Aún recuerdo cuando te conocí, Ramón, cuando puse mis pies, por primera vez, en la Dirección General de Deportes. Llegué más perdido que un pulpo en un garaje y el primero que vino a saludarme, fuiste tú. Luego vinieron tus palabras de aliento, tus manos siempre prestas a la ayuda y tu corazón, siempre abierto, a todo el que quería entrar en él.
Yo me arrimé a tu sombra, tan grande como la del Roque Nublo, porque bajo ella me sentía bien, seguro y feliz, Ramón.
Siempre, y digo, siempre, cuando nos veíamos, nunca faltó un abrazo y un beso, porque esa era tu forma de saludar a los amigos; íntima y personal.
Ayer, sí ayer, fue un día que jamás olvidaré, porque te fuiste tú Ramón y contigo todo eso que tú eras y que siempre trasmitías.
Siempre se van los buenos...sí, y tu eras eso, una persona buena, íntegra y trabajadora.
Adiós, Ramón, donde quieras que estés, SIEMPRE, te llevaré en mi corazón.
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¡Hasta siempre amigo! |