice mi mujer que esa es una de mis más destacables cualidades. Yo no lo tengo tan claro. Después de una hora, logro hacer el puto nudo Windsor de los cojones. 
Estoy contento. Podré ir a mi cita como mandan los cánones de la etiqueta, pero con el triste convencimiento y también con algo de desesperación, que ese aprendizaje es tan efímero como el agua entre las manos. porque tengo la sensación de que hacer nudos de corbata no es como montar en bicicleta, que se aprende para siempre, sino que requiere mucha práctica diaria y yo, la verdad, creo que veré al señor Windsor dentro de algunas meses.
Fuente de la imagen: Pixabay




14 mayo 2018

El enano de La Palma pensando en partir

Siempre hay nuevos rumbos solo hay que esperar el momento adecuado para tomarlos.

There are always new directions just wait for the right moment to take them.

13 mayo 2018

La verdad estaba en las palabras

Quería saber la verdad y después de la muerte de su madre abrió la carta. Su madre le dijo que la leyera después de la última campanada que daba por finalizado el luto. Así lo hizo y la leyó en la cocina, en silencio, mientras oía cómo salía el café y olía su aroma.
Al fin supo quién era su padre.
A final comprendió porqué, cuando iba a la plaza del pueblo, sentía unas ganas irrefrenables de cantar los bandos del alcalde, gritarlos a los cuatro vientos y que todos se enteran de las últimas noticias del pueblo; por qué se paraba escuchar el sonido estridente de la trompetilla y se quedaba embelesado por el eco que se perdía por las callejuelas y  por qué su madre nunca le explicó la razón por la que su padre mató al pregonero.

Nota del autor: versión libre de chiste: ¿Por qué papá mató al pregonero?
Fuente de la imagen: Pixabay