07 abril 2015

Aforismo nº 9

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La amistad es uno de los tesoros más valiosos que podemos encontrar a lo largo de nuestra vida, pero también uno de los más escasos. Dicen que los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano, y que, a veces, incluso nos sobran dedos. Y es que hallar a una persona que merezca el título de amigo no es tarea sencilla. Puedes cruzarte con cientos de personas en el transcurso de los años, pero encontrar a ese ser incondicional que permanece a tu lado en los buenos y malos momentos es algo que puede tardar toda una vida en suceder.

Un amigo verdadero no es aquel que solo aparece en las celebraciones o cuando todo marcha bien, sino aquel que se queda cuando las cosas se tuercen. Es la persona que te escucha sin juzgar, que te tiende la mano cuando sientes que te hundes y que celebra tus éxitos como si fueran propios. Un amigo auténtico es, en esencia, una extensión de uno mismo, alguien con quien puedes ser completamente honesto, sin miedo a mostrar tus vulnerabilidades.

La amistad genuina no tiene precio, pero sí demanda cuidado y atención. Como las trufas, los amigos son difíciles de encontrar, pero cuando das con uno, su valor es incalculable. No abundan, y por eso, cuando tienes la suerte de tener a alguien así en tu vida, es fundamental saber apreciarlo. Las relaciones de amistad requieren tiempo, dedicación y, sobre todo, sinceridad. Al igual que una planta necesita agua y luz para crecer, la amistad se fortalece con pequeños gestos, con lealtad y con presencia constante.

No siempre es fácil distinguir a un amigo verdadero de alguien que simplemente comparte momentos contigo. Hay relaciones que, con el paso del tiempo, se desvanecen porque no tienen raíces profundas. Sin embargo, los amigos de verdad se mantienen firmes incluso cuando la vida nos lanza sus mayores desafíos. Son aquellas personas con las que, aunque pasen meses o años sin hablar, cuando te reencuentras sientes que nada ha cambiado.

Si tienes la fortuna de contar con uno de esos amigos, cuídalo. A veces damos por sentado que estarán siempre ahí, pero la amistad, como cualquier otra relación, es frágil si no la alimentamos. Un simple mensaje, una llamada o una invitación a compartir un café puede ser suficiente para recordarle a esa persona lo importante que es para ti.

Es cierto que la vida puede ser solitaria en ocasiones, y que no siempre encontramos a ese amigo que encaje perfectamente con nosotros. Pero cuando lo hacemos, nos damos cuenta de que no necesitamos muchos, sino uno o dos que realmente entiendan nuestra esencia. En un mundo lleno de conexiones superficiales, contar con un amigo verdadero es un regalo extraordinario.

Así que si tienes a alguien a quien consideras un verdadero amigo, atesóralo. Son las personas que iluminan nuestro camino, nos levantan cuando caemos y hacen que la vida sea mucho más llevadera. La amistad es un bien escaso, pero su valor es infinito.

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