08 septiembre 2025

Dos propuestas para enriquecer la vela latina canaria de botes


No cabe duda de que la vela latina es tradición, historia y pasión marinera, pero también es competición. Y como todo deporte vivo, necesita adaptarse para seguir en la brecha, porque todos sabemos en qué punto estamos, en un punto de inflexión que determinará nuestro futuro como deporte. Hoy pongo sobre la mesa dos propuestas que, desde mi punto de vista, podrían mejorar tanto la igualdad como el espectáculo: la reducción del tamaño de las velas a 12 metros y la introducción de balizas intermedias en las regatas del campeonato.

La vela de 12 metros: igualdad, espectáculo y futuro

Esta propuesta ya se ha planteado en el pasado, como hizo en su momento Israel Cabrera, patrón del Minerva. En la actualidad, muchos botes navegan con velas de 12,50, 12,80, 13, 13,20 o 13,25 metros. En condiciones de viento fuerte, algunos botes, si cuentan con tripulaciones pesadas, pueden aguantar 13,20 e incluso 13,25 y después aprovechar la ventaja cuando el viento baja en la recta final, mientras sus contrincantes, con velas de menor tamaño, ya han cedido terreno. Esto rompe el equilibrio entre botes y distorsiona la competición.

Nuestro deporte resulta una excepción dentro del panorama de los deportes de equipo. Cuando entran en juego elementos externos al esfuerzo humano, casi todas las disciplinas tienden a la uniformidad en las medidas para evitar ventajas competitivas. Ahí están ejemplos claros: en la Fórmula1, todos los coches compiten bajo un mismo reglamento técnico que limita dimensiones, aerodinámica y potencia del motor; en el fútbol todos juegan con el mismo balón y con porterías de medidas idénticas; en el baloncesto, lo mismo con el tamaño del balón y la altura de los aros.

Y en la vela de otras modalidades ocurre igual: existen reglas muy estrictas que fijan las dimensiones de la vela, del casco o del aparejo, de manera que todos los barcos compiten bajo las mismas condiciones. La diferencia la marcan la estrategia de regata, la lectura del viento y la pericia de los tripulantes, no el material.

En cambio, en la vela latina canaria de botes, pese a contar con un reglamento estricto en muchos aspectos, que limitan las dimensiones del casco, de palos y palancas, etc., todavía no existe esa uniformidad en algo tan decisivo para la competición como el tamaño de la vela. Y eso, como mínimo, es una anomalía que conviene repensar y reconsiderar.

La propuesta de fijar velas de 12 metros traería consigo varios beneficios:

Igualdad en la competición: la ventaja competitiva ya no estaría en el tamaño de la vela, sino en la estrategia de regata del patrón, en la puesta a punto del bote y en la capacidad de la tripulación para ejecutar con precisión las maniobras a lo largo de la pega.

Competición más rica y espectacular: al eliminar la ventaja de las velas grandes, los botes se enfrentan en condiciones más igualitarias. Esto eleva la exigencia táctica, multiplica las posibilidades de lucha en el agua y mantiene la emoción hasta el final, lo que se traduce en un espectáculo mucho más atractivo.

Mayor control con viento fuerte y más continuidad en el calendario: los botes responden mejor en condiciones de viento duro y, gracias a ello, se reducirían los aplazamientos de las regatas. Con estas velas podrían soportar vientos de hasta 20 o 25 nudos, lo que aporta estabilidad a los aficionados, facilita la cobertura mediática y evita constantes reajustes en el calendario que tantas veces obligan a competir en domingos adicionales, con lo perjudicial que eso resulta para la conciliación familiar.

Navegación más equilibrada y mayor seguridad: menor escora y mayor estabilidad, lo que facilita repiquetes más rápidos y reduce la exigencia sobre el aparejo —alargando la vida del material—. Esto incrementa la competitividad, ya que los botes y sus tripulaciones estarían menos condicionados por el viento fuerte y podrían centrarse más en la táctica y la lucha directa. Además, con velas más pequeñas se reduciría el riesgo de trabucadas, con lo que ello implica en la seguridad de los tripulantes y en la prevención de accidentes.

Menor número de tripulantes y apertura a nuevos perfiles: en lugar de necesitar 11 o 12 tripulantes en vientos medios, bastaría con 9 o 10, lo que facilita la organización de los equipos. Hoy predominan fenotipos muy pesados, con regatistas que suelen estar entre los 80 y más de 100 kilos, necesarios para aguantar velas grandes. Con una vela más reducida, no sería imprescindible reunir tanto peso a bordo, lo que abriría la puerta a tripulaciones más variadas, menos condicionadas por la corpulencia y más centradas en la técnica, la agilidad y la coordinación. Este cambio podría dar entrada a nuevos tripulantes que hasta ahora no encajaban en ese modelo físico y, además, potenciar la cantera al facilitar la incorporación de jóvenes en formación.

Impulso a la integración femenina: la reducción del tamaño de la vela supondría una exigencia física menor y menos necesidad de peso a bordo, lo que facilitaría la incorporación de mujeres a las tripulaciones. Este cambio ampliaría la base de participación y garantizaría mayor continuidad a proyectos como el Tara del Mar, que este año se vio obligado a retirarse por falta de tripulantes.

Reducción de costes globales: una vela más pequeña no solo abarata su confección, también reduce el desgaste de palos, palancas y herrajes, así como el coste de mantenimiento. Al disminuir el riesgo de trabucadas, se evitarían roturas de velas, palos, palancas y estayes, con el consiguiente ahorro económico y mayor durabilidad del material. A esto se suma la reducción en la confección de sacos para el lastre y de plomos para el lastre fijo. Además, la menor superficie de vela conllevaría palos y palancas más pequeños, más fáciles de manejar y más baratos de fabricar y mantener. Todo ello haría más accesible la participación a clubes con menos recursos.

Mayor sostenibilidad deportiva: menos necesidad de fabricar aparejos sobredimensionados implica un menor consumo de materiales y un impacto ambiental más bajo, un punto cada vez más valorado en todos los deportes. Además, esta apuesta por la sostenibilidad podría atraer a nuevos patrocinadores, sensibles a vincular su imagen con prácticas más responsables y modernas..


2. Balizas intermedias: más emoción en el campeonato

Además del tamaño de vela, el campeonato de vela latina también podría enriquecerse con una modificación en su formato: la introducción de balizas intermedias en determinadas jornadas. Sé que se trata de una propuesta que rompe con lo que se ha hecho durante muchos años, pero en realidad lo que plantea es una combinación de dos fórmulas ya existentes: el Campeonato y los Concursos. En este caso concreto, sería una especie de mezcla entre el Campeonato Provincial de Botes de Vela Latina de Gran Canaria y la Copa del Cabildo de Gran Canaria, aprovechando lo mejor de cada uno para darle más emoción al formato.

La idea sería colocar una baliza en
Cardoso y otra en la Fuente Luminosa. Incluso podría añadirse una tercera en mitad del campo de regatas, aunque con esas dos ya se generarían novedades interesantes. Estas balizas se usarían solo en la mitad de las jornadas, sorteadas para mantener la justicia en la competición. Podría plantearse, además, una introducción experimental para la próxima temporada, con 3 o 4 jornadas en esta modalidad, a modo de prueba, para evaluar los resultados y la acogida entre patrones, tripulaciones y aficionados.

Ventajas de este formato:

La competición se acerca al público: con la introducción de balizas intermedias en tierra, los botes tendrían que acercarse mucho más a la costa para tomar esas referencias, tal y como ocurre en los concursos. Esto, de entrada, genera un mayor atractivo para el aficionado, que puede seguir la acción desde la avenida o el muelle sin necesidad de prismáticos ni embarcaciones de apoyo.

Además, acerca la vela latina a un escenario urbano y cotidiano: el público que pasea por la zona se topa con la competición de manera directa, lo que facilita que personas ajenas al deporte puedan descubrirlo y engancharse. El hecho de ver de cerca las maniobras, las viradas y las tensiones en torno a la baliza convierte la regata en un espectáculo mucho más comprensible y emocionante para cualquier espectador.

No es solo cuestión de visibilidad: acercar los botes a tierra también refuerza el vínculo entre el deporte y la ciudad, poniendo en valor que la vela latina es parte de la identidad cultural de Las Palmas de Gran Canaria. Así, el campeonato no se vive únicamente en el mar, sino que se siente también desde la costa, integrando a la comunidad alrededor del deporte.

Aumenta la estrategia de los patrones: la inclusión de balizas intermedias introduce dos nuevos puntos de incertidumbre en la regata. Cada patrón tendría que decidir no solo cómo salir o cómo defender la posición inicial, sino también qué recorrido trazar hasta la baliza, en qué momento arriesgar y cuándo protegerse del rival. Esto abre un abanico de posibilidades tácticas: marcar de cerca al contrario, forzarlo a un error en la toma de la baliza, o buscar un ángulo distinto para aprovechar mejor el viento.

Con estas variables, la regata deja de ser lineal y predecible para convertirse en una partida de ajedrez sobre el mar, donde cada movimiento cuenta. La ventaja de salir delante ya no sería tan determinante: un mal cálculo en la aproximación o una maniobra tardía en la baliza podría dar al rival la oportunidad de ponerse por delante. En definitiva, el protagonismo pasaría más al talento del patrón y su capacidad de leer el campo de regata, lo que haría que cada jornada fuese distinta y con emoción hasta el final.

Crece la emoción del espectáculo: con la introducción de balizas intermedias, salir delante deja de ser tan determinante. Hasta ahora, el bote que sale delante cuenta con una ventaja clara, limitando las opciones de su rival. Con este nuevo formato, esa superioridad inicial se relativiza: cada baliza se convierte en un punto de inflexión donde la precisión de la maniobra y la lectura del viento pueden cambiar el orden de la regata.

Esto significa que ya no basta con salir delante. Los botes que partan desde atrás tienen más oportunidades de remontar, porque pueden aprovechar un fallo en la toma de baliza del rival o una mejor elección de ángulo. El espectáculo crece precisamente por eso: el desenlace no está escrito desde la salida, sino que se construye hasta el último momento, manteniendo la emoción viva en el agua y en tierra.

Se da más peso a la táctica y a la maniobra, no solo a la fuerza física de la tripulación. En el formato actual, la capacidad de aguantar velas grandes depende en buena medida del peso y la fuerza de la tripulación. Eso provoca que muchas veces la ventaja venga marcada por la corpulencia de los tripulantes más que por la destreza en el manejo del bote. Con la reducción del tamaño de la vela y la introducción de balizas intermedias, esa relación se equilibra: el éxito ya no dependería tanto de contar con once o doce tripulantes pesados, sino de la calidad de las decisiones tácticas del patrón y de la precisión técnica de quienes ejecutan las maniobras.

Este cambio da valor a aspectos como la rapidez en las viradas, la coordinación en las maniobras y la lectura del campo de regata, que pasan a ser factores decisivos para alcanzar la victoria. En un escenario así, un bote con menos peso pero con una tripulación bien entrenada y disciplinada puede competir de tú a tú con otro que antes lo superaba en otros aspectos. Se premia la inteligencia en el agua y la preparación en los entrenamientos, lo que eleva el nivel deportivo del campeonato y genera un espectáculo más justo y atractivo para todos.

Las regatas se vuelven más atractivas para el espectador nuevo, con referencias claras y momentos clave fáciles de seguir. Uno de los grandes retos de la vela latina es que, para quien no está familiarizado, puede resultar difícil entender qué está pasando en el agua. Al no haber balizas intermedias, la pega se reduce a un duelo de dos botes que avanzan mar adentro y regresan, lo que para el ojo no entrenado puede parecer monótono o poco claro. Con la introducción de balizas en tierra y puntos intermedios, la regata gana dinamismo y referencias visuales que cualquiera puede identificar desde la costa: se ve con claridad cuándo un bote entra mejor a la baliza, cuándo falla en la maniobra o cuándo aprovecha un cambio de viento.

De esta manera, cada baliza se convierte en un momento clave que marca la narrativa de la competición, casi como los “puntos calientes” de otros deportes: un penalti en el fútbol, un saque decisivo en el tenis o una curva complicada en la Fórmula 1. Eso facilita que el público nuevo entienda la emoción y se enganche al desarrollo de la regata, porque puede anticipar qué está en juego en cada maniobra. Al hacerlo más accesible, se amplía la base de aficionados y se fortalece la proyección de la vela latina como espectáculo deportivo

Se abre la posibilidad de reorganizar los concursos: la introducción de balizas intermedias en el campeonato también permitiría replantear el calendario general de la vela latina. Al contar con jornadas con un formato más dinámico y atractivo, se podría reducir el número de concursos oficiales, evitando la saturación del calendario y concentrando esfuerzos en pruebas con mayor repercusión y calidad deportiva.

Al mismo tiempo, los concursos que quedaran fuera del formato oficial podrían integrarse dentro de las propias jornadas del campeonato bajo nuevas denominaciones, lo que aportaría variedad y frescura al desarrollo de la temporada. Esto no significaría restar espacio a los concursos tradicionales, sino darles un nuevo marco en el que convivieran con el campeonato, modernizando la competición y haciéndola más atractiva tanto para los participantes como para el público.

Un futuro más justo y atractivo

La vela latina está en un momento en el que necesita reflexionar sobre su futuro. La vela de 12 metros podría aportar igualdad real, más seguridad y un acceso más amplio a tripulaciones diversas, mientras que las balizas intermedias abrirían el juego táctico y multiplicarían el espectáculo.

No se trata de romper con la tradición, sino de adaptarla para que siga viva y con proyección. La cuestión está en cómo queremos que evolucione nuestro deporte: ¿seguir apostando por un modelo donde las diferencias las marque el tamaño de la vela y la salida inicial, o dar el paso hacia una competición más táctica, igualada y atractiva para todos?

La vela latina canaria merece este debate. El mar, el viento y la pericia de quienes navegan deberían ser los verdaderos protagonistas. Quizás ha llegado el momento de decidir si estas propuestas pueden ser el camino para lograrlo.