16 marzo 2010

Portada de mi novela corta: Historias de un esquizofrénico que no quería serlo, pero que lo era.


Estoy ultimando la corrección de mi próximo libro. Esta vez se trata de una novela corta que espero que vea la luz durante el próximo verano.
Les adelanto la portada.


10 marzo 2010

Di ¡No! al nuevo catálogo de especies protegidas de Canarias.

El Gobierno de Canarias pretende imponer un nuevo catálogo de especies que desprotege de diferentes maneras a 341 especies. Muchas de las especies a las que se les pretende rebajar su categoría de protección han visto empeorar su estado de conservación y sus hábitats en los últimos años. Di ¡No! al nuevo catálogo de especies protegidas de Canarias.

06 marzo 2010

El Escote

Fuente de la imagen: Pixabay

Cuando entré, no pude evitar mirarle su exuberante escote. Me detuve durante unos segundos, los suficientes para pensar que tenía unas hermosas tetas, luego levanté la mirada y vi que tenía unos hermosos ojos negros. Me sonrió y yo le sonreí. Pensé que pensó que:
  1. Todos los tíos son iguales, que solo follan (perdón, piensan) en lo mismo.
  2. Me habré pasado con el escote.
  3. Es que tengo unas tetas de escándalo.
  4. Mi dinero me han costado y tengo que sacarles rentabilidad.
  5. Este tío es un descarado y un guarro.
Ella se fue y no pude evitar pensar en que...,bueno en fin, ese día mis niveles de testosterona estaban por las nubes, por decir algo, pero la tía estaba muy buena. 

También en:
https://steemit.com/spanish/@moises-moran/el-escote

05 marzo 2010

Ponga a un canario en su biblioteca por Alexis Ravelo.

 Transcribo, bueno...copio y pego, una entrada del blog: Ceremonias del amigo y escritor Alexis Ravelo. Espero que les guste, a mí me gustó.

Mi querido amigo /querida amiga:
Usted, que descubrió con ojo avezado el realismo mágico antes que nadie y maneja con facilidad varias generaciones narrativas, no sólo peruanas, argentinas y mexicanas, sino también cubanas, venezolanas, paraguaya y brasileñas.
Usted, persona de hábitos sibaritas, que ha mostrado a sus amigos y amigas las excelencias de escritores de lugares como Armenia, Congo Belga, Albania, Bosnia, Turquía y Eslovaquia.
Usted, lector o lectora perfectamente al día, que ya leía a los autores suecos antes de que llegara Larsson, que ya había asistido a la edificación de los pilares de la tierra antes de que se implantara su marina franquicia catalana y ya sabía de todos los secretos vaticanos antes de que el cine los expusiera al vulgo.
¿Va a dejar pasar la oportunidad de ser el primero o la primera entre los suyos en descubrir el nuevo fenómeno literario periférico? ¿Va a permitir que sea ese compañero de oficina estirado, esa vecina “moderna”, ese cuñado pedante, o esa primita resabiada quienes le descubran a estos nuevos e interesantísimos autores?
Piense que en este mundo global, en el que todo lo excéntrico parece tan céntrico y tan explorado, en el que parecen no quedar ya flores salvajes, existe aún una literatura periférica por descubrir, la cual, sin embargo, resulta intelectualmente asequible a su idioma y su cultura sin dejar de ser un producto genuinamente exótico. Me refiero (si está bien informado, lo habrá adivinado ya), a la literatura canaria.
Repare en las evidentes ventajas: alejamiento de la Metrópoli pero cercanía intelectual; africanidad pero en español; referentes americanos pero giros léxicos mucho más familiares para el lector ibérico; crisol de culturas, pero sin necesidad de viajar a Nueva York (carísimo), en caso de querer visitar el escenario de su novela preferida. Y, en cuanto a la moda sueca, recuerde que los canarios fueron los primeros españoles en plantar su semilla en el frío norte (Muchas veces, en sentido literal. Una demanda colectiva de paternidad en los años ochenta lo demuestra).
Y una vez pensado todo esto, no piense más y ponga a un canario en su biblioteca.
Después podrá hablar de la prosa recia de González Déniz, del rico universo de Antolín Dávila, de los deliciosos bocados narrativos de Dolores Campos-Herrero, de los grises ambientes de González Ascanio y las elegantes ficciones de José Manuel Brito.
Podrá hablar, también, de temas de candente actualidad: del polémico asunto de la memoria histórica, con las novelas de Miguel Ángel Sosa Machín como excusa; del pequeño drama de las anónimas víctimas de la crisis, haciendo lo propio con las de Santiago Gil.
Podrá hacer sonreír a sus amistades con los juegos naif de Juan Carlos de Sancho. O presumir de haber constatado primero que nadie la valía de relatistas y microrrelatistas, como la joven Ángeles Jurado o la todavía más joven Judith Bosch.
Si es amante de intrigas y violencias, tiene varios escritores negros entre los que elegir: algunos autóctonos, como Correa o Ravelo; otros afincados hace años en las Islas, como Lozano o Carlos Álvarez (no confundir con el cantante lírico).
Incluso dispone usted de varios ejemplares de canarios afincados en grandes ciudades, como Sabas Martín o José Carlos Cataño (una de cuyas novelas tiene como ganancia secundaria proporcionar un tema originalísimo de conversación, olvidado entre nosotros desde Leopoldo Azancot: el erotismo y el judaísmo).
Y la poesía… Ah, la poesía. Canarias, por si usted desconoce el dato, es tradicional territorio de poetas. Puede empezar por los más jóvenes: Pedro Flores, Tina Suárez, Federico J. Silva, Alicia Llarena, Verónica García, Silvia Rodríguez (no confundir con el cantautor), Cecilia Domínguez, Marcos Hormiga… Son tantos y tan interesantes que usted podrá hablar de uno cada día sin repetirse en mucho tiempo.
Imagínese en medio de esa reunión social en la que ya hace rato que corren el vino y la cerveza, captando la atención de todos al decir: “Recuerdo un poema de un poeta de Lanzarote que…”. Se convertirá enseguida en el centro de interés de sus potenciales amantes y en la envidia de sus rivales amorosos.
Pero, ya que será el primero o la primera en descubrirlos, aproveche su ventaja. Usted, que cuando apareció Mankell olisqueó enseguida a Sjöwall-Wahlöö, no pierda el tiempo y encuentre cuanto antes a los Millares y los Padorno y los de La Torre, a Arozarena y a Isaac de Vega, a Agustín Espinosa y García Cabrera, a Alonso Quesada y Domingo Rivero.
En esta tarea (puede que algo laboriosa, pero de indudable provecho) podrá ayudarse de utilísimos estudios de Jorge Rodríguez Padrón, Eugenio Padorno, Oswaldo Guerra, Antonio Becerra o Nilo Palenzuela, entre otros, sin olvidar a la decana de los estudiosos de la literatura canaria: doña María Rosa Alonso.
Piense en cómo presumirá de haber llegado antes que nadie a los protagonistas de la nueva ola canaria; en la soltura con la que transmitirá sus conocimientos acerca del mestizaje cultural, de la influencia del paisaje en la poética insular; piense en el asombro que despertará al decir a los neófitos: “Pero si los tenías ahí, ante tus narices: justo enfrente de África. Y no los conocías”.
No espere más. Ponga a un canario en su biblioteca.
Quizá al principio le cueste un poco y tenga que dirigirle la palabra a su librero o librera de confianza, porque tal vez (pequeñas desventajas de ser un pionero) hasta dentro de un tiempo no figuren en mesa de novedades. Mucho menos en supermercados, aeropuertos o en esa cadena de negocios que llevan nombre de maniobra textil (o de gesto insultante, si usted quiere) y apellido de gentilicio británico. Esos sitios, como bien sabe, van siempre en el furgón de cola de la cultura, a remolque de lo que ya otros han descubierto. No sea vulgar. Usted tiene demasiada clase para eso. Acuda a los sitios donde re-al-men-te están los libros y solicite a alguno de los autores mencionados en este aviso (que es también advertencia) o a otros canarios que su librero acaso ya conozca.
Porque sí, ya varios editores (ellos no son tontos) han puesto los ojos en diversos canarios y los han fichado. Y, por otro lado, desde hace tiempo los distribuidores (ellos tampoco son miopes) hacen llegar regularmente a cualquier rincón de España los libros de las editoriales canarias (sí, las hay: alguna tienen incluso luz eléctrica y teléfono).
Así pues, no espere más. Que cuando Babelia o El cultural lleguen, usted lleve ya un buen  rato ahí. Conviértase en un precursor, en un pionero, en un experto. No deje que se le eche encima lo irremediable y le coja despistado lo que ya se veía venir.
No dude un instante más. Ponga a un canario en su biblioteca. Hágalo hoy y enorgullézcase mañana. No sea esta vez de los últimos en enterarse.  Hágalo sin demora. Comparta, además, este mensaje entre personas de su círculo más íntimo. No se lo envíe a todas: sólo a aquellas que lo merecen. Se lo aseguro: se lo agradecerán.
Sin otro particular que comunicarle y esperando que la información proporcionada le sea de utilidad, aprovecha para enviarle un cordial saludo:
Bernardo Betancor.
(Becario Adjunto a la Cátedra de Pirobiología y Concatenaciones Diversas de la Universidad de Patafísica de San Expósito).

Hijo

Estás aquí, sí
dentro de mi corazón
no te olvido.

04 marzo 2010

Ya salí de la nevera....

¿Qué estoy leyendo? La tesis de Nancy; Ramón J Sender. Hasta donde he leído me está gustando. Una forma de escribir clara y directa, como a mí me gusta.

 

Ganar, ganar

Fuente: Pixabay


Sentada delante de su portátil, chateaba a través del Wasap, con sus amigas y amigos, que como ella, no pasaban de los quince años. Su padre entró en su habitación y le dijo:

  ¡Dunia! Ya es hora que vayas apagando el ordenador y te pongas hacer el trabajo que tienes que presentar la semana que viene.
  ¡Papá! Tú con el mismo rollo de siempre. Ya lo haré mañana.
  ¿Mañana? No tienes otra palabra en la boca que mañana. Mañana esto, mañana lo otro. Y mañana, pues más mañana. Y la vida se te va entre el Messenger y mañana.
  Vale, vale, ahora lo cierro y me pongo con el trabajo.

El padre cerró la puerta y se dirigió hacia la cocina, en la que estaba su mujer preparando la cena.
  ¿Quieres que te eche una mano? —Le preguntó.
  No, no, que cocinar me relaja mucho. Luego me fregas los cacharros, que sabes que no me gusta nada y a ti te encanta.
  De acuerdo. Por cierto, Dunia está todo el santo día pegada al ordenador. Es un tema que me está preocupando.
  Sí, ya me he dado cuenta, pero son cosas de la edad, peor sería que estuviera por ahí fumando porros.
  Marta ¿tú sabes lo que hace tu hija cuándo sale por esa puerta? Yo supongo que es una chica normalita y corriente.
  No saques las cosas de quicio, que es una buena chica.

A finales de junio, Dunia llegó con las notas de tercero de la ESO, y estas no eran todo lo buenas que sus padres esperaban. Ella se esperaba la gran bronca.
Comió lo que su madre le había dejado preparado en la nevera y después estuvo toda la tarde conectada hasta que llegaron sus padres.

Se levantó con tranquilidad, con las notas en las manos y les dijo:
  No tengo buenas noticias. He cateado todas las asignaturas y he decido no seguir estudiando. Estoy harta de todo este rollo de los estudios.
  ¿Qué has decidido qué? —Le gritó su padre— ¿Pero quién eres tú para tomar ese tipo de decisiones? Te recuerdo que vives bajo nuestro techo y mientras eso sea así las decisiones las tomamos nosotros, no tú, mojigata.
  Bueno, bueno, tranquilicémonos. —intervino su madre para intentar calmar un poco las aguas— ¿Por qué quieres dejar de estudiar?
  Porque no me gusta, mamá. Es un rollo. Todo el santo día yendo al insti, aguantando el coñazo de los profes.
  ¿Y qué piensas hacer? Porque, me imagino que tendrás una alternativa, no sé, hacer algún módulo de FP, o algo de eso, digo yo. —Le dijo el padre.
  ¡Papá! No quiero seguir estudiando. No lo entiendes, ni ESO ni FP. Nada, de nada.

Su padre se levantó visiblemente enfadado y le gritó:
  ¿Y qué coño quieres hacer con solo dieciséis años? ¿Dedicarte a holgazanear sentada delante de la pantalla del ordenador, con el maldito Messenger?
  Marcelo —volvió a intervenir su madre— vamos a tranquilizarnos ¿vale? Esto es cuestión de hablarlo con tranquilidad y tiempo. Buscaremos una solución.
  ¿Qué me tranquilice? ¿Pero qué se cree esta niña, que la vida es un mundo de rosas? Ahí fuera la vida es dura, muy dura y hay que bregar día a día.
  Dunia, vete para tu habitación, tu padre y yo tenemos que hablar.
  Es que con ustedes no se puede hablar. —Manifestó la adolescente.
  A tu habitación. —Insistió su madre.
Cuando Dunia se marchó, Marta le dijo a su marido que bajaran al garaje para hablar con calma. Bajaron las escaleras y una vez allí, Marta le dijo:

  Marcelo, tienes que tranquilizarte. No te puedes poner así. Está en una edad difícil, y hay que comprenderla.
  ¿Qué me tranquilice? Yo quiero un futuro para mi hija, no quiero que se convierta en un parásito social. Eso lo tengo claro. Los dos nos hemos dejado la piel para conseguir lo que tenemos, nos hemos partido el puto lomo, para pagar la jodida hipoteca y tener un presente y un futuro dignos.
  Déjame que hable con ella. Seguro que la convenzo para que reflexione y que por lo menos, si no quiere estudiar, que haga algún módulo superior de FP. Está en la edad de la bobería. ¿Tú no te acuerdas cuando tenías su edad?
  Claro que me acuerdo. Pero te lo digo ya, para evitar problemas. Si no se aviene a razones y sigue en sus trece, no le voy a dar un euro para nada, le quito Internet y si quiere ir a ver a sus amigas, que vaya en bicicleta, para que sepa lo que vale un peine, y sus trapitos que los vaya a buscar a Cáritas.
  No seas tan drástico. Hemos educado bien a nuestra hija. Hemos sido buenos padres y un ejemplo para ella.
  ¡Joder Marta! Los dos hemos sacado una carrera universitaria, tenemos un buen trabajo y quiero que mi hija siga nuestro camino. Solo eso, porque esto me saca de mis casillas.
  Venga, tranquilízate, subamos a cenar que mañana hablaré yo con ella. Pero no olvides que no podemos vivir su vida, es ella la que elige su camino y también sus consecuencias.

A la mañana siguiente, su madre llamó al gabinete de Psicología donde trabajaba para decir que anulasen las dos primeras citas que tenía, despertó a su hija y después de desayunar, comenzaron a hablar sobre el tema.

  Bueno, Dunia, entonces estás decidida a dejar de estudiar. Las razones las conozco, pero algo tendrás que hacer. Si tuvieras edad suficiente, podrías trabajar, pero no la tienes. Así que hay que buscar una solución que satisfaga al equipo.
  ¿Al equipo? ¿A qué equipo?
  A nuestro equipo. Tú, tu padre y yo. Somos un equipo, todos tenemos que jugar para ganar el partido, y tú eres una jugadora muy importante, si te sales, no lo podremos ganar jamás. ¿Entiendes?
  Sí lo entiendo mamá, pero estoy cansada de estudiar. Quiero cambiar. Además papá se pone hecho una fiera.
  Tienes que entenderlo. Hemos trabajado muy duro para tener lo que tenemos y no comprende que quieras dejar al equipo, porque para él eres la jugadora más importante, más que yo…
  ¿Más que tú?
  Si, no lo dudes nunca, nosotros llevamos muchos años jugando juntos, y hemos hecho muy buenos partidos, y los malos, pues los hemos sufrido juntos. Pero ahora eso no importa. Bueno, te propongo una cosa. ¿Qué es lo que más te gustaría estudiar?
  Pues, no sé, educación física, informática…
  Dime la que más te guste.
  Informática, pero no lo tengo muy claro.
  Escucha, tienes todo el verano para pensar. Nosotros te daremos ese tiempo para que elijas que hacer. Pero ten en cuenta que tienes que hacer algo, para permanecer en el equipo porque fuera del equipo no se pasa muy bien.
  Por cierto ¿Quién es el capitán del equipo?
  Es una capitanía compartida, según es el partido, elegimos el capitán. Por ejemplo, ahora yo soy la capitana.
  Vale, vale.

Marta le explicó a su marido al pacto al que habían llegado, estuvo de acuerdo en todos sus términos y esperó los acontecimientos.
El verano pasó y al comienzo de septiembre, Marta fue a la habitación de su hija y le preguntó:

  ¿Qué has decidido?
  Pues he estado pensando y quiero hacer el modulo superior de informática. Son más de dos mil horas, y según dicen en los foros, tiene mucha salida.
  Perfecto. Yo me he adelantado un poco, y tengo los impresos para que los rellenes y los presentes. El plazo acaba el día quince, pero si quieres te puedo llevar.
  Vale, vale. ¿Entonces sigo siendo del equipo?
  Tú siempre serás del equipo, aunque estés en el banquillo.
  Jajajajaja.
Al llegar a su trabajo, Marta llamó a su marido, le dijo que todo estaba arreglado, y que seguían jugando el partido.

También en:
https://steemit.com/spanish/@moises-moran/ganar-ganar